Manuel Barrientos: el base que mira a las estrellas

A los 22 años, el jugador de Universidad Católica destaca por su talento para encestar y por su nivel académico como estudiante de Astronomía, carrera que finalizará a fin de año.




El viento tibio pega fuerte en la cara. El silencio se llega a escuchar y la tranquilidad es única. A 1.450 metros sobre el nivel del mar, un muchacho intenta mirar las estrellas. Un telescopio es su fiel compañero, mientras sueña con descubrir qué hay más allá. Sus ojos denotan emoción.

El Observatorio Docente de la Universidad Católica, ubicado al interior de la Hacienda Santa Martina, en Lo Barnechea, es uno de los sitios donde Manuel Barrientos se siente más feliz. Los otros, son su casa en Ancud y el gimnasio del Club Palestino, lugar en el que el equipo de básquetbol de la UC juega como local en la Liga Nacional.

Con 22 años, este joven chilote tiene dos pasiones: la astronomía, carrera en la que está cursando el último semestre, y el baloncesto, donde es uno de los mayores proyectos de los cruzados.

El base es un especialista en triples, pero también es un enamorado de la Teoría de la Relatividad y de otros misterios de la física. En esa área tiene a sus favoritos bien marcados: "Por un lado está (Albert) Einstein, por todo lo que involucra su Teoría de la Relatividad. Eso me marcó harto en la universidad, porque me di cuenta de que me gustaban de verdad la ciencia y la física, gracias a los cursos que trataban específicamente ese tema, ya que notas que nada es como lo que parece ser. Y, como astrónomo, admiro a Carl Sagan por todo lo que hizo. Por ejemplo, la serie Cosmos está basada en sus investigaciones".

Su amor por el universo lo descubrió a corta edad. "Desde chico tenía cierta obsesión con la astronomía. Tenía curiosidad, y en el colegio era bueno para física y matemáticas. Siempre tuve el bichito de la ciencia", confiesa.

La veta científica viene por su madre, profesora de matemáticas, mientras que la pasión por encestar es responsabilidad de su padre, camionero y también basquetbolista. Además, en la Isla Grande de Chiloé todo gira en torno a este deporte.

"En mi barrio los vecinos se juntaban a jugar el fin de semana. Crecí viendo eso y de ahí partió todo. Entonces, para motivarme, mi papá me construyó un aro y lo colgó en un poste. Me decía: 'Si echas 50 adentro, te paso dos lucas para que vayas a jugar PlayStation donde quieras'. De ahí, le agarré el gustito y no paré", recuerda.

Como tenía condiciones, a los 11 años pasó a las divisiones menores de Ancud, donde participó en todas las categorías hasta llegar a adulto. Así, jugó la Libsur e integró una preselección chilena. Pronto había que tomar decisiones para el futuro.

"Estando en cuarto medio y pensando en la universidad, tenía que ver qué iba a hacer. Nunca quise dejarme llevar por una de las dos cosas, sino que siempre quise hacer las dos. Tenía claro que iba a jugar y estudiar", relata. De ese modo, podía satisfacer los deseos de sus padres.

Pudo ingresar a estudiar Odontología en la Universidad de Concepción. Sin embargo, su deseo era claro: seguir Astronomía y en la Universidad Católica. "Siempre quise entrar a la Católica porque desde chico veía a jugadores como Mike Elliot, (Felipe) Contreras o 'Shaq' Díaz que jugaban y estudiaban a la vez", sostiene.

"Cuando di la PSU me enteré del cupo deportivo que dan a preseleccionados o seleccionados chilenos de una disciplina. Después de dar la prueba, me comuniqué con Ricardo Sandoval, que era el entrenador de la Universidad y discípulo del Mono (Miguel Ureta). El tenía llegada directa con él", apunta.

Sin embargo, el debut recién se produjo en 2014. "Me mantuve en contacto con el club. Pero para privilegiar mi desarrollo como jugador, sólo jugué por el equipo de la universidad entre 2011 y el año pasado. Ahí quise dar el salto al club, porque antes no me sentía preparado para estar ahí. Y ellos se han portado muy bien: me acogieron cien por ciento y me ayudan económicamente".

Los agujeros negros

El cambio fue drástico. De un día para otro, Manuel dejaba atrás la apacible vida de Ancud para incorporarse a la vertiginosa rutina de la capital: "Acá en Santiago es todo mucho más rápido. Allá te saludas con todos, mientras que acá cada uno está en una burbuja y eso choca un poco. Por otra parte, las distancias son distintas. Allá caminaba 10 minutos y llegaba a cualquier parte de la ciudad, mientras que acá me demoro 10 minutos en llegar al Metro. Además, vivir solo involucra administrar tu plata, manejar los tiempos y aprender a cocinar".

Justamente en esto último descubrió un nuevo talento: "Soy bueno para cocinar todo tipo de carnes: rojas, pollo... Reconozco, eso sí, que al principio comía muy mal, algo típico de los universitarios, que comen arroz, fideos y otros carbohidratos. Pero luego me empecé a dar cuenta de que mi cuerpo no estaba respondiendo al nivel de los entrenamientos, por lo que tuve que cambiar mis hábitos".

El comienzo en el aula no fue fácil. "Allá iba en un colegio municipal y me costó adaptarme a la universidad. Me eché Cálculo 1, pero de ahí en adelante me fui como avión", admite.

Cuando termine sus estudios de pregrado, ya sabe qué hará: "Tengo pensado hacer el magíster en astrofísica y, cuando esté en el doctorado, me gustaría seguir los temas que más me llaman la atención, que son la materia oscura, las supernovas y, sobre todo, los agujeros negros, por la incertidumbre y porque no hay nada concreto sobre ellos".

Por supuesto que en la cancha también hay sueños. "Quiero llegar a la Selección, soy joven y tengo mucho que aportar", sostiene el base, quien admira a los estadounidenses Carmelo Anthony y Russell Westbrook y al chileno Evandro Arteaga, sobre quien afirma: "Somos jugadores muy similares, ambos somos chicos -yo mido 1,70 m.-, y es un tirador igual que yo. Me gusta mirarlo para aprender de él".

Además, confiesa su afición por los juegos online, como el League of Legends; también le gusta escuchar house music y reggaeton, y advierte, entre risas: "Soy un siete bailando".

El tiempo se termina. Es hora de partir rumbo a la cancha, el lugar donde buscará ser una estrella.

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