Profesor de Harvard y asesor de la ONU: "Los yihadistas son muy peligrosos para todo Medio Oriente"
Michael Ignatieff sostiene que el EI es una fuerza que podría destruir la frágil estructura de orden en la región.
Trabajando en nombre de Naciones Unidas, el canadiense Michael Ignatieff fue en gran parte responsable de desarrollar el concepto de "responsabilidad de proteger" (o R2P), que prevé medidas internacionales obligatorias en caso de que una población civil esté en peligro de genocidio. Ignatieff es profesor de política en Harvard y preside el Foro C. Richard Holbrooke para el Estudio de la Diplomacia y la Gobernabilidad en la Academia Americana de Berlín.
En un cambio de su política, Alemania decidió suministrar armas a los kurdos iraquíes, argumentando que esta es la única manera de detener un genocidio. ¿Fue la decisión correcta?
Creo que es una señal importante de geoestrategia y política. También significa que Alemania está asumiendo un rol central en la alianza occidental, al que tiene derecho. Europa estaría condenada a la ineficacia sin una política exterior alemana más activa.
¿Existe realmente una amenaza de genocidio? ¿No están haciendo retroceder a los islamistas los ataques aéreos estadounidenses?
El avance del Estado Islámico (EI) no se ha detenido y los terroristas se están reagrupando. Ellos controlan amplios territorios, lo que los hace especialmente peligrosos. No debemos juzgar a la organización con base en el número de personas que están siendo amenazadas en la región y sobre la cuestión del genocidio.
¿Qué más deberíamos juzgar?
El EI es una fuerza extremadamente peligrosa para todo Medio Oriente y podría destruir toda su frágil estructura de orden estatal. Si el EI se consolida, el Golfo Pérsico también se desestabilizará, lo que podría poner en peligro el suministro de petróleo mundial.
Entonces, ¿es más una cues- tión de geoestrategia que de genocidio?
Ambas cuestiones están en juego. El EI es una amenaza más grande en términos de realpolitik, pues ataca todos los valores de la civilización. Con su barbarie, los terroristas son una desgracia para el islam. Medio Oriente es una región multiétnica, donde se cruzan varias religiones, en la que sunitas, chiitas, cristianos y yazidíes han vivido juntos durante muchos siglos. Occidente puede haber impuesto límites y estructuras nacionales en la región, pero no tiene que empujar la multietnicidad, porque ya existía. Y esta estructura de tolerancia funcionó en el pasado, al menos en su mayor parte. Cualquiera que la destruya no sólo juega con fuego; está desatando una conflagración mundial.
¿Puede ser una receta de éxito el enviar más armas a un Medio Oriente que ya está erizado?
Es ciertamente lamentable, pero inevitable en la situación actual.
Las fuerzas moderadas que combaten a los yihadistas y a Assad se sienten solas. Muchos en Occidente creen que se les debiera haber provisto de armas hace mucho tiempo.
Siempre me opuse a tal entrega de armas. A diferencia de lo que sucede hoy en el Kurdistán (iraquí) -y en Kosovo en el pasado-, la oposición en Siria nunca tuvo un frente político común convincente ni una estructura de mando fiable. Pero esa es la condición para intervenir en un lado de un conflicto.
¿Y es por eso que tenemos que aceptar más de 190.000 víctimas a la fecha? ¿Qué pasó con la responsabilidad internacional de proteger a la población civil? ¿No demanda intervenir su concepto R2P?
La destrucción de las armas químicas del régimen de Assad, bajo una resolución de la ONU, fue un éxito. Pero los países occidentales, enfrentando una postura obstructiva de Moscú y Beijing en el Consejo de Seguridad, no lograron impedir los asesinatos masivos en la guerra civil. Eso es una tragedia. Si nuestra meta es proteger a la población civil en Siria, y aplicamos la doctrina R2P, esto sólo puede significar que los envíos adicionales de armas a cualquier fuerza sólo empeorará la situación.
¿Por qué está tan seguro de eso?
Todo quien esté transformando la guerra civil en Siria en una guerra de poder -Arabia Saudita y Qatar, así como Rusia e Irán- debe entender que ninguna de las partes puede ganar el conflicto.
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