El perfil de los nuevos yihadistas millennials
Existen ciertas características comunes entre estos terroristas: son la segunda generación de familias musulmanas, poseen estudios, tienen antecedentes penales y no necesariamente están interesados en el Corán.
No usan shalwar kameez (vestimenta tradicional en Asia Central), como el fallecido líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, sino que poleras con motivos occidentales. Tampoco se restringen para beber alcohol e ir a discoteques a conocer mujeres. No rezan el Corán varias veces al día e incluso algunos practican el islam desde apenas unos meses. Se trata de los nuevos yihadistas millennials, aquellos jóvenes entre 18 y 35 años que han perpetrado ataques en Francia, Reino Unido, Bélgica, España y otros lugares.
Este fue el caso de Hasna Boulahcen, la joven de 26 años que se inmoló en el barrio parisino de Saint-Denis con un cinturón de explosivos, en noviembre de 2015. Según la revista española Semanal XL, sólo había utilizado el velo islámico apenas unas semanas. Incluso fumaba, bebía cerveza, había tenido varios novios y se tomaba selfies medio desnuda en la tina de baño. También le gustaba ir a fiestas y todo el día estaba pendiente de Facebook y de WhatsApp.
Lo mismo ocurrió con Mohammed Emwazi, conocido como "John el yihadista", cuya función de verdugo del Estado Islámico capturó la atención mundial. En un artículo del diario The Times, el periodista Robert Verkaik explicó que el joven londinense, que murió en noviembre de 2015, tuvo una vida bastante normal. Creció en Maida Vale, un pudiente barrio del noroeste de la capital británica, en el seno de una familia que no era fanática religiosa. Asistió a un colegio católico, le gustaba el grupo S Club 7, era hincha del Manchester United y tuvo educación universitaria. Sin embargo, terminó radicalizándose y uniéndose a las filas del Estado Islámico.
Un perfil similar tienen los integrantes de la célula de 12 miembros que atentó en Barcelona y Cambrils. Incluso uno de los detenidos lucía una polera con las siglas de "USA", algo impensado para un militante de Al Qaeda, por ejemplo. Al mismo tiempo, varios de los yihadistas contaban con estudios.
"Los nuevos reclutas del Estado Islámico son millennials, tienen una cultura digital y para seducirlos se usa el marketing viral, las redes sociales y el lenguaje audiovisual. Al Qaeda pasó de moda y el Estado Islámico es genial", dijo a la revista el analista Ryan Mauro, autor del documental La tercera yihad. "Son adictos a los entretenimientos occidentales, a sus tecnologías. Occidente es una influencia corrupta, pero gozan de sus ventajas", añadió.
Para el cientista político francés, Olivier Roy uno de los aspectos que comparten los nuevos yihadistas es que están dispuestos a morir en los ataques. En un extracto de su libro Jihad and Death: The Global Appeal of Islamic State (Yihad y Muerte: El atractivo del Estado Islámico) editado por el diario The Guardian, señala que "ahora la muerte del terrorista ya no es sólo una posibilidad o una consecuencia desafortunada de sus actos, es una parte central de su plan. Los ataques suicidas son percibidos como el último objetivo", sostuvo.
Roy explica que el yihadismo contemporáneo, al menos en Occidente es un movimiento juvenil que no sólo está construido independiente de la religión y la cultura parental, sino que también tiene sus raíces en una cultura juvenil más amplia. A juicio de Roy, la dimensión nihilista es central porque lo que seduce es la pura revolución y la violencia no es un medio, sino que el fin.
El cientista estudió a 100 personas que han estado involucradas en terrorismo en Francia. Su conclusión fue que si bien no existe un perfil estándar, hay características recurrentes como que se tratan de jóvenes de segunda generación en el país, que estuvieron bien integrados a la sociedad en un comienzo, luego tuvieron un período de actividades criminales, de ataques con armas.
En la misma línea, un estudio realizado por Instituto Real Elcano a 176 detenidos por terrorismo en España entre 2013 y 2016, reveló que uno de cada 10 es converso, lo que quiere decir que su radicalización no está vinculada con el islam. Para Roy, la radicalización violenta no es una consecuencia de la radicalización religiosa, incluso si a menudo, toma prestado los mismos paradigmas. "El fundamentalismo religioso existe y presenta problemas considerables porque rechaza los valores basados en las elección individual y la libertad personal, pero no necesariamente lleva a la violencia política", aclara.
Esta investigación también da cuenta que cerca de la mitad de sus base de estudio son segundas generaciones descendientes de inmigrantes procedentes de países mayoritariamente musulmanes. Quienes han cursado estudios de educación secundaria triplican a los que, sin embargo, no pasaron de una escolarización primaria.
Su radicalización yihadista se inició a partir de 2011 o 2012 en la mayor parte de los casos. Es decir, tras desencadenarse la guerra civil en Siria y el establecimiento de un condominio yihadista en el norte de Mali. La edad media al comienzo del proceso de radicalización fue de 25,9 años en el caso de los hombres y de 20,7 años en el de las mujeres.
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