¿Qué factores definirán la elección presidencial?

Los comicios de noviembre serán los primeros que definirán al nuevo Mandatario bajo el sistema de inscripción automática y voto voluntario. Un factor que junto a la inédita realización de primarias simultáneas en los principales bloques políticos y el casi seguro retorno de la ex Presidenta Bachelet, abren varias interrogantes sobre el resultado final de la contienda.




La incertidumbre del voto voluntario

Los comicios de noviembre serán los primeros en que se elegirá al Presidente bajo el sistema de inscripción automática y voto voluntario, que supuso el ingreso de 5,2 millones de ciudadanos al padrón. Pero el debut del sistema abrió incertidumbre: el 59% de abstención de la municipal sembró dudas sobre la participación y generó un debate sobre las fórmulas que los candidatos deberán explorar para conquistar la adhesión.

En los comandos hay convicción de que ya no basta con el discurso ni el despliegue en terreno. El desafío no sólo es convencer, sino motivar a la gente a votar. Así, factores como el transporte o la distancia de los locales de votación deberían convertirse en elementos fundamentales de los nuevos diseños, aun cuando se presume que, como ocurre en otros países con voto voluntario, la participación en presidenciales es mayor que en la municipal.

Las primarias

Por primera vez los dos principales bloques políticos se someterán a primarias simultáneas para escoger a sus candidatos. Si bien esta será la tercera incursión de la Concertación (Frei-Lagos 1993, Lagos-Zaldívar 1999 y Frei-Gómez 2009), la Alianza se alista para su primera contienda, el próximo 30 de junio.

El principal desafío es similar para ambos sectores: conseguir un piso de participación que valide y no perjudique a la carta ganadora. En RN, que impulsó las primarias, y en el círculo de su candidato, Andrés Allamand, llegaron a proyectar la participación de un millón de personas. Sin embargo, la baja convocatoria en las municipales ha obligado a reacomodar las estimaciones.

En la Concertación subrayan que las dos primeras experiencias terminaron impulsando al futuro Presidente. Por eso, el temor es repetir los errores cometidos en 2009, donde el excesivo control de los partidos y el sesgo geográfico (sólo se votó en la VI y VII Región) supusieron un desprestigio que terminó horadando a Frei. Hoy, los riesgos de una baja convocatoria están ligados al liderazgo de Bachelet en las encuestas y a que la sensación de triunfalismo desincentive la participación.

Sin competidores que amaguen su postulación, han surgido voces que incluso han planteado la idea de evitar las primarias para no desgastar la figura de Bachelet. Pero en su círculo creen que resulta inviable ir en contra de una amplia corriente ciudadana que pide mayores espacios de participación.

Otra inquietud transversal es respecto al clima en que se desarrollarán las campañas. En la Alianza inquieta que una contienda belicosa genere quiebres que impidan el traspaso de votos de cara a la primera vuelta. No pocos recuerdan lo ocurrido en 2005, cuando Piñera irrumpió en la presidencial y se enfrentó con Lavín: la derrota del ex edil gatilló un desencanto en la UDI que en RN es recordado como un factor que jugó en contra del hoy Mandatario en aquella segunda vuelta.

En el bacheletismo, en tanto, dicen que la ex Presidenta realizará una campaña corta, de no más de dos meses con miras a los comicios del 30 de junio, en el entendido de que la necesidad de sus competidores por diferenciarse puede abrir flancos a una ex Jefa de Estado que ha optado por el silencio como estrategia.

Bachelet y sus flancos

La decisión del juez del caso 27/F, Patricio Alvarez, de ampliar hasta abril la investigación hará que el juicio oral se desarrolle entre junio y julio, en plena contienda presidencial. En esa fecha, la Alianza tendrá un abanderado único y, con probabilidad, Bachelet estará ungida como carta de la oposición. Un escenario que inquieta al bacheletismo, por la posibilidad de que la alcancen las esquirlas que tendría una acusación de cuasi delito contra el ex subsecretario Patricio Rosende.

En la Alianza y la Concertación coinciden en que es imposible que la causa afecte penalmente a Bachelet (hoy la candidata más firme de todo el espectro). El foco está puesto en los efectos políticos. Y aunque la ex Presidenta ha sido inmune a las arremetidas oficialistas en su contra por el 27/F, esto podría tener "un efecto indirecto, porque instalará el foco en el pasado", señala el analista Patricio Navia.

En la oposición apuntan que una de las dificultades para Bachelet será que, como ex presidenta, será interpelada por su gestión. En la Alianza coinciden y agregan que, una vez en Chile y tras 30 meses de silencio, deberá tomar posiciones y enfrentar las críticas de diferentes sectores, como el estudiantil. Ya en 2011, en medio de las movilizaciones, la imagen de Bachelet colgó desde la casa central de la U. de Chile con la frase "¿Dónde está?". En octubre de ese año, la directora de ONU Mujeres esbozó una defensa, apelando a que su gobierno no contaba con apoyo transversal para impulsar reformas a la educación.

Otro flanco de Bachelet es la baja popularidad de la Concertación (18% según el CEP). En su entorno dicen que será clave encontrar el equilibrio entre defensa del legado y reconocimiento de errores, ya que Chile cambió de ciclo político y no toleraría otro gobierno de centroizquierda sin reformas profundas.

