Parsifal es abucheada en festival de ópera de Bayreuth

El montaje del noruego Stefan Herheim del clásico de Richard Wagner, fue juzgado como "demasiado político".




La versión de la ópera Parsifal del director noruego Stefan Herheim, una representación en la que todo sucede en la cama, fue recibida el domingo por la noche con fuertes abucheos en el Festival wagneriano de Bayreuth.

La ópera en tres actos a la que su creador, el compositor alemán Richard Wagner, llamó "festival sagrado", nunca será una ópera cualquiera, según volvió a demostrar Herheim en su segunda representación consecutiva en Bayreuth.

Justo 130 años después de ser llevada por primera vez al escenario, el 26 de julio de 1882, Parsifal sigue siendo para muchos algo más que un teatro musical, más que un mito, más que un oficio religioso artístico y más que un acto de consagración.

Así, pueden desfilar soldados con uniformes nazis por el escenario, aparecer cruces gamadas o judíos deportados, al final. Lo que sigue fascinando de esa obra son las escenas del Santo Grial.

La visión de Herheim del poema épico medieval sobre Parzival de Wolfram von Eschenbach, un caballero de la corte del Rey Arturo y su búsqueda del Santo Grial, resultó quizá demasiado política en el festival wagneriano.

En ella todo sucede en una enorme cama. En la cama se nace y se muere, se seduce y se sufre. El segundo acto, por ejemplo, empieza con varias camas en las que descansan soldados heridos en la I Guerra Mundial. En cuanto han pasado lo peor de su enfermedad, las enfermeras dan rienda suelta a sus fantasías sexuales.

Herheim decidió que la ciudad de Bayreuth fuera el escenario de su ópera, dado que Wagner la escribió para ese festival. En su versión se hace un rápido viaje sobre la historia alemana que acaba con una gran bola del mundo, símbolo de las Naciones Unidas, sobre el Bundestag, la Cámara baja del Parlamento alemán.

Sobre ella puede verse una paloma, símbolo de la paz, mientras el soberano, el pueblo, representado en el público del festival, vigila por detrás.

La representación de la ópera, en la que por su carácter místico Richard Wagner pidió que no se aplaudiera ni entre actos ni al final de la función, resultó espectacular gracias sobre todo a las luces, a cargo de Ulrich Niepel, y del majestuoso vestuario de Gesine Völlm.

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