Los momentos clave en la vida de Fidel Castro

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Hijo de un español latifundista, Castro se convirtió a los 26 años en el mayor adversario de Fulgencio Batista. Tras varios fracasos -donde conoció la cárcel y el exilio- en enero de 1959 entró triunfante a La Habana. Desde entonces gobernó con mano de hierro y por casi medio siglo a la isla caribeña. Luchó contra Estados Unidos, fue protagonista de una cuasi guerra nuclear y se convirtió en el gran exportador de revoluciones en América Latina. También vivió la soledad política y su país se empobreció en los 90 y, al final, encontró un nuevo aliado.




El hijo de un hacendado español y una campesina

El gallego Angel Castro desembarcó en La Habana en 1899 sin un centavo en los bolsillos. Analfabeto, pero hábil, trabajó como obrero en las minas y luego en la construcción de un ferrocarril. Al poco tiempo se estableció en el extremo oriental de la isla, montó una pensión y se casó con la hija de un empleado de la United Fruit Company, con quien tuvo dos hijos. La vida comenzaba a sonreírle. Incluso, en dos ocasiones se ganó la lotería. Como contratista de la empresa estadounidense, Angel acumuló una gran fortuna, pero su vida matrimonial era un fracaso. A los 47 años se fijó en una joven criada de 16 años que trabajaba en su propiedad. Angel pidió su mano, pero el padre de la campesina se negó. "¡Aunque me cueste la hacienda yo me la llevo!", replicó Castro, quien finalmente convirtió en su pareja a Lina Ruz.

Angel y Lina tuvieron siete hijos, al tercero de lo cuales llamaron Fidel. Nacido según los registros en 1926 -aunque en realidad vio la luz un año después- Fidel, a quien apodaron "Titín", tuvo una infancia tranquila junto a sus hermanos en la enorme finca de su padre en el municipio de Mayarí. A los cuatro años comenzó a asistir a la escuela pública de Birán, pero al cumplir seis fue enviado junto a su hermana Angela a Santiago de Cuba para recibir una mejor educación. Alumno del Colegio Hermanos La Salle, posteriormente se cambió al Colegio de Dolores, administrado por los jesuitas y donde estudiaba la clase alta de Santiago. En 1942 continuó sus estudios en el colegio Belén de La Habana, el mayor de la orden jesuita.

Destacado en el básquetbol y la natación, muy luego el joven Castro empezó a interesarse en la política y descolló por su facilidad para disertar. Tras finalizar el bachillerato, y ya con ideas revolucionarias y una ascendente afición literaria, ingresó a la prestigiosa Universidad de La Habana a estudiar Derecho. Medía 1,83 metros y pesaba 82 kilos.

Un año después, en 1946, formó su primer grupo político: Los Manicatos (Manos Duras), y fue elegido tesorero de la Asociación de Estudiantes de Derecho. El joven prácticamente no asistía a clases. Rápidamente y con gran habilidad, ganó posiciones políticas al enfrentarse a un candidato de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) apoyado por el gobierno de Ramón Grau.

A los 21 años y debido a las constantes amenazas del medio en que se movía, comenzó a portar una pistola Browning de 15 balas. También participó en la fundación del Partido del Pueblo Cubano y lideró el Comité Pro Democracia Dominicana, para derribar a Leonidas Trujillo. Como parte de una fallida acción para derrocar al líder dominicano, se arrojó solo en una balsa y nadó dos kilómetros para intentar alcanzar suelo dominicano. Luego fue enviado a Colombia como delegado estudiantil y presenció el llamado "Bogotazo".

Fue en esa época cuando conoció a Mirta Díaz Balart, estudiante de filosofía, quien se convertiría en su primera esposa. Poco después, en 1949, nació su primer hijo y un año más tarde recibió su diploma en Leyes.

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Entrada triunfal a La Habana

En la mañana del 8 de enero de 1959 una multitud comenzó a agolparse en el malecón de La Habana. A las tres de la tarde, Fidel Castro, de 32 años, entró triunfante a la ciudad montado en un tanque. Se había demorado una semana en llegar a la capital desde el otro extremo de la isla donde combatía, después de que el gobernante Fulgencio Batista huyó del país acosado por el Ejército Rebelde.