Popularidad y cifras económicas

Un 4,8% es la proyección de crecimiento económico para 2013, según el gobierno. Y hasta un 5,25% llega la del Banco Central. Ambas estimaciones cristalizan el desacople entre las cifras macroeconómicas -valoradas incluso por la oposición- y la percepción ciudadana sobre la gestión del gobierno. En el oficialismo miran con resignación la paradoja.

En el equipo de Allamand creen que pese a la relevancia de las cifras, éstas no tendrán un impacto relevante en cuanto a votación. Una visión similar tiene el comando de Golborne, donde se advierte que la ciudadanía no tiende a vincular el bienestar económico a la gestión política de un determinado sector.

En la oposición, en tanto, asumen que las cifras económicas estarán en el centro del debate presidencial. Los más optimistas sostienen que lo crucial será contrastar un posible panorama exitoso con el de un gobierno que bordea el 30% de aprobación. Miradas más escépticas, en cambio, subrayan lo contradictorio que suelen ser los índices económicos y la aprobación política, con los resultados de las elecciones.

A modo de ejemplo recuerdan el caso de Frei, quien pese a atravesar la crisis asiática y con una aprobación menor al 30%, logró entregarle la banda a Lagos. En la vereda contraria está Bachelet, quien pese a abandonar La Moneda con un 80%, no pudo endosar ese capital político al propio Frei.

Desigualdad y educación

En la última cita de la Enade, en noviembre, el presidente del Senado, Camilo Escalona, fijó como el principal desafío de la clase dirigente el combate a la desigualdad. Quienes lo escucharon sabían que su discurso era de paso una suerte de hoja de ruta del programa de gobierno de Michelle Bachelet.

El diagnóstico es compartido en otros sectores de la oposición, como el equipo de Enríquez-Ominami y el bloque PPD-PRSD-PC, aunque difieren con el eje PS-DC al plantear la necesidad de modificar la Constitución para viabilizar esos cambios. Entre los "autocomplacientes", sin embargo, aseguran que el resultado de las municipales -donde el eje DC-PS superó por amplio margen al PPD-PRSD-PC en concejales- demuestra que la ciudadanía no apuesta por un debate mirando a la izquierda.

En este escenario, en el oficialismo y en la oposición hay consenso en que un punto obligado de debate será Educación. Tras dos años en que la temática ha copado la agenda política, la presidencial aparece como una suerte de plebiscito para las consignas que se han instalado al calor de las manifestaciones, como educación gratuita o fin del lucro.

Y mientras Bachelet no baja sus cartas y los candidatos oficialistas no muestran señales de ruptura con las políticas aplicadas en la actual administración, se produce un juego de suma cero en que los candidatos menos competitivos con aspiraciones de llegar hasta la primera vuelta podrían tener un espacio para capturar el voto del joven que ingresó al sistema gracias a la inscripción automática.

Deuda en renovación de rostros

El lunes pasado, una encuesta de La Tercera entre los parlamentarios arrojó que el 91% de los diputados quiere mantenerse en el Congreso tras las elecciones de 2013. En medio del desprestigio de la clase política -y de la baja aprobación ciudadana del Congreso- la aspiración de los legisladores complica el desafío de renovación de rostros que se han autoimpuesto los candidatos presidenciales.

"(El sondeo) retrata el anquilosamiento de la clase política", señala el analista ligado a la DC Mauricio Morales, quien sostiene que debido al binominal la mayoría de los electores sabe de antemano quiénes serán electos, lo que desincentiva la competencia y redunda en una merma en la participación.

El escenario preocupa, por ejemplo, al entorno de Golborne, quien ha planteado a la UDI su intención de intervenir en la confección de la plantilla parlamentaria. Su apuesta es que al elenco que lo acompañe no se le vincule a la "vieja política" y marque diferencias con el gobierno, en la lógica de que un discurso netamente continuista no lo acerca a un triunfo en noviembre de 2013. "Hay una demanda por nuevos rostros, nuevas ideas y liderazgos", dice Gonzalo Müller, coordinador estratégico del comando.

Un desafío similar tendrá Bachelet cuando aterrice en Santiago. En su círculo de confianza asumen que deberá lidiar con el desgaste de una Concertación que no supera el 20% de apoyo en las encuestas. Y porque además tiene un flanco abierto de su primer mandato, cuando incumplió las premisas de campaña de paridad de género y de que nadie se "repetiría el plato". En su entorno explican que para esta etapa la idea es crear vínculos con nuevas generaciones.

El impacto de los alternativos

Hasta ahora, las alternativas a Bachelet que han logrado plasmar apoyo en las encuestas son Marco Enríquez-Ominami y Franco Parisi. Resuelto el escenario de primarias, de las que ambos se excluirán, el escenario más posible -compartido por expertos de todos los sectores- es la posibilidad de una elección "a cuatro bandas" en el que se enfrenten Bachelet, el candidato de la Alianza, Enríquez y Parisi. En esa lógica, la performance de MEO puede, al igual que en 2009, definir el destino de la Concertación.

Aunque ningún análisis ni encuesta lo sitúa cerca del 20% que obtuvo en aquella ocasión, los votos que obtenga pueden determinar una eventual segunda vuelta. Parisi, en tanto, con su perfil de economista vinculado a la centroderecha, podría generar un efecto similar en el oficialismo. Un escenario que podría modificarse si se materializa la idea de Allamand de que tanto él como Adolfo Zaldívar (PRI) compitan en la primaria del sector.

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