Los Fabulosos Cadillacs celebraron a la hinchada en el Club Hípico
No la podían dejar pasar. Menos cuando muchas de sus canciones ilustraron por años resúmenes futboleros y perfiles de algunas de las estrellas de la "Roja de todos" (la canción Matador y Marcelo Salas sin ir más lejos). "Están contentos guachos, ¿eh?", preguntó Vicentico aludiendo a lo inevitable, a la alegría de todos, al único tema del fin de semana largo: la clasificación de Chile al Mundial de Sudáfrica. "Está bien ché, no nos queda más que felicitarlos. Nosotros, en cambio, tenemos que esperar", lanzó el todavía magnético vocalista a la altura de la medianía del concierto.
No pudo ser más coyuntural, una coincidencia más afortunada. La verdad es que ni planeado hubiera sido mejor. El retorno de Los Fabulosos Cadillacs a Santiago (retorno, porque en 2008 se juntaron para hacer disco y gira después de seis años de receso) terminó siendo la mejor fiesta posible para el mundo futbolero, para la hinchada chilena que por estos días sólo quiere descorchar botellas y soñar sueños de fútbol y de once contra once. Cincuenta y tres mil personas llegaron con ese ánimo hasta el Club Hípico y el asunto terminó como era de esperar: con coros de estadio y carnaval toda la vida. Con galerías repletas hasta las banderas y ganas de baile.
Con los Cadillacs "tocando para vos" la fiesta se acercaba a su fin a eso de las once y cuarenta de la noche. Pero nadie se quejaba por lo poco, porque la celebración había empezado temprano, a las siete de la tarde cuando los locales Chico Trujillo salieron a la cancha reclamando localía con su combo exquisito de cumbia chilena y agite etílico. Los Tres, el número que siguió en la lista, también aludió a la "Roja" de Bielsa y dedicó cuecas a la clasificación. Las pantallas que replicaban lo que pasaba arriba de la tarima a esa altura funcionaban a medias. Cero alusión al estado de las cosas, pero Alvaro Henríquez, para ser gráfico, se veía doble.
Las cosas técnicas mejoraron con el paso de la noche y vino el entretiempo, y los Cadillacs salieron a hacer su juego. Con más oficio y canciones de rotunda naturaleza latina como Matador, Mal bicho y Saco azul. O la nueva versión en clave bailanta de Padre nuestro, que califica como un nuevo hit en la carrera de un grupo que evolucionó del mundo adolescente de un ska primario a melodías de mayor complejidad técnica y mayor peso social. La escena era de poleras revoloteando en el aire y de bengalas en la Cancha vip. La noche estaba para fiesta y los Cadillacs (que aprovecharon el envión de su masiva convocatoria y anunciaron nuevo concierto para el 3 de diciembre en el Movistar Arena, que será el final de la gira Satánico Pop Tour) cumplieron con la promesa histórica. Con esa que arrastran desde los 90 y que sigue siendo actual y contagiosa. Esa del carnaval toda la vida, siguiendo la luna, toda la noche.
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