Seis chilenos anónimos que protagonizaron el terremoto
[Reconstrucción] La nueva vida del comerciante que motivó al país entero, la pareja de Dichato que terminó invitando a un ministro a su matrimonio y el ingeniero que dice ser inocente del edificio que se cayó a pedazos. Réplicas que aún se sienten.<br><br>
Bruno Sandoval termina de freír un portentoso churrasco palta. Lo sirve y de inmediato entrega tres jugos de melón, mientras anota en su cabeza dos completos con bebida. En medio de todo ese vértigo de cocina, como saltándose a una dimensión paralela, iza su mayor orgullo. "Creo que sirvió, el país cambió y ahora, para cualquier problema, todos ponen bandera", dice inflado.
Bruno tiene 29 años y fue exactamente hace tres cuando se hizo conocido como "el hombre de la bandera", luego de que el fotógrafo Roberto Candia lo inmortalizara en medio de la destrucción que dejó el tsunami en Pelluhue, Séptima Región, levantando un embarrado emblema patrio.
"En ese tiempo mucha gente me ofreció trabajo, me llamaron a programas de televisión y me entrevistaron; después, a casi todos se les olvidó y volví a ser un comerciante que tiene que regatear sus oportunidades día a día, pero tengo un lindo recuerdo. Esa bandera y esa foto les dieron esperanzas a muchas personas que lo habían perdido todo", cuenta.
Por aquel tiempo, Sandoval -padre de tres hijos y oriundo de Talca- vivía recorriendo las ferias del país para vender sus artesanías. Después, hasta mediados del 2011, trabajó en una empresa minera de Calama. Luego, ésta quebró y volvió a lo suyo. Y actualmente, al menos durante el verano, se instaló en una esquina de Dichato, Octava Región, con un negocio de comida rápida llamado Los Monitos.
"Algunas veces me he sentido un poco desamparado, porque nos cuesta mucho obtener permisos para levantar las ferias. Hace pocos meses estuve en Santiago y apenas nos fue más o menos", recuerda. Lo que sí subraya es que le gustaría ver de nuevo la bandera que recogió de los escombros. "No la quiero para mí, porque tampoco es mía, pero representa muchas cosas buenas para mucha gente. No sé si la tienen en el gobierno, pero si así fuera, ojalá que la devuelvan a un museo".
Un ingeniero que sigue en el ojo del huracán
"Un pueblo de por aquí cerca", revela a regañadientes el ingeniero René Pettinelli, entre riéndose y como jugando a las escondidas. Luego, mutis. Con una especial mezcla de extraversión y reserva, lo que más le interesa a este profesional, de 59 años, es dejar muy en claro que ayer por la tarde tenía que salir a una reunión que no podía revelar. Pero que estaba ocupado.
"Yo sigo trabajando a concho, lo que es normal en los meses de verano", cuenta, con esa voz barítona y rasposa que lo caracteriza, y sin hacer alusión a la fecha que lo ha marcado.
Pettinelli es conocido en Concepción. Ha sido el ingeniero calculista de más de 90 edificaciones de todo tipo. Pero fue hace tres años, después del 27/F, cuando comenzó a figurar de una manera que él jamás imaginó: como el hombre tras los planos estructurales del Alto Río, aquel edificio que se vino abajo, que dejó ocho fallecidos y más de 65 heridos, y que a la postre se convirtió en el ícono nacional del desastre.
En un largo juicio, finalizado en diciembre pasado, fue el único condenado a 800 días de presidio remitido. Y este lunes 4, en la Corte de Apelaciones de Concepción, comenzarán los alegatos de su defensa -y de la fiscalía- para pedir la nulidad de la sentencia.
Pettinelli, sin embargo, insiste en su inocencia. "Yo estoy tranquilo, tal como siempre. El juicio tuvo fallas de causalidad y congruencia... y ahora no tengo pito que tocar. Me voy a tomar unos días de vacaciones y ni siquiera voy a estar en Concepción".Este hombre de números normalmente se mueve en su moto Yamaha. "De repente hay lugares a los cuales no puedo llegar así, porque no tengo una en duro. La mía es de calle, y los ripios y cerros me complican cuando voy a una instalación forestal. Pero esta fecha no cambia absolutamente nada de mí. ¿Qué quiere que cambie? A mí los terremotos siempre me han dado lo mismo. Me acuerdo sólo porque los periodistas se encargan de recordármelo y repetírmelo todo el tiempo", lanza.