En La Habana, el líder guerrillero abordó un jeep y rodeado por la multitud se dirigió hacia el palacio presidencial para saludar al presidente provisorio, Manuel Urrutia, y dar un discurso desde la terraza del palacio. "¿Voy bien, Camilo?", le preguntó a Cienfuegos en medio de su alocución, a lo que el carismático comandante asintió. Poco después, una paloma blanca se posó sobre el hombro de Fidel y el pueblo quedó completamente seducido.

Su entrada en La Habana, que dio inicio a un gobierno que duró casi medio siglo, se produjo después de seis años de lucha política, donde inicialmente sólo cosechó fracasos. A los 26 años, en 1953, Castro había intentado atacar el cuartel Moncada en Santiago de Cuba junto con 135 hombres. Estaba seguro que tras la caída del cuartel, el oriente de la isla respaldaría la acción para acabar con el régimen de Batista. Sin embargo, Castro fue atrapado por las fuerzas del Ejército y terminó preso en Isla de Pinos. Fue en esa ocasión cuando Fidel asumió su propia defensa con su célebre alegato "La historia me absolverá", donde expuso el programa político del nuevo Movimiento 26 de julio (M-26).

Tras algunos años en prisión, la pena fue conmutada por la de exilio y Castro partió a México, donde conoció a Ernesto Guevara. Desde allí organizó una segunda operación que pasaría a formar parte de la mitología de la revolución cubana. El 24 de noviembre de 1956, Fidel, su hermano Raúl, el Che y otros 79 expedicionarios partieron a bordo del yate Granma desde el puerto mexicano de Tuxpán hacia la zona oriental de Cuba decididos a llevar a cabo un levantamiento en el país.

El Granma era un viejo navío de 12 metros de eslora y con capacidad para 25 personas. Debido al temor de ser descubierto por las patrullas mexicanas y cubanas, al peso que llevaba la nave (82 combatientes y el material para la insurrecición) y un temporal que duró dos días, la navegación fue mucho más larga de lo esperado. Ocho días después, el Granma encalló en una zona pantanosa en el área de Los Cayuelos, perdiendo buena parte de los pertrechos.

Sorprendidos por las fuerzas de Batista, sólo 16 expedicionarios lograron sobrevivir y se adentraron en la Sierra Maestra, mientras las tropas y aviones de guerra los buscaban. Después de varios días, Castro logró reencontrarse con su hermano, Raúl. "¿Cuántos fusiles has traído?", le preguntó Fidel. "Cinco", respondió Raúl, a lo que su hermano contestó: "¡Con los dos que tengo son siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!". Veinte y cuatro meses después lo lograrían, en una lucha armada que llegó a contar con cuatro frentes guerrilleros y que, comandada desde la Sierra Maestra, se extendería de oriente a poniente hasta acorralar a Batista.

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Exportador de revoluciones

Como si las fuerzas centrífugas y centrípetas hubiesen actuado en Latinoamérica con Cuba como centro, tras el éxito de la Revolución los jóvenes del continente, izquierdistas y no tanto, se volcaron hacia la isla como modelo. Castro entendió que podía usar esa fuerza para asentar su influencia en todo el continente y fijar su lucha contra Estados Unidos -a falta de la profundidad estratégica necesaria- en territorios a una mayor distancia de los 150 kilómetros de mar que separan a ambos países y muy lejos de las orillas cubanas. "Castro prepararía hombres y mujeres para derrocar gobiernos, no por los métodos tradicionales de derrota militar o golpe de Estado, sino lanzándose en sentido figurado hacia el alma de la gente del pueblo, desde Guatemala hasta Panamá, de Zanzíbar al Congo-Brazzaville, de Granada a Surinam", escribió Georgie Anne Geyer en su libro El patriarca de las guerrillas, de 1991.

