¿Promovió Corea del Sur la prostitución en las bases de EE.UU.?
Más de 120 ex prostitutas que trabajaron con soldados estadounidenses en Corea del Sur pedirán al gobierno de su país una compensación. Creen que las autoridades facilitaron su trabajo y ahora les han abandonado en la pobreza.
Con la llegada del ejército y la congregación de guarniciones, campamentos destartalados se arremolinan en torno a ellos.
En Corea del Sur, esos campamentos llegaban hasta los muros de las bases estadounidenses: por la noche palpitaban con la música y el neón, mientras que por día parecían recuperarse de la noche anterior.
Esa zona fue escenario de una disputa legal intrigante.
Más de 120 exprostitutas, de avanzada edad y pobres, están demandando no a las autoridades estadounidenses sino a su propio gobierno, exigiendo una indemnización de US$10.000 a cada una.
Su argumento es que el gobierno de Corea del Sur facilitó su trabajo para mantener a las fuerzas estadounidenses felices.
En un centro comunitario cerca de la base estadounidense de la ciudad de Uijeongbu, en Corea del Sur, un grupo de mujeres se reúne para explicar el caso.
CLASES DE INGLÉS Y DE ETIQUETA OCCIDENTAL
"Trabajábamos toda la noche. Lo que quiero es que el gobierno coreano reconozca que esto es un sistema que ha creado... y que nos dé una compensación".
Su argumento no es que Corea del Sur les obligó a prostituirse, no se trata un caso de esclavitud sexual, sino que creen que al implementar un sistema de revisiones obligatorias de su salud sexual, el gobierno fue cómplice y facilitó un sistema que les ha dejado en la pobreza.
Además, aseguran que les dieron clases de inglés y "etiqueta occidental".
Las mujeres no dudan al decir que si acabaron prostituyéndose fue porque eran muy pobres y vivían en un país muy pobre.
Según dicen, solicitaron realizar trabajos cuyas condiciones desconocían y de repente se encontraron entre rejas y en burdeles, teniendo que pedirle prestado al dueño y así es como se encerraron en el sistema.
"En 1972 fui a buscar empleo a un centro y el consejero me preguntó que me levantara y me sentara. Me miró y me prometió un trabajo con el que me aseguraría un lugar para vivir y comida, así que yo sólo tenía que trabajar y de mi casa ya se encargaría mi jefe", dice una mujer.
Otro de sus argumentos es que había apoyo explícito del gobierno porque el país necesitaba moneda extranjera.
Las prostitutas eran denigradas como personas pero los dólares que generaban eran bienvenidos.
ENTRADA DE MONEDA EXTRANJERA
"Se hablaba de ganar dólares al trabajar en clubs y de que eso te haría ver como una patriota, como un buen trabajador surcoreano. Ganamos muchos dólares en el campamento", me dice una de las mujeres.
Sus voces se elevan de la rabia y bajan por la pena cuando relatan sus historias.
"Acepté el trabajo. En cuanto llegué al local me escapé pero me descubrió el dueño del club y me vendieron a otro establecimiento. Allí tuve a mi primer cliente", explica una.
Pero el caso es complejo. Es verdad que el gobierno de Corea del Sur estableció clínicas para reemplazar una red no oficial de médicos, algunos de ellos no cualificados, que les hacían revisiones a las mujeres y les daban certificados que confirmaban que estaban libres de enfermedades de transmisión sexual.
El gobierno no ha querido hacer comentarios sobre el caso pero podría argumentar cuando el caso llegue a los juzgados que instalar clínicas no implica facilitar la prostitución sino tratar de proteger a las mujeres que se prostituyen.
Pero en la década de 1970 había miedo de que Washington retirase sus tropas de Corea del Sur.
"Creo que donde el gobierno de Corea del Sur tiene algo de culpa es en que en la década de 1970, algunas autoridades del gobierno central fueron a estos campamentos a convencer a las mujeres que trabajaban allí como prostitutas a cooperar con el comando militar estadounidense", afirma la doctora Kathy Moon del centro de estudios Brookings Institution y autora de Sex Among Allies (Sexo entre aliados), un estudio sobre la prostitución y el ejército de EE.UU. en Corea del Sur.
LA PRIORIDAD: "MANTENER AL EJÉRCITO DE EE.UU. FELIZ"
"La prioridad era mantener al ejército de EE.UU. feliz en EE.UU. para que se quedaran en Cora del Sur porque había una amenaza de que retiraran las tropas".
La prioridad en las clínicas, dice Moon, era "mantener la salud y el bienestar de las tropas estadounidenses y no de las mujeres surcoreanas".
El personal solo estaba interesado en la salud sexual de las mujeres y no les daban tratamiento para otras enfermedades.
Moon insiste en que, a diferencia de las "mujeres de confort" surcoreanas que en la Segunda Guerra Mundial fueron obligadas a convertirse en esclavas sexuales por el ejército japonés, muchas de estas mujeres tomaron la decisión de trabajar como prostitutas por su cuenta, aunque fueran reacias a ello.
Luego se quedaron atrapadas en el sistema.
"Una vez que estas mujeres estaban allí, no podían salir fácilmente. Fueron violadas continuamente", explica.
"Todo lo que el dueño del local estimase necesario que tuvieran las mujeres para atraer a los soldados y vender sexo: maquillaje, ropa, decoración para sus habitaciones... se lo rentaban a otras mujeres. Si estaban enfermas o necesitaban ayuda para pagar el funeral de un familiar, se lo pedían prestado al dueño del local. Todos esos gastos formaban parte de su deuda y, a menos que pagaran toda la deuda, no podían salir".
Con el paso de los años, la actitud de los militares estadounidenses cambió.
Ahora existe lo que las fuerzas surcoreanas llaman "tolerancia cero" de contratación de prostitutas.
La policía militar patrulla ciertas áreas y a quien no cumple las normas le mandan a prisión.
Desde 2004, la prostitución también es ilegal en Corea del Sur aunque nadie duda de que sigue existiendo.
La naturaleza del negocio ha cambiado también. Cuando Corea del Sur era pobre, las mujeres vendían sexo en las bases.
Pero ahora que Corea del Sur es un país más acomodado, las mujeres que se prostituyen suelen llegar de Rusia y Filipinas.
Eso no disminuye el dolor y la ansiedad de las mujeres mayores que se enfrentan ahora a una vejez sin consuelo.
Jang Young-mi está cerca de cumplir 70 años y vive en una habitación sombría con sus tres perros.
Trabajó en un campamento por dos décadas y ahora lo único que tiene es pobreza.
"Quizás porque he vivido tanto tiempo con los soldados estadounidenses, ahora no puedo encajar con un coreano", se lamenta. "¿Por qué mi vida tiene que ser así?"
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