Para los niños con riesgo de desarrollar una psicopatía la risa no resulta tan contagiosa
Analizando cómo el cerebro reaccionaba frente a la risa y llanto ajeno, los expertos pudieron descubrir los indicadores y el riesgo que puede tener un niño para desarrollar una psicopatía de adulto.
De acuerdo a una nueva investigación desarrollada por un equipo de expertos del University College London, existe una forma de detectar si un niño tiene riesgo de desarrollar una psicopatía cuando adulto, y según el estudio, la clave estaría en la risa
"No es apropiado etiquetar a los niños como psicópatas", señala la autora de la investigación Essi Viding, en un comunicado. "La psicopatía es un trastorno de personalidad de adultos. Sin embargo... hay algunos niños que tienen un mayor riesgo de desarrollar una psicopatía, y hemos encontrado las características que indicarían ese riesgo".
Según la investigación, los individuos con riesgo de psicopatía muestra una conducta disruptiva persistente y características de insensibilidad y poca empatía.
Para descubrir si esa baja empatía podía ser detectada en niños, un equipo de psicólogos reunió a 62 menores con conductas sociales disruptivas y con características de insensibilidad. Como grupo de control utilizaron 30 niños con comportamiento regular y con una habilidad cognitiva, nivel socioeconómico y etnia similar.
Utilizando además un escáner de resonancia magnética para analizar cómo reaccionaba el cerebro, los expertos hicieron que los niños escucharan sonidos de risa genuina, risa falsa y ruidos de llanto. Luego, se les preguntaba que evaluaran cada grabación dependiendo de cuántas ganas tenían de "unirse" al sonido ya sea riendo o llorando.
De acuerdo a los resultados del estudio, a diferencia de los niños con comportamiento regular, los niños que tenían conductas disruptivas con altos rasgos de insensiblidad sentían menos ganas de reír con las grabaciones.
Todos los niños tuvieron actividad cerebral en varias partes del cerebro con la risa genuina, incluyendo en la corteza auditiva, área en donde los sonidos son procesados. Sin embargo, surgieron algunas diferencias: Los niños con comportamiento disruptivo e insensibilidad tenían menor actividad cerebral en las áreas de la corteza insular y en el área motora suplementaria. Ambas regiones son las encargadas de facilitar el resonar con las emociones de otros y acompañarlos al reír.
Los niños que presentaban comportamiento disruptivo pero con bajos niveles de insensiblidad mostraban algunas diferencias también, pero no tan pronunciadas.
"Las señales sociales que automáticamente nos dan placer o nos alertan de la angustia de otros no son registradas de la misma forma por estos niños", indica la experta. "Esto no significa que estos niños están destinados a convertirse en antisociales o peligrosos, sino que este descubrimiento nos entrega nueva información de por qué a menudo (estos niños) toman decisiones distintas a las de sus pares. Estamos recién comenzando a entender cómo los procesos pro-sociales de comportamiento difieren en estos niños. Entenderlo es esencial si queremos mejorar los actuales enfoques de tratamiento para los niños afectados y sus familias que necesitan nuestra ayuda y apoyo".
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