Así, al poco tiempo de tomar el poder Fidel lanzó sus primeros esfuerzos fuera de sus fronteras. El primer objetivo fue  Venezuela, donde apoyó en 1961 a las guerrillas locales. Le siguió Colombia, República Dominicana y luego Guatemala, llegando al punto de que no hay país latinoamericano donde el respaldo cubano a la insurgencia haya estado ausente, con la única excepción de México.  Su objetivo era incomodar a Washington, pero además romper el aislamiento regional, surgido por presión de EE.UU. y ejemplificado por la suspensión de Cuba como miembo de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1962.

Para esta tarea puso al frente a Manuel "Barbarroja" Piñeiro, uno de los principales gestores de los aparatos de inteligencia cubanos, quien asumió la jefatura del Departamento Liberación, responsable de "asistir al movimiento revolucionario latinoamericano". Jorge Castañeda sostiene en su libro La Utopía Desarmada de 1994 que el capítulo más heroico de la epopeya cubana fue en los 60 con los intentos de Piñeiro y la Revolución de atizar el fuego de la revuelta en todo el continente.

La muerte del Che Guevara, y el fracaso de su apuesta guerrillera en Bolivia en 1967 marcó un hito. Sin embargo, el respaldo a los grupos insurgentes se mantuvo y tomó nuevos bríos en 1979 con el triunfo de los sandinistas en Nicaragua. Durante los 80, bajo la tutela de La Habana, el movimiento guerrillero incendió Centroamérica.

Pero el brazo de Fidel también llegó a Medio Oriente, al Lejano Oriente y a Africa, lo que lo erigió en una figura reverenciada por algunos en el Tercer Mundo. Después de una fracasada incursión del Che en tierras africanas en 1965, Cuba mantuvo presencia en Argelia, Guinea Bissau, Mozambique, Uganda y Etiopía, pero sobre todo en Angola. Decenas de miles de isleños lucharon junto al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (Mpla) en una guerra que se extendió entre 1975 y 1989 y que contó con toda la fuerza de la maquinaria bélica soviética. Tras 30 años de actividad, después de la derrota del gobierno sandinista en Nicaragua, el derrumbe de la URSS y el fin del sustento soviético, Castro se retiró a los cuarteles de invierno reduciendo al mínimo la exportación de revoluciones.

Bahía de Cochinos: La batalla que marcó el giro hacia la URSS

"Este es un gran lugar para un desembarco... deberíamos colocar una ametralladora pesada, de calibre 50, ahí, por si acaso", comentó a inicios de abril de 1961  Fidel Castro, al visitar la Ciénaga de Zapata, al norte de Bahía Cochinos, zona también llamada Playa Girón. La suerte acompañó al comandante, ya que 15 días después en ese mismo lugar se dio inicio a la mayor operación de Estados Unidos para derrocar al régimen revolucionario.

Con la ayuda de la CIA y el respaldo de aviones B-52 que atacaron La Habana y las bases aéreas del país, 1.400 miembros de la Brigada anticastrista 2506 -conformada por cubanos exiliados- intentaron desembarcar en la isla. Barcos norteamericanos que habían zarpado desde Nicaragua trasladaron a los combatientes.

Castro movilizó a los milicianos y se desplazó a la zona, un área de pantanos y hábitat de cocodrilos. Durante 68 horas los tanques mantuvieron la defensa, impidiendo a los agresores alcanzar terreno más firme. Mientras, los ocho aviones con que contaba la Fuerza Aérea cubana libraron parte importante de la batalla. Fidel se movía desde el ingenio azucarero el Australia, con el único teléfono de la zona, hacia el teatro de guerra.

