Naciones árabes rompen su silencio y estrechan cerco diplomático sobre régimen sirio
Kuwait, Bahrein y Arabia Saudita llamaron a consulta a sus embajadores en Damasco "por la violencia inaceptable" del gobierno de Bashar al Assad.
Los países árabes parecen asumir que la represión en Siria ha traspasado ya el límite de lo aceptable y, en las últimas horas reaccionaron llamando a consulta a sus embajadores en Damasco y pidiendo el fin de la violencia.
Lo hicieron Kuwait, Bahrein y Arabia Saudita, quienes intentan cerrar el cerco diplomático contra el régimen de Bashar al Assad.
Horas antes, la Liga Arabe había abandonado su silencio para pedir a las autoridades sirias el fin inmediato de la violencia, y hasta la vecina Jordania calificó la crisis como "inquietante, lamentable y dolorosa". Analistas y opositores se preguntan ahora si esta reacción llega demasiado tarde y si debería ser más contundente.
El viernes último de protestas en Siria fue bautizado con el nombre de "Dios está con nosotros, aunque nadie nos apoye". Esa soledad de los manifestantes se vio expresada en la condena de los Comités de Coordinación Local, uno de los principales grupos de la oposición, hacia "las naciones amigas que no se han posicionado de forma clara, incluidas las liberadas, cuyas revoluciones encendieron la revolución siria". Es decir, Egipto y Túnez.
"Los gobiernos árabes están muy preocupados por la estabilidad y en general ven la revolución como un riesgo que debe ser evitado", dijo Gamal Abdel Gawad, analista y director del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram.
Sin embargo, consideró que la brutal campaña de represión la semana pasada contra la ciudad de Hama, en el norte, fue percibida como "un punto de inflexión" que llevó a los países árabes a no tolerar más la situación.
"Hama tiene un gran valor simbólico, porque fue una ciudad arrasada en 1982 por el padre de Bashar, Hafez al Assad. De alguna forma, es la Ruanda árabe", explicó el analista.
Las causas de la inacción árabe son variadas, pero existen dos que se repiten en cualquier análisis. Por un lado, el complejo dibujo étnico-religioso y la posición estratégica de Siria, vecina de Israel y tradicionalmente un contrapeso en la región a las monarquías sunitas del Golfo y a los regímenes pro occidentales de Egipto y Jordania.
Para Abdel Gawad, "Siria es un país central en Oriente Medio, e incluso Arabia Saudita, pese a sus tensas relaciones con Damasco, estaba preocupada por el impacto de la revuelta sobre la estabilidad de la región".
Pese a ser un país de mayoría sunita, Siria está gobernada por la minoría chiita alauí, lo que ha llevado a la Liga Arabe a alertar sobre el temor a que estalle el conflicto sectario en Siria, lo que tendría "consecuencias negativas para toda la región".
Por otro lado, en el mutismo árabe ha jugado un papel importante el temor al efecto contagio de la revolución siria sobre otros países, como los del Golfo, que a excepción del pequeño reino de Bahrein, han conseguido hasta el momento esquivar las revueltas.
Pese a ello, el columnista del diario panárabe "Assharq al Awsat" Husein Shoboksi considera que los árabes "ya no pueden contenerse más y el enojo es público".
En declaraciones a la televisión Al Jazeera, este comentarista señaló que "ya no basta con las palabras", y pronosticó una acción coordinada de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) con el tradicional aliado sirio de Turquía para tomar "medidas masivas de presión".
"Ya ha comenzado el efecto 'bola de nieve'", agregó Shobokshi, en alusión a las reacciones de la comunidad internacional en la última semana. Esta concatenación de condenas comenzó por la declaración presidencial del Consejo de Seguridad de la ONU el pasado miércoles, un texto que no llegó a ser resolución, con mayores implicaciones jurídicas.
Pese a las desavenencias anteriores, la ofensiva diplomática de última hora ha sido recibida con los brazos abiertos por la oposición siria.
La Conferencia Siria para el Cambio, con base en Turquía, dijo en un comunicado que el discurso del rey Abdelaziz "demuestra la responsabilidad histórica del reino árabe saudita vecino e impulsa su apoyo histórico a sus hermanos".
IRAN E HIZBULA
En cualquier caso, no conviene olvidar que el régimen sirio ha mantenido en las últimas décadas serias diferencias con sus vecinos sunitas. Por ahora, los grandes socios de Siria en la región, Irán y el grupo chiita Hizbulá, no han abierto la boca en contra del régimen de Al Assad y es extremadamente improbable que lo vayan a hacer.
Del mismo modo, tampoco se antoja factible que los vecinos árabes de Siria puedan llegar a apoyar una intervención armada para frenar la represión, como sí hicieron en Libia frente a Muamar GadDafi. bdel Gawad considera que hay que relativizar la influencia exterior, ya que "si algo han demostrado las revueltas en los países árabes es que son inmunes a la intervención extranjera. El curso de los acontecimientos sigue su propia dinámica".
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