Los matices del primer mes de los refugiados sirios
Han pasado 31 días desde que el grupo de 66 acogidos, provenientes del Líbano, pisó suelo chileno. La adaptación ha sido lenta y con algunos tropiezos. "Solo queremos integrarnos a la sociedad", asegura uno de ellos. En el Programa de Reasentamiento advierten que estaban preparados para dificultades. Caseras y estructurales. Como sea, para los recién llegados las ganas de una nueva vida siguen intactas.
Ha pasado un mes, 31 días exactos, desde el arribo de los 66 refugiados sirios que viajaron desde el Líbano a Chile para iniciar una nueva vida, lejos del conflicto armado que afecta a Medio Oriente. Llegaron con maletas y urgencias. Hoy, tras el primer mes de adaptación al idioma, a la cultura y al clima, entre otros aspectos, las familias muestran matices respecto de su conformidad con el programa.
Los temas van de lo estructural y macro hasta detalles hogareños. El acceso a la salud pública, la decoración del living, los quehaceres de un día normal y el tiempo libre son algunos de los puntos que han despertado alertas en los distintos actores involucrados en el Programa de Reasentamiento, financiado por el gobierno de Chile y la comunidad internacional, a través de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y coordinado por la Vicaría Pastoral Social Caritas.
"No he visto otras personas mejores que los chilenos", dice emocionado Farhat Abdallah, en conversación con La Tercera. Con la ayuda de una intérprete dispuesta por el programa, el hombre cuenta cómo él, junto a su esposa Zeinab Abdel Hamid, sus dos hijos y su hermano menor Mohamed, han sobrellevado estas primeras semanas en la comuna de Macul, su nuevo barrio.
Sin duda, el poco manejo del idioma ha sido uno de los mayores impedimentos para su adaptación. Sin embargo, esta familia ha encontrado distintas formas para adquirir autonomía. Según cuenta el hombre del hogar, los vecinos, y en general la gente del sector, los han ayudado mucho.
"Cuando queremos comprar algún alimento, tomo el teléfono y pongo alguna palabra en el traductor; luego, en la calle o el supermercado le pregunto a la gente cómo se pronuncia. Siempre me han ayudado", dice.
Su esposa Zeinab ha aprendido más rápido el idioma. "Ella está mucho mejor que yo con el español", reconoce. No obstante, cuatro veces a la semana toda la familia se traslada hasta el campus Juan Gómez Millas, de la U. de Chile, donde asisten a clases.
Lo anterior ha sido una de las prioridades impuestas por el programa. Aurelia Ballcels, jefa de la sección Refugio y Reasentamiento, del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), del Ministerio del Interior, explicó que "una de las lecciones del programa palestino, y que nosotros le planteamos a ellos en el Líbano, es que el aprendizaje del idioma es la herramienta previa a cualquier cosa. Es vital. Solo una vez que manejen el idioma podrán tener una mayor y mejor inserción laboral y autonomía".
Ya hay un equipo sicosocial de la Vicaría de la Pastoral Social, de la Iglesia Católica, que está analizando cuáles son los conocimientos y competencias de los refugiados, en términos de oficios y profesiones, para comenzar a preparar su integración al mercado de trabajo.
En Siria, Farhat y su familia tenían un negocio donde vendían pizzas, pan y otros alimentos. Con algo así en Chile, Farhat dice que sería totalmente feliz.
Sin embargo, se toma las cosas con calma. "Nunca en mi vida había escuchado nada de Chile. No sabía ni siquiera dónde estaba, solo me había metido al computador y vi algunas fotos, pero del pueblo chileno, nada". Eso sí, añade que "nos hemos sentido muy seguros y tranquilos. Ahora, lo único que nos interesa es integrarnos en la sociedad".
En este mes, ya han probado la gastronomía local y visto fotos y videos de celebraciones en el país. "Una vecina nos mostró en su computador cómo es el Año Nuevo aquí. Las luces y los fuegos artificiales que caían por la noche nos llamaron mucho la atención, son muy bonitos", sostiene.
Aguas más complejas
"Agradecemos esta llegada al pueblo chileno, agradecemos este recibimiento y esperamos que nosotros también respondamos a esta acogida que estamos recibiendo del pueblo y el gobierno chileno. Estamos muy felices de estar acá, muy agradecidos de este recibimiento". Esas fueron las primeras palabras del sirio Saeed Ataklin cuando llegó a Chile, en calidad de refugiado, el 12 de octubre pasado.
Hoy, a un mes de su arribo, su impresión ha cambiado: "No estamos bien. Estamos esperando las promesas del programa, cuando los llamamos siempre nos dicen mañana", señala, también en conversación con La Tercera.
