Paul McCartney perpetuó su leyenda en el Estadio Nacional

El ex Beatle repasó su vida y obra ante 50 mil personas, en un concierto de dos horas y media marcado por la emoción y la intensidad.




Podrá haber hecho esperar 17 años a sus fanáticos chilenos, haber aterrizado en Santiago a altas horas de la noche para sólo estar 24 horas, y retrasado la apertura de puertas del Nacional esta tarde al demorar su prueba de sonido, pero para el encuentro cara a cara con el público nacional, Paul McCartney se presentó con puntualidad británica y la solidez y caballerosidad de un artista que ya no tiene prácticamente nada que demostrarle a nadie.

Exactamente a las 21.00 horas y luego de una previa de una hora y media con versiones e imágenes de The Beatles en los parlantes y las pantallas, el músico materializó su segunda presentación en tierras locales ante un público que repletó el Estadio Nacional, y que coreó cada una de las 33 canciones que el zurdo interpretó junto a la certera y acoplada banda que lo secunda en su actual "Up and Coming Tour".

"Hello Goodbye", de The Beatles, fue la canción escogida por el zurdo para abrir su show, que a diferencia de su debut en 1993 fue ante un recinto abarrotado sin necesidad de trucos de iluminación ni promociones de última hora. Vistiendo camisa blanca y una chaqueta a la usanza de la era de la Beatlemanía, McCartney se lanzó con su elogiada maratón musical de casi tres horas de duración, y que en su primera parte combina éxitos de su etapa con Wings -como "Jet", "Let me roll it" y "Let 'em in"- con clásicos de los "Fab Four", sin duda los más celebrados de la noche.

"Hola Chile, hola chiquillos ¿Cómo están? Es bueno estar de vuelta", dijo McCartney casi de entrada y en español, un gesto de acercamiento a la audiencia local que repitió en varias ocasiones del recital, con chilenismos -"ustedes son bacanes", entre ellos- e incluso flameando una bandera chilena.

"All my loving", "Drive my car", "The long and winding road" y "I've just seen a face" fueron otros de los primeros hits de The Beatles que sonaron durante la noche, para luego continuar con un emotivo segmento acústico que incluyó más canciones de su antiguo grupo, como "And I love her" y "Blackbird", coronado por tributos musicales a sus dos fallecidos ex compañeros, John Lennon y George Harrison, con "Here today" y "Something", respectivamente.

Dos homenajes que "Macca" ha incluido en cada estación de su presente gira y que, combinados con imágenes de archivo en la pantalla central sobre el escenario, sacaron más de alguna lágrima en el público chileno.

El contrapunto vino con cerca de 60 minutos con algunas de las piezas más intensas de su repertorio, como "Back in the U.S.S.R.", "I've got a feeling", "Paperback writer" y "Live and let die" -con fuegos artificiales incluidos-, seguidas de composiciones que desataron el karaoke en el recinto de Ñuñoa, como "Ob-La-Di Ob-La-Da", "Let it be" y "Hey Jude".

Se ha dicho que el "Up and Coming Tour" es una prueba de vigencia del músico y efectivamente McCartney se encarga de demostrarlo contantemente, recorriendo su catálogo de medio siglo de historia y temas de su proyecto de esta década, The Fireman; paseándose por diversos intrumentos (bajo, piano, ukelele, guitarra acústica y eléctrica) y haciendo gala de una voz que no dista mucho de la de ese veinteañero que en los '60 revolucionó la música popular y conquistó el mundo.

El remate del británico fue con dos bis potentes y a puro Beatles: primero con "Day tripper", "Lady Madonna" y "Get back", para luego cerrar con las incombustibles "Yesterday", "Helter Skelter" y "Sgt's Pepper Lonely Hearts Club Band". Ésta última, precedida de un -aparentemente- improvisado "Llegó la hora de decir adiós" en español, y los respectivos agradecimientos para los sonidistas, su banda y su equipo en general.

Tal como en el 93, McCartney cerró la velada de dos horas y media con un "hasta la próxima", que quizás hoy en día suena más utópico que en aquel entonces.

Independientemente de si esta fue su última vez en el país o no, Paul McCartney se encargó de perpetuar su leyenda ante un público familiar y con muchos jóvenes, que si no lo hicieron antes ahora podrán decir que vieron en vivo a un Beatle y a uno de los nombres más trascendentales de la historia de la música popular.

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