Señores vintage

<img height="13" alt="" width="60" align="left" border="0" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200911/586906.jpg" style="padding:0; margin:0;"> Siempre hay pioneros. Gente que hicieron lo suyo dejando una huella indeleble, en este caso heredando a Chile muebles de alma moderna.




COMPAÑIA INDUSTRIAL DE CATRES
Compañía Industrial de Catres, eso significa CIC. ¿Habrá un solo chileno que no conozca esta marca? Me parece que no. A partir de 1912 y hasta hoy, CIC ha sido una empresa omnipresente en la fabricación de mobiliario en nuestro país.

Fue a comienzos del siglo XX cuando Oscar Smith Longton fusionó las cinco más importantes pequeñas fábricas de catres de bronce, naciendo esta compañía que se dedicó, tal como dice su nombre, exclusivamente a la fabricación de mobiliario para dormitorios. En el registro fotográfico que tiene CIC se puede ver la historia, paso a paso, desde las primeras fábricas, que funcionaban como enormes talleres donde la mano de obra era vital.

A fines de los años 30 la producción se diversifica a otros productos que acompañaron a los chilenos por décadas: motos, refrigeradores, bicicletas. Vendrían la Primera y luego la Segunda Guerra Mundial. La primera no afectómucho, pero la segunda cambió al mundo entero, y sus coletazos, por supuesto, golpearon la producción de CIC, que literalmente se quedó sin materia prima para fabricar sus catres. Los trastornos por la demanda de metales, obligaron a la compañía a tomar una decisión trascendental en su línea de producción y comenzar la era de la madera.

En sus primeras experiencias CIC fabricó clásico mobiliario de estilo inglés, cuestión que duró poco ya que, y tal como lo hace hasta hoy, la empresa ha focalizado su producción y estrategia en la venta masiva, para ese gran segmento que es mucho más que la mitad del país, el definido por el C3 y los que lo suceden.

Entonces, la línea clásica, aspirante a ebanistería, fue un nicho reducido y muy poco explotado. Aquí el 'más es más', mayor volumen dio el paso al éxito. Es cuestión de tener suerte y rastrear en mercados de las pulgas, anticuarios, sobre todo en regiones, para encontrar muy buenas piezas de diseño moderno de CIC. En mezclas de fierro y madera, con cierto aliento art deco y luego mucho más impregnado de las ideas del modernismo.

Los años 40, 50 y 60 vieron nacer y multiplicarse las patas cónicas, las mesitas-carro para el televisor y hasta una amplia gama de muebles de terraza.

En los años 70 CIC introduce los muebles planos y desarmables y propone un uso hasta ese minuto prácticamente desconocido en el país: invita a todos al 'hágalo Ud. mismo', base de sus inolvidables muebles modulares. Según Raymond Gillmore gerente comercial de CIC, llegar a la amplia masa de compradores, mantuvo relación con el trabajo de diseño y más aún con la búsqueda de nuevo equipamiento del hogar y soluciones prácticas, poniendo énfasis en el aprovechamiento del espacio y una multifuncionalidad a prueba de todo. Por ello, y hay que decirlo, como pioneros absolutos CIC introdujo a su línea de fabricación a jóvenes arquitectos, que aportaron principalmente un desarrollo ligado a concretar la línea de innovación que se habían propuesto, que en conjunto con el trabajo de ingenieros dieron a luz por ejemplo, la cama nido, el camarote con escritorio y velador, y lo que se necesitara. Vendrían luego la mesa de dibujo y la silla ergonómica.

FERNANDO MAYER
Es un hecho que gran parte de nuestra historia industrial está ligada a distintos procesos de migración europea. En su momento fue el Winnipeg, pero lo fueron también los colonos del sur y más tarde alemanes judíos arrancando de la persecución nazi. En una parte de esta historia se sitúa el pasado de Muebles Fernando Mayer. Un joven perseguido en su Alemania natal, tuvo que dejar el colegio e integrarse a un taller donde aprendió de carpintería. Este joven se llamaba Fernando Mayer y llegó, junto a su familia, en 1939 a Chile. Toda su historia y la de una empresa familiar que cuenta con orgullo sus procesos, surgió de una conversación con su hijo, Roberto Mayer actual presidente de la empresa, y Bárbara Mayer, su nieta y periodista.

Fernando Mayer, junto a su familia, habitó una casa antigua en la calle Santa Magdalena. Habían transportado todos sus bienes en un container de madera, que luego quedó en el jardín de la casa en Providencia. Comenzó trabajando en una fábrica de ventanas, donde tomó dobles turnos y además por las noches comenzó a hacer arreglos con lo que sabía, principalmente a otros residentes de la colonia alemana.

