Los brasileños convirtieron a Alemania en local

La final tuvo de todo: un espontáneo que ingresó a la cancha, pifias para la Presidenta de Brasil y masiva presencia argentina en las tribunas, cuyos cánticos fueron aplacados por los locales que llegaron a apoyar a los germanos.




Para Lio Messi, el partido de su vida fue el reflejo de su temporada. Y de su Mundial. Con el correr de los minutos, se fue desdibujando, diluyendo. La energía iba a la baja con el paso de los minutos y, con ello, la opción de desequilibrio y ventaja para Argentina. Como siempre, para eso estaba el "Jefecito" Mascherano. Si hay alguien que simboliza el impulso de los albicelestes para llegar a la final fue, precisamente, el otro hombre del Barcelona entre los 23 de Alejandro Sabella. Pero con él no alcanzaba.

El DT trasandino, por su parte, vivió intensamente el encuentro. El que podía ser su último partido a cargo de la selección argentina, lo vivió siempre de pie. Ansioso, nervioso, repartiendo instrucciones de modo constante, contrastando con su colega y rival. Löw se veía más tranquilo.

En las tribunas, los argentinos eran más que los alemanes. Pero no fueron locales. La masiva presencia de brasileños inclinó el apoyo desde las graderías hacia los teutones. Y el clima ambiente favoreció a los europeos, que se sintieron cómodos en el Maracaná.

La que no tuvo una incursión grata en el estadio fue la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff. Ante la masiva presencia de público local, la máxima autoridad del país antitrión sufrió, cada tanto, del repudio de los suyos.

Como es ya casi un clásico en estas instancias, un espontáneo se metió a la cancha de juego, cuando restaban algo más de diez minutos para el final del tiempo reglamentario. Rápidamente, operó el servicio de seguirdad que evacuaron al invasor por la fuerza, mientras a través de la transmisión televisiva nadie se enteró de lo ocurrido.

Y como era también esperable en un duelo de esta envergadura, la polémica vino cuando Neuer, con fuerza desmedida, salió al vértice del área a despejar una pelota larga que buscaba a Higuaín. El portero fue con todo a darle al delantero, y mientras muchos pedían falta -que en rigor habría sido penal- o al menos una tarjeta para el cuidapalos, el juez Rizzoli sólo pitó una falta en ataque, generando más reclamos desde el banco y las tribunas albicelestes.

Como toda final, la tensión se respiraba en cada rincón. Más cuando el partido llegó a la prórroga y alguno de los equipos se arrimaba al área rival.

El gol alemán hizo explotar a los hinchas brasileños. Como una muestra de rabia reprimida, sin importar la dignidad, la idea del público local era burlarse del sufrimiento argentino, y Götze les dio esa posibilidad, que aprovecharon sin complicarse demasiado.

Fue en el tanto que definió el encuentro que la locura también se desató en el banquillo de la Mannschaft. Los suplementes y el cuerpo técnico corriendo alocadamente por el campo de juego, sin guardarse nada en la celebración, como si no quedara tiempo en el reloj. Pero como que sabían que con eso bastaría y sobraría para la cuarta vuelta olímpica.

Al final, en una de las catedrales del fútbol mundial, la máxima fiesta tuvo todos los aderezos para recordar, por cuatro años, el partido que cerró Brasil 2014 y que coronó a los mejores del torneo.

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