El séptimo arte en 2017, un año de diversidad racial y franquicias eternas
La temporada la dictan unos Oscar multiétnicos y grandes producciones. También, la decadencia del poder de taquilla de las estrellas.
Asegura Variety, la Biblia del cine, que el año pasado ha servido, entre otras cosas, para demostrar la defunción del sistema de estrellas. Johnny Depp es el actor menos rentable de Hollywood (comparando salarios con las taquillas de sus películas), Tom Cruise ya no tiene el tirón de antaño, Brad Pitt y Angelina Jolie han visto sus nombres más veces publicados en relación a su divorcio que por sus éxitos artísticos... Y de los jóvenes qué decir; Jennifer Lawrence y Chris Pratt tienen éxito porque trabajaban en franquicias taquilleras, no por sí mismos, y el ejemplo es el bajo rendimiento de Pasajeros.
Hoy, por mucho que algunos vean tambalearse el negocio de las secuelas, los spin-offs y las franquicias sobre juguetes y superhéroes, Hollywood se agarra a esa tabla de salvación para atraer adolescentes y veinteañeros. Y en esta gama, hay películas para dar y tomar: Guardianes de la galaxia 2, Alien: Covenant,, Logan, Wonder Woman, Transformers 5: el último caballero, La liga de la justicia, T2 Trainspotting, Piratas del Caribe: la venganza de Salazar, el Episodio VIII de Star Wars... O se revisitan sagas de éxito: habrá nuevo King Kong con Kong: Skull Island, nueva momia en The Mummy (con Tom Cruise y Russell Crowe), nueva pareja de extraños enamorados en La bella y la bestia, y nuevo Peter Parker en Spider-Man: Homecoming.
De toda esta avalancha de megaproducciones, y a la espera de ver qué ha hecho Ridley Scott con Alien: Covenant, hay dos destacadas. Si Batman La LEGO película mantiene la mitad del espíritu rebelde de la primera entrega, será más que suficiente. También puede llegar la consagración de Denis Villeneuve: tras el éxito de La llegada, estrena Blade Runner 2049, segunda parte del mítico filme que cambió la historia del cine de ciencia ficción, con Harrison Ford y Ryan Gosling, que también aparece en una de las grandes apuestas para los Oscar: el musical La La Land.
Esa es otra: para los Oscar que se entregan el 26 de febrero, la Academia está atravesando un proceso de rejuvenecimiento y apertura interracial. Y la espléndida La La Land ha acabado siendo las más blanca de las apuestas. También podrían entrar Hell or high water y Manchester by the sea, de Kenneth Lonergan, un cineasta de talento