Tanto trabajo significó cansancio y el cansancio se tradujo en tomar una decisión, que resultó ser la acertada. El mismo año de su llegada, junto a un amigo que conoció en el barco que lo trajo a Chile, Hans Freund, formó una sociedad. Freund y Mayer, como bautizaron la empresa, se concentró en arreglos y sobre todo en instalaciones de tiendas.

Como siempre sucede, el trabajo tuvo sus frutos y para 1950 los socios ya tenían varios maestros subcontratados, un taller en la calle Lira y una sólida lista de clientes y tiempo libre para experimentar. Se iniciaba el tiempo de la producción propia que comenzó con la creación de algunos muebles de casa a pedido, todo con un marcado estilo escandinavo, que hoy son más que clásicos pero muy difíciles de encontrar.

Con los 60 a la vuelta de la esquina ya aparecía en el horizonte otra área de expansión: los muebles de oficina, que partieron con una edición propia de un escritorio con el diseño de Risom. Se fabricaron en madera sólida, con la cubierta en placa carpintera enchapada, y en general se usaron maderas como castaño, eucalipto y algo de lingue. Otro de los clásicos de Mayer. Años más tarde serían pioneros en el uso de planchas de aglomerado, de hecho fueron los primeros compradores de Masisa, y su primera aplicación fue en la cubierta de la producción posterior del mismo escritorio.

Mayer comenzó a ser conocido no sólo por la buena factura sino también por su estilo, iniciándose un tiempo de alianzas, como con el reconocido mueblista Jorge Undurraga Aninat, con quienmontó el primer showroom compartido, estuvo en Serrano con la Alameda: Undurraga con su ebanistería tradicional, Mayer con sus muebles masivos.

En la misma época, a fines de los cincuenta, Freund anunció su retiro de la sociedad y la empresa pasó a llamarse Industria Maderera Fernando Mayer S.A., al tiempo que una nueva fábrica de tamaño considerable se puso en funcionamiento en General Velásquez.

Llegaron los 70, el gobierno de la Unidad Popular y un nuevo segmento de negocios; según el decreto de Fomento de la Producción y mano de obra en Chile, los aparatos electrónicos debían tener alguna pieza de factura nacional, por lo que llegaban desarmados se armaban en Arica, y la carcasa de madera de televisores y radios las hacía Fernando Mayer.

En esa época, además, comenzaron los trabajos de interiorismo para el edificio de la UNCTAD, entre otros proyectos de envergadura. La consolidación como fabricantes de muebles de oficina era un hecho. El paso siguiente, amediados de los 70, fue integrar importaciones de marcas internacionales, como Herman Miller, Ares, Giroflex, Fritz Hansen.

Hace dos años muebles Mayer comenzó nuevamente la venta y producción de mobiliario para la casa con Casa Mia.

WINNIPEG MON AMOUR
Pablo Neruda, además de ser el poeta, el sibarita y el político, es uno de los responsables de la llegada del diseño moderno a nuestro país. Tal cual, porque según la historia oficial nos relata, su gestión logró que en 1939 llegara a Valparaíso el Winnipeg conmás de dos mil españoles que huían del régimen franquista. Más allá de la polémica, de que sólo subieron al vapor los seguidores del mismísmo Stalin, la llegada de los españoles dejó una huella cultural tangible hasta hoy. En el vapor venía gente de todas las edades, mucha mano de obra calificada y también una buena dotación de artistas e intelectuales, entre ellos el tipógrafo Mauricio Amster, el arquitecto Germán Rodríguez Arias y un joven Cristián Aguadé.

Este último junto a un amigo y socio de viaje Claudio Tarragó, emprendieron una mini empresa subcontratista de pintura, arreglos e instalación de tiendas. "Durante los 40, aquí básicamente se instalaban tiendas,muebles, escaparates", cuenta Cristián Aguadé. La sociedad fue próspera y luego de algún tiempo Aguadé se casó con una hija de refugiados españoles, Roser Bru. Fue ese evento y un regalo dematrimonio particular el que dio vida al concepto y estilo de Muebles Sur. Otro catalán refugiado, el arquitecto Germán Rodríguez Arias, que trajo junto a él frescas ideas del modernismo y el racionalismo, admirador de la máquina de habitar y la democracia de las formas, regaló a la joven pareja el diseño del mobiliario para su primera casa.

Lo genial es que además de tanta inspiración moderna, el arquitecto inyectó el concepto diferenciador; miró a su alrededor y encontró en la madera de pino y la totora dos materiales vernáculos y sobre todo baratos. "Con los diseños de Germán fabricamos los muebles en nuestro taller. El resultado llamó la atención a todos los conocidos, y así fue que algunos nos pidieron cosas similares y las hicimos", cuenta don Cristián Aguadé.