El sueño del "bombero loco" de Dichato
"Mis piernas no me dan, tengo la vista mala y la memoria me falla. No tengo fuerzas para trabajar", dice Altidoro Garrido (63) conocido en Dichato como "el bombero loco" y quien la madrugada del 27/F, junto a su caballo "El Tata", fue un héroe al salvar la vida de al menos 10 personas que eran arrastradas por el tsunami.
El arrojo y valentía de Garrido llamaron la atención, al punto que el empresario Leonardo Farkas le regaló una moto y la Federación Chilena de Rodeo, un caballo finasangre.
"Los recuerdos están ahí, no me olvido de lo que pasó. Recuerdo el mar tan alto que estaba, pensaba que iba a morir y después me encuentro con estas personas que me pedían ayuda", dice el hombre que, a tres años del terremoto, sobrevive de la venta de astillas.
Cuenta también que a muchos de los que salvó no ha vuelto a ver, pero a otros "los he visto y no me miran y ni han venido a darme las gracias. Gente de afuera, en cambio, familias de los que salvé, llegan con mucho cariño y me saludan".
De "El Tata", dice que está viejo y un poco ciego. A él, el esfuerzo físico de aquel día y los años terminaron por pasarle la cuenta, y ahora dice que sueña con recibir una pensión asistencial.
La cerveza artesanal inspirada en el 27/F
Tuvo que descender 10 pisos entre luces de emergencia y sirenas sonando, con su mujer embarazada de tres meses. Salieron del edificio Plaza del Río, en Concepción, entre vidrios que caían y el miedo a que el edificio se viniera encima. Sin embargo, el terremoto que dejó a Julián Plenkovich y su familia sin hogar durante ocho meses fue el motivo que lo llevó a cambiar su vida y consolidar uno de sus sueños: construir su pyme cervecera.
Tras la demolición del edificio se fue a vivir a Florida, una localidad rural de la VIII Región. Allí se aventuró a dejar la seguridad que le otorgaba su antiguo trabajo en una forestal y proyectarse junto a su concuñado, César Pincheira, en la pequeña empresa "3.34", cuyo nombre recuerda la hora del terremoto. "Si no fuese por la experiencia que vivimos, es muy probable que no nos hubiésemos ido a vivir a Florida y tampoco se hubiese presentado la inquietud de hacer algo por mejorar nuestra calidad de vida", señala Plenkovich. "El terremoto hizo que nos planteáramos una forma diferente y nueva de vivir", agrega.
Hoy, distribuye hasta cuatro mil botellas de cervezas 3.34 a distintos restaurantes de Concepción, Puerto Montt y Salto del Laja, además de venderla por internet. "La principal característica de la cerveza es que se crea en un proceso completamente artesanal, que utiliza agua de pozo acumulada de los faldeos de los cerros, lo que genera un producto de muy buena calidad", explica Plenkovich. Por el momento, la pyme se sostiene del esfuerzo y dinero de ambas familias, pero luego recibirán financiamiento Corfo.
El último matrimonio en El Molino
"Ellos me invitaron al matrimonio, fue algo sorpresivo, pero maravilloso, y lo agradezco", cuenta el ministro de Vivienda y Bienes Nacionales, Rodrigo Pérez Mackenna. "Me tocó entrar con la novia a la ceremonia", recuerda, mientras cuenta su participación en la última boda que se efectuó en el campamento El Molino, el pasado jueves. Los protagonistas del evento fueron dos personajes de la aldea dichatina, Carlos Vera (55), más conocido como el Kung-Fu, y María Magdalena Allende (77), quienes luego de 20 años de relación decidieron contraer matrimonio.
El secretario de Estado, quien fue el padrino de bodas, hizo un reconocimiento al amor de la pareja, y ayer recordó algunos momentos de la fiesta. "Fuimos testigos de la celebración, comimos, bailamos, lo más lindo fue que tuvimos una fogata, donde los invitados dieron a conocer sus testimonios de la experiencia de haber vivido tres años en el campamento", dijo.
Agregó: "Son momentos que uno guardará en el corazón".
El flamante marido dijo, en tanto, que no se complica por la diferencia de 22 años que tiene con su mujer, pues han compartido casi toda la vida juntos.
Vera aseguró también que ahora viven "una nueva etapa", pues comienzan a desarmar las mediaguas para iniciar un nuevo hogar. "Tuvimos que suspender la Luna de Miel, pues nos vamos a mudar a nuestra nueva casa".
Ayer, luego de la entrega de viviendas definitivas, dijo estar contento, "porque vimos a nuestro padrino".
Añadió: "Fue duro perder todo y vivir en poco espacio, pero ahora vemos la vida con alegría y estamos contentos".
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