Dañados, los barcos que aún se mantenían a flote, iniciaron la retirada dejando a los invasores a su suerte. El 19 de abril, las fuerzas castristas tomaron 1.189 prisioneros  y destruyeron las esperanzas del exilio de terminar con el régimen castrista. Pero el gran resultado de la aventura fue impulsar el acercamiento definitivo entre La Habana y Moscú. Ya antes de Bahía de Cochinos, las relaciones entre ambos se habían estado estrechado a medida que aumentaban las dificultades con EEUU. Washington suspendió su compra anual de 3 millones de toneladas de azúcar cubana, y rompió relaciones. La URSS reanudó relaciones y adquirió 2,7 millones de toneladas de azúcar anuales. Pero "las relaciones se hicieron más estrechas después de Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles", dijo Nikolai  Leonov, general soviético y ex vicedirector del KGB.

1962: A un paso de la guerra nuclear

"Bastardo", "pendejo", "maricón" e "hijo de puta" fue llamado el líder soviético, Nikita Kruschev, por Fidel Castro, y algunos de esos calificativos ocuparon las portadas de los diarios cubanos el 28 de octubre de 1962. La furia de Fidel era incontenible, y pese a que el mundo respiraba aliviado después de 13 días en que el peligro de una guerra nuclear estuvo más cerca que nunca, el líder cubano se negaba a aceptar la tregua de EE.UU. y la URSS, de la cual había sido puesto al marge, pese a que su isla había sido principal protagonista en la aventura.

La Crisis de los Misiles fue el momento más tenso de la Guerra Fría y reveló con crudeza hasta dónde estaba dispuesto a llegar Castro en la batalla ideológica mundial que se libraba. Públicamente, todo comenzó el 22 de octubre de 1962, cuando el Presidente de EE.UU, John F. Kennedy, informó que sus aviones espías habían detectado en Cuba emplazamientos de misiles capaces de llevar cabezas nucleares que podrían atacar a EE.UU. Después reconocería el propio Fidel que había 192 proyectiles "estratégicos" en la isla. Pese a que el alto mando estadounidense le sugirió a Kennedy un bombardeo masivo sobre Cuba, el Presidente -aconsejado por su secretario de Defensa, Robert McNamara- decidió imponer un bloqueo naval. Ello, además de emplazar a los soviéticos a retirar los misiles. Pero Moscú se negó, sostuvo que el bloqueo era una "agresión" y advirtió que sus barcos que se dirigían a las Antillas con ojivas nucleares continuarían rumbo.

En Cuba se aceleraron los trabajos de construcción de las rampas para misiles y la tensión mundial se agudizó. Parecía estar a las puertas de la temida guerra nuclear. Decenas de miles de soldados se movilizaron a ambos lados del estrecho de Florida y el 27 de octubre una batería de cohetes antiaéreos SAM de la isla derribó un avión U2 que volaba sobre Cuba.

El 26 de octubre Castro le envió una carta a Kruschev donde el cubano le manifestó al soviético que "la URSS no debe permitir jamás las circunstancias en las cuales los imperialistas pudieran descargar contra ella el primer golpe nuclear". Era una invitación a que Moscú fuera el primero en apretar el botón atómico, a sabiendas que Cuba sería inmediatamente borrada de la faz de la tierra.

"Creíamos que era inevitable el conflicto. Y estábamos muy decididos a aceptar ese riesgo. Nosotros no íbamos a ceder. Estábamos en nuestro derecho de defender nuestra soberanía nacional", recordó Castro en Biografía a dos voces. Treinta años después, en 1992, el propio McNamara viajó a la isla y se reunió con Castro, a quién le preguntó directamente si en caso de un ataque norteamericano le habría recomendado a Kruschev usar los misiles atómicos. La respuesta afirmativa dejó anonadado al estadounidense.

Pero, tras el derribo del avión, Castro fue dejado al margen de las conversaciones y Kruschev estableció un diálogo con Kennedy, donde se acordó el retiro de los misiles de Cuba a cambio de que EEUU. sacara sus cohetes Júpiter de Turquía. Era el 28 de octubre, y pese a que el pacto incluía el compromiso formal de que Washington no atacaría Cuba, Castro quedó con un sabor a derrota.