Nació entonces la idea de aportar a la oferta de muebles, hasta ese minuto mínima, diseños alegres y funcionales, alejándose todo lo posible de cualquier clasicismo.

La primera tienda de Muebles Sur estuvo en Providencia, junto a lo que es hoy el restaurante El Parrón, antes del Drugstore y mucho antes de Cómodo, Providencia ya era lugar donde comprar "algo diferente". Según Aguadé, los primeros años su propuesta fue de cierta manera incomprendida: "Llegaba gente que no entendía esto de líneas simples ymadera de pino, solo caló en cierto segmento muy educado, arquitectos básicamente. Porque aunque llegara gente de familias tradicionales y con dinero, si no tenían la cultura necesaria para comprender, simplemente no lo consideraban".

En los 80 fue cuando el estilo Muebles Sur se masificó. Ya no eran necesariamente los muebles para la casa de la playa, ya era época de impulsar una tendencia: armar los livings sin el juego completo. "Ofrecimos piezas separadas para complementar el living, olvidándose del resto del amoblado del living, como había sido tradición", explica Aguadé.

Con el tiempo, y siempre con el pino como base fundamental, se añadieron otros materiales, como cuero, momento también de proyectar según las necesidades del cliente. Los 80 fueron la era de la expansión, y Muebles Sur comenzó en esa década una fructífera relación con otros mercados, exportando a Europa y EEUU.

Los 90 trajeron cambios en las reglas del juego, del tradicional local en Providencia, Muebles Sur dio el primer paso para el nuevo barrio del diseño, instalándose en 1995 en Alonso de Córdova con nueva Costanera. Los 90 serían también la era de las importaciones y el comienzo de una etapa marcada por la competencia de precios con el mercado chino del diseño; hoy del total de los productos un 30% se fabrica aquí y el 70% es importado. Las cosas cambian, y es parte del pasado cuando Muebles Sur contaba con dos fábricas y 200 personas trabajando con una producción local del 100%. Hoy trabajan en esta empresa netamente familiar sólo 50 personas.

¿KNOLL EN CHILE?
"La gente pasaba por la tienda que tenía en Providencia y no entendía nada. Entraban por curiosidad, pero ni idea de que estos muebles eran, incluso ya en esa época, los años 70, clásicos del diseño".

Con lo que don Sergio Rocca nos cuenta en su departamento, frente a un comedor increíble con sillas Mackintosh y un par de sillones de acero de Platner, no queda más que escuchar y cerrar la boca. Para uno que nació literalmente ayer, estar frente a un real visionario que trajo nada menos que la representación de Knoll a nuestro país, cuando los muebles de palo quemado y el amoblado estilo Reina Ana eran todavía los mejores regalos de matrimonio, de verdad no es menor.

Sergio Rocca Bonilla nació en Santiago y estudió en la Escuela de Artes Aplicadas y de Dibujo de la Escuela de Bellas Artes. Comenzó trabajando como mueblista de estilo más bien tradicional. Pero su vista siempre estuvo en las líneas modernas, en la vanguardia, en lo diferente. Le llamaban la atención aquellas piezas arquitectónicas, su construcción, sus proporciones.

Sin casi darse cuenta Sergio se hizo diseñador de interiores, trabajó para Las Naciones Unidas, organizó espacios y creó ambientes de trabajo. Viajó, miró, aprendió, volvió una y otra vez al país y siempre con la mente en las creaciones de Saarinen, Marcel Breuer o Mies van Der Rohe. Bueno, se dice que de tanto correr uno llega, y así fue tal como él recuerda: "perseguí por mucho tiempo los contactos para traer la licencia de Knoll Internacional a Chile, en 1968 lo conseguí".

Lo más importante fue entonces garantizar a la marca que podría fabricar con la exacta calidad los modelos de sus diseñadores soñados y la exigencia de ser exhibidos en un showroom independiente de cualquier otra creación. Fue difícil. Difícil contar con proveedores y aun más enseñarles a fabricar matrices, bases giratorias, perfiles y tapices, para así lograr piezas idénticas a las originales, a partir de planos proporcionados por Knoll, todo con el fin de mantener a la perfección los requerimientos de sus técnicos que llegaban cada dos años a revisar milimétricamente cada pieza, cada momento de la producción.

Rocca también participó en el proyecto de la UNCTAD y de las oficinas Swiss Air en Santiago, ambas en su momento el epítome de la modernidad en nuestro país. La trayectoria de este hombre ha sido valorizada en el Fondo Documental Sergio Rocca, una colección de 22 planos originales, 18 re-dibujados y 2.050 copias de planos de la colección de Knoll Internacional de NY. Este material fue donado por Sergio Rocca a la Biblioteca de la Universidad Católica, luego de que en 1993 venciera la licencia.

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