El hombre, de 30 años, se encuentra acompañado de su esposa Rita Yacout, de 28; su cuñada Youmna Yacout, de 38, y dos hijos pequeños. Él, de religión musulmana, y ella, cristiana. Saeed cuenta que trabajaba como sastre cuando conoció a Rita, quien se desempeñaba como peluquera en Alepo. La pareja llevaba una vida normal hasta que estalló la guerra y tuvieron que huir al Líbano. Desde entonces ha ejercido diferentes oficios y en la actualidad se presenta como tatuador.
Saeed cuenta que el departamento, arrendado por el programa de reasentamiento, contaba con una mesa de comedor, sillas -que tuvo que reparar en algunas ocasiones- y un televisor. A esto se han sumado regalos de un amigo, quien les obsequió un sillón, un colgador de ropa, protecciones para el balcón -que debe tener por sus dos hijos pequeños- y una estufa para los días fríos.
"No nos ayudan con nuestras necesidades básicas, solo nos dan promesas. Nos sentimos abandonados", señala desilusionado. Y añade que "vamos a las clases de español y volvemos, no hacemos nada más en el día". También acusa largos tiempos de espera en el sistema de salud público cuando uno de ellos tiene dolencias.
Delfina Lawson, jefa nacional de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), explica que el primer mes de adaptación es el más complejo. Por lo mismo, sostiene que "es normal que se manifiesten necesidades de hacer algunos ajustes durante el primer período. Eso pasa en todos los programas de reasentamiento, no solo en Chile".
En los primeros 31 días, añade Lawson, "ellos tienen que ajustar sus expectativas y el programa debe acomodar sus objetivos a las necesidades de los refugiados. Nosotros estábamos preparados para esto. Sabíamos que no iba a ser fácil en todos los casos".
Eso es lo que ha sucedido con Saeed y su familia. Con un escueto español y ayuda de un traductor telefónico, el hombre cuenta que le gustaría trabajar como tatuador, electricista o arreglando muebles. Su esposa y su cuñada también manifiestan las mismas intenciones. No obstante, explican que "solo tomamos taxi hasta la casa. No sabemos ir a ningún otro lado". Eso coarta sus ganas.
Entre otras dificultades, Rita agrega que los precios de elementos básicos, como pañales y la leche de sus hijos, son muy caros.
Respecto de eso, Aurelia Ballcels relata que pese a que han acompañado a los refugiados a lugares como la feria, para que sepan dónde ir a comprar, "parte de su inserción en la sociedad es que ellos puedan ir al supermercado y ser capaces de elegir cosas, vitrinear y hacer una vida de casa. El equilibrio del programa está en entregar las herramientas, pero también autonomía".
El alcalde de la comuna, Gonzalo Montoya, explica que pese a que algunas familias han evidenciado malestares, como las supuestas demoras en el acceso a la salud, "en líneas generales, la mayoría de las familias están cómodas. La comunidad ha tomado un rol protagónico, los han acogido y acompañado mucho".
V Región
En Villa Alemana reside la familia de Eiman y Midia, quienes también llegaron hace un mes al país, junto a sus dos pequeñas hijas. Ellos son una de las siete familias que fueron reasentadas en la comuna de la V Región.
"Estamos felices porque aquí es un lindo lugar y la gente también. Yo hago esculturas y muebles (muestra su trabajo por fotos), todo está muy bien, la casa también, pero el idioma es complicado, no entendemos, estamos estudiando", comenta Eiman.
La ansiedad por aprender y obtener un trabajo pronto es notoria. La pareja decidió tapizar las paredes de su casa con el alfabeto español y con dibujos con sus nombres. Así esperan obtener resultados más rápidos.
Además, para mejorar el proceso de adaptación, el presidente de la Sociedad de Beneficencia Siria, Adolfo Numi, comenta que, como comunidad, han tratado de facilitar la adaptación con algunos obsequios.
"El fin de semana pasado estuvimos en las casas de todos ellos, llevándoles algunas cosas que necesitaban, como alfombras de nuestro estilo y utensilios que no son comunes en Chile. También cosas de cocina. Esto, más que nada, producto de temas culturales", explica.
La próxima semana, los niños también comenzarán con clases de español a cargo de parvularias.
Así, poco a poco, los miembros del programa esperan que las familias completas se acostumbren, sin prisa, a esta nueva realidad.
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Farhat Abdallah junto a su esposa Zeinab Abdel Hamid y sus dos hijos[/caption]
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El frontis de uno de los condominios de Villa Alemana, en la V Región, donde reside una de las familias sirias.[/caption]
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