Pasión de mano a mano

Creció junto a las atajadas de su padre, el ex arquero Nelson Tapia. Pero, este año, Johao debutó en Español de Talca como entrenador jefe de básquetbol. Ahora, le gusta más el parquet que el pasto.




La pasión del básquetbol se viste de poleras sin mangas y shorts, pero Johao la vive de traje y corbata. El deporte de los cestos logró vencer su amor por el fútbol, la disciplina que lo vio crecer junto a su padre, el ex arquero y seleccionado Nelson Tapia. De hecho, hasta su nombre se debe al balompié. "A mi viejo le gustaba ese nombre por João Havelange, presidente de la FIFA en 1986, el año en que nací", explica el entrenador de Español de Talca desde enero pasado. Luego de muchos años de reinado, la pelota que rueda en la cancha de pasto perdió el trono para la redonda naranja que botea en el parquet.

Johao fue un compañero inseparable en la carrera del portero mundialista en Francia 1998. "Un día, mi papá se quedó en el túnel arreglando sus botines. Me vestí igual que él, y entré a la cancha con el equipo. Todo el estadio se rió al ver a un niñito de cinco años vestido igual que su padre, quien se había quedado atrás", recuerda, evocando un momento profético. Años después, Johao entraría a los cadetes de Universidad Católica, comenzando en la delantera, y eligiendo el arco un año después. "Siempre me gustó más la portería. En ese entonces quería emular a mi viejo", afirma.

Por otro lado, su relación con el básquetbol comenzó con la mudanza de su familia a Molina, en la Región del Maule. En ese entonces tenía 15 años, y entró al equipo de su colegio, aunque todavía le gustaba más otro deporte: "El fútbol era mucho más importante para mí, porque lo vivía con mi papá".

De hecho, el balompié fue un consuelo en los días más duros de su vida. En 2003, a los 17 años, Johao fue hospitalizado por una trombosis, que lo alejó de cualquier deporte de contacto. "Una vena de mi pierna derecha es más pequeña de lo normal. Si recibo golpes o cortes, los moretones forman coágulos, que tapan mi vena y pueden irse a mi corazón o al cerebro", explica.

Acostumbrado a una vida activa, Tapia se quedó en cama durante varias semanas, viendo fútbol por la televisión. Allí vio a su padre ganar el Apertura de 2003 con Cobreloa y, al año siguiente, conoció a Robinho, Diego y Elano, cuando Nelson Tapia defendió el Santos. "Eso fue lo más memorable que viví con él", sentencia.

Pero el tiempo le pavimentó el camino hacia los canastos. En 2007, se fue a estudiar kinesiología a Talca. Ahí, tres amigos del club Español local lo invitaron a probarse en el equipo. Johao no pudo hacerlo, pero vio los entrenamientos de sus amigos desde las gradas. Un día, le ofrecieron reemplazar el estadístico, que no pudo ir a un partido. Aceptó. Y, dos años más tarde, el DT le ofreció los cargos de asistente técnico y estadístico. A partir de entonces, su pasión floreció, y todo lo que quería era ser entrenador. "En 2010, hice un curso en Chillán, y el año pasado hice un curso para poder dirigir en la Liga", agrega el DT, que hoy dirigirá a Español ante Alemán de Concepción, por la Libcentro.

Actualmente, su vida gira en torno de la redonda anaranjada. "Me gusta la U y el fútbol europeo, y los veo en los fines de semana. Pero en el básquetbol siempre veo partidos, de Europa y la NBA. Y, además de los entrenamientos, paso unas ocho horas diarias viendo qué hacer, qué no hacer, el rival que viene... Le tengo los huevos un poco hinchados a mi polola, pero ella entiende", dice.

Según él, la naturaleza del deporte le exige ese trabajo, y justifica su pasión: "Nunca puedes estar pendiente sólo de un aspecto del juego, porque el ataque, la defensa y el contragolpe van en cosa de segundos. Además, los jugadores deben ser completos: ofensivos, defensivos, altos, atléticos... Ese dinamismo es lo que más me atrae".

Nelson Tapia nunca jugó básquetbol con él, ni ha sido un fanático de la disciplina. Además, padre e hijo viven lejos, porque el ex portero trabaja en una escuela de fútbol de la Municipalidad de Iquique. Aun así, ambos mantienen una relación cercana. "Él es mi mejor amigo. Nos hablamos todos los días e incluso intercambiamos ideas de entrenamiento físico", sostiene.

Junto al amor por el básquetbol y el apoyo de su familia, los duros momentos del pasado lo fortalecen en su nuevo camino. "Me gusta lo que estoy viviendo, y quiero consolidarlo. Si estoy aquí, es por algo. Casi todos los doctores me decían que debía agradecer a Dios por estar vivo", reflexiona, agregando que "mi próximo objetivo es terminar entre los cuatro primeros de la Liga Nacional, y mi sueño es ser un técnico reconocido por los jugadores".

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