Purga y Período Especial

En julio de 1989, cuando los vientos de la Perestroika golpeaban las costas de Cuba y la noticias sobre el fin de los regímenes comunistas en Polonia y Checoslovaquia remecían a La Habana, en un potrero cercano a la base aérea de Baracoa, al oeste de La Habana, fueron fusilados el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia, junto a otros dos uniformados, condenados por narcotráfico y enriquecimiento ilícito. Se trató del final de la llamada Causa Número 1, hombres muy cercanos a Fidel Castro al paredón. El propio gobernante aprobó los fusilamientos, argumentando que nadie podría volver a creer en la Revolución si no se le aplicaban las penas más severas.

Entre las verdaderas razones de los fusilamientos no ha habido unanimidad. Una es que el gobierno norteamericano tenía evidencias claras de operaciones de narcotráfico, de las cuales Fidel Castro estaba enterado, y que envió a sus hombres a la muerte aparecer como un jefe de Estado decidido a combatir esos delitos. Sin embargo, la que más tomo fuerza es la que se refiere al movimiento de Castro para dejar claro que no toleraría de ninguna manera una Perestroika en Cuba, para lo cual envió al paredón a un militar como Arnaldo Ochoa, definitivamente influenciado por los aires que llegaban desde la URSS. Incluso el descabezamiento del Ministerio del Interior -cuyos oficiales se mostraban abiertamente partidarios de los procesos de reformas- apunta a esa línea.

Según el escritor Norberto Fuentes, el escritor favorito del régimen cubano hasta la Causa Número 1 "Castro utilizó al general Ochoa, a De la Guardia, y a otros altos funcionarios del ministerio del Interior como chivos expiatorios con un doble propósito: lavar la imagen de la revolución y acabar con la Perestroika para siempre".

Pero las noticias provenientes de Europa Oriental no cesaron y el 9 de noviembre cayó el muro de Berlín, hecho que marcó el comienzo del desplome del resto los países socialistas. El régimen castrista entró en una fase de alto riesgo para su sobrevivencia y 25 meses después, en diciembre de 1991 los peores temores de Fidel se cumplieron: la Unión Soviética, firmó su disolución, con lo que la subvención anual soviética para Cuba de US$ 5 mil millones.

Así, el líder cubano inició los años más difíciles y solitarios de su gobierno. Había perdido a importantes aliados continentales, como Daniel Ortega, en Nicaragua. Y Europa Oriental había dejado de ser el principal destino de sus exportaciones. Bautizado como "Período Especial", la aguda crisis económica produjo altos niveles de desabastecimiento, cortes de energía sistemáticos y una brusca caída en el nivel de vida de los cubanos. Las importaciones a Cuba se redujeron en un 75%, la isla perdió casi todo el mercado para la exportación de sus principales productos. Tan grave fue la crisis que entre 1990 y 1993 el PIB de Cuba se contrajo un 36%.

Castro, entonces, optó por una nueva forma de obtener ingresos: el turismo. Por primera vez en cuatro décadas el gobierno permitió que compañías extranjeras compraran una participación del 50% en hoteles de sus paradisíacas playas. La apertura al turismo trajo una agudización de las diferencias sociales, con tiendas exclusivas en dólares y lugares vetados para los cubanos, y en La Habana floreció la prostitución. Eso sin contar la crisis de los "balseros" de 1994, una jugada política de Castro para presionar a Washington.

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Fidel se saca el uniforme

Acomienzos de los 90 fueron muchos los que creyeron que presenciaban el principio del fin del régimen castrista. Sin embargo, en julio de 1991, en Guadalajara, México, se produjo la primera Cumbre Iberoamericana, que le abrió las puertas a La Habana para salir de la "incomunicación" y donde Fidel desplegó todo su talento histriónico. También allí el líder caribeño volvió a establecer relaciones con los países que habían dejad atrás los años los regímenes militares y autoritarios.

Ese fue el comienzo de una nueva etapa de Castro. Reestableció contactos con Colombia y Chile, y al finalizar la cita de México se encargó de destacarlo como el primer encuentro de los países iberoamericanos "sin que nos convoquen otros", en una directa alusión a EE.UU. Así, Fidel se abrió a la era de reuniones continentales, citas regionales y asunciones presidenciales. Estableció un pacto tácito de cordialidad mutua, incluso entre los gobernantes más distantes políticamente como el argentino Carlos Menem o el panameño Guillermo Endara. Y aunque a Guadalajara arribó con su tradicional uniforme verde olivo, a partir de 1994 comenzó a vestir de traje y corbata para cada ocasión, en una muestra de que, al menos formalmente, se abría al entendimiento diplomático y dejaba de lado su rol de impulsor de revoluciones.

Los 90 también estuvieron marcados por un mayor apaciguamiento en las relaciones de La Habana con EE.UU. Con Bill Clinton en la Casa Blanca parecieron quedar atrás los duros años de la era Reagan. Incluso, en 2000 Castro y Clinton se saludaron durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, un hecho inédito en la relación de ambos países.

Pese a ello, tres hitos trastocaron estas aparentemente serenas relaciones. En julio de 1994, Castro forzó a Washington a aceptar un acuerdo migratorio, al desatar la "Crisis de los balseros". La simple orden del gobierno cubano a la guardia costera de no impedir la salida de balsas desató una gigantesca ola de migraciones rumbo a Estados Unidos. Cerca de 40 mil isleños hicieron la travesía por el estrecho de Florida, poniendo en aprietos a Clinton. Según las memorias del ex Presidente de EEUU, el escritor Gabriel García Márquez fue el mensaje de ambos gobernantes. Dos años después, dos avionetas de la organización anticastrista "Hermanos al rescate" fueron derribadas por cazas MiG cubanos cuando volaban dentro o cerca del espacio aéreo cubano. En respuesta, y con el objetivo de ganar el favor de los votantes cubanoamericanos, Clinton promulgó la Ley Helms-Burton contra la isla. Sin embargo, el mandatario estadounidense retrasaría una y otra vez la entrada en vigencia de los aspectos más duros de la iniciativa.

El caso del niño Elián González se convirtió en el tercer factor de crisis de la década de los 90. A finales de 1999 un menor de seis años fue rescatado en el mar frente a Florida, después de que su madre muriera intentando llegar a EEUU. El caso derivó en una batalla frontal entre regimen cubano, que apoyaba al padre del niño, residente en Cuba y quien lo reclamaba, y el exilio de Miami, que sostenía que Elián debía criarse con sus parientes de Estados Unidos porque había sido el último deseo de su madre. El gobierno de Clinton aplicó las leyes federales y devolvió a Elián al cuidado de su padre. La contienda tuvo su efecto político meses después, cuando el candidato demócrata Al Gore perdió la Presidencia de Estados Unidos por un puñado de votos en Florida.

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Las visitas papales de Juan Pablo II y Benedicto XVI

Muchos creyeron que Fidel Castro jugaba con fuego al invitar a Juan Pablo II a Cuba. Eso considerando el rol que el Papa polaco jugó en eso tras la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este. Fidel, aprovechando una cumbre de la FAO en Roma en noviembre de 1996, fue recibido por el Pontífice durante 35 minutos, ocasión en que el gobernante caribeño invitó entusiastamente a Karol Wojtyla a visitar la isla. El viaje a Cuba se concretó entre el 21 y el 25 de enero de 1998. Durante su recorrido pronunció la frase "que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades, y que el mundo se abra a Cuba" y el Papa estuvo en La Habana, Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba.

Al igual que en su encuentro en Roma, Castro dejó su ropa de comandante en jefe y se vistió con un terno oscuro, y se mostró llamativamente respetuoso de los protocolos. De hecho, pareció que hubiese desempolvado todos sus recuerdos religiosos, de sus años como estudiantes en los colegios jesuitas de Santiago de Cuba y La Habana. Incluso meses antes de que el Pontífice descendiera del avión en el Aeropuerto José Martí, en La Habana, Castro permitió que se celebrara una misa al aire libre en la Plaza de la Catedral, de la capital, y decretó feriado el día de Navidad, hechos inéditos desde los primeros años de la revolución. Fidel recibió a Juan Pablo II en La Habana y también se hizo presente en la multitudinaria misa en la Plaza de la Revolución, ahí donde está la imagen del Che Guevara, oportunidad en que el gobernante cubano dejó todo el protagonismo al Pontífice.

Muchos creyeron ver en la apertura ordenada por la visita del Papa como el comienzo del resquebrajamiento del régimen, tal como había pasado en el Viejo Continente. Pero Juan Pablo II no alcanzó a ver el fin de ese régimen comunista (falleció en 2005) y fue el mismo régimen el que recibió al sucesor de Karol Wojtyla: Benedicto XVI, entre el 26 y el 28 de marzo de 2012. Eso sí, el gobierno era dirigido esta vez por Raúl Castro. De igual forma Joseph Ratzinger recibió a un anciano Fidel Castro.

El lugar escogido no deja de llamar la atención. Fue en la Nunciatura Apostólica, para dejar en claro que era el Papa quien recibía a Fidel. Fidel Castro llegó antes y tuvo que esperar al Pontífice. El ex gobernante cubano estaba acompañado de su esposa, Dalia, y de dos de sus hijos, todos en una llamativa actitud respetuosa, si es que no piadosa. Durante los minutos que estuvieron juntos hablaron de temas ecológicos, culturales, científicos, religiosos. Además, Castro le preguntó al Pontífice por cuestiones de liturgia, por el trabajo de un Papa y por cuestiones de actualidad. Semanas antes de la visita del Papa a Cuba medios italianos especularon con la posibilidad de que Castro estuviese en proceso de reconversión al catolicismo y que aprovecharía la entrevista con Ratzinger para completarlo. Pero nada de eso se confirmó.

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Traspaso del poder y fin de la era

El sábado 23 de junio de 2001, con impecable uniforme verde olivo aunque sin su gorra, el Presidente cubano llevaba dos horas hablando en una tribuna en El Cotorro, en las afueras de La Habana. Sin embargo, de pronto, su cabeza se fue reclinando sobre los micrófonos ante la atónita mirada de los miembros de la seguridad y de los cubanos que lo escuchaban. Segundos después, el líder cubano se desmayó, aunque sus guardias lograron evitar que cayera al piso. Quince minutos después, Fidel reapareció, cuando la masa aún no se disolvía, para explicar que lo ocurrido se debía a la falta de sueño. Este hecho se convirtió en el primer ensayo de la transición.

Cinco años después, este plan se puso nuevamente en marcha. La noche del 31 de julio de 2006 los cubanos, y luego el mundo entero, quedaron atónitos cuando el secretario personal de Castro, Carlos Valenciaga, anunció a través de un mensaje televisado que el gobernante había sido sometido a una intervención quirúrgica para contener una hemorragia intestinal y que por lo tanto delegaba el poder de forma provisional en su hermano Raúl. Por primera vez en 47 años la isla dejó de estar guiada por la mano de Fidel. Mientras el comandante enfrentaba otras dos operaciones sucesivas para tratar de controlar un mal que, según varias versiones era una diverticulitis, el gobierno intentó dar muestras de continuidad bajo el liderazgo de Raúl y un equipo de emergencia. El estilo del hermano menor muy luego se hizo notar: pocas apariciones públicas, medidas pragmáticas. varias reformas y muchas referencias a Fidel marcaron los primeros meses de administración "raulista".

La peculiar "transición" cubana con el Comandante en Jefe vivo se extendió por los años y transcurrió en completa calma. Pese a las infinitas especulaciones sobre el destino de la isla después de Fidel, en los hechos desde que Castro abandonó la Presidencia de Cuba, se impuso un modelo de transición al estilo del chino Deng Xiao Ping. Esto significó que el líder natural se retiró de la la primera línea del poder, pero continuó tomando las decisiones clave tras bambalinas. Pero en el experimento cubano, Raúl Castro fue postergando cada vez más a su hermano Fidel, dejándolo apenas como un comentarista de asuntos internacionales, siempre y cuando no complicaran la agenda de su gobierno. Incluso a mediados de 2012 dejó de escribir en forma periódica sus "reflexiones", la última señal de sus actividad, aparte de una que otra reunión con visitas internacionales. Fue durante ese alejamiento progresivo, que Raúl Castro presionó el pie del acelerador de sus reformas, que incluyeron la apertura para la actividad económica privada, la compra-venta de viviendas y el levantamiento de las restricciones para los viajes al exterior.

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In this picture released by Miraflores Press Office Venezuela''''s President Hugo Chavez, left, and Cuba''''s President Fidel Castro, left, salute supporters as they arrive to Sandino province in Cuba, Sunday, Aug. 21, 2005. Chavez is on official visit...

El último gran aliado

Entre los muchos discípulos tercemundistas que Castro tuvo a lo largo de su vida, no hay ninguno que haya llegado en tan buen momento para Cuba como Hugo Chávez. También es difícil encontrar otro que haya imitado de tal form el estilo del comandante cubano. Pero como al resto de sus mayores aliados, Fidel Castro lo sobrevivió.

Castro y Chávez se conocieron en La Habana el 13 de diciembre de 1994. En aquella ocasión el líder cubano recibió con honores de jefe de Estado al militar venezolano que acababa de salir de la cárcel tras liderar un fallido golpe contra Carlos Andrés Pérez, en febrero de 1992. Gracias a la sintonía política y personal de ambos, a partir de ese momento se transformaron en inseparables, alianza que se profundizó tras la llegada al poder del gobernante venezolano en 1999.

Chávez se convirtió en el más fiel aliado de Castro en América Latina, en un defensor público del comandante cubano y por primera vez tras la caída del comunismo, Fidel salió del relativo aislacionismo continental en que se encontraba. Sin embargo, el hito más importante fue que el venezolano se convirtió en el nuevo padrino financiero del comandante: Venezuela comenzó a suministrarle diariamente a Cuba 53 mil barriles de crudo a precios preferenciales, lo que alcanza a cubrir un tercio de las necesidades energéticas del país y significan US$ 3 mil millones en subvención. A cambio, Cuba ha enviado a Venezuela a miles de médicos, profesores y jóvenes para tareas sociales. Este intercambio se materializó tiempo después con la firma de la llamada Alternativa Bolivariana para las Américas.

Cuando el 11 de abril de 2002 Chávez enfrentó un intento de golpe de estado, Fidel telefoneó a su amigo para decirle: "¡No te inmoles Hugo! ¡No lo hagas como Allende! Tú tienes una gran parte del Ejército. ¡No dimitas! ¡No renuncies!". El líder cubano incluso pensó enviar dos aviones para rescatar a su amigo, pero un llamado de la hija de Chávez lo alertó de que su padre era un "Presidente arrestado". "Yo casi no dormí en esos dos días que duró el golpe en Caracas, pero valió la pena ver cómo un pueblo y también unos militares patriotas defendieron la legalidad. No se repitió la tragedia de Chile en 1973", contó Castro tiempo después en el libro Biografía a dos voces.

Eximio imitador de los largos discursos de Castro y también aficionado a la retórica antisistema de Fidel y los ataques personales a figuras internacionales, en los últimos tiempos -a partir de 2006- Chávez se transformó en una suerte de vocero de Castro, a quien visitó regularmente para conocer de primera fuente su real estado de salud. Incluso, en junio de 2007 el mandatario venezolano le "ordenó" a Fidel que se pusiera su traje verde olivo. "Yo creo que ya es hora de volverse a poner el uniforme. Sabes, te queremos ver uniformado", dijo en esa ocasión.

Cuando Chávez enfermó de cáncer, fue Fidel quien le comunicó la noticia y le dio refugio a su amigo, con un enorme despliegue médico a su disposición. Así, el Presidente venezolano viajó una y otra vez a la isla para recibir tratamiento. Y en un hecho estratégico para Cuba, la segunda reelección que consiguió Chávez dejó asegurado el petróleo para los años venideros, pese a la muerte del venezolano, en marzo de 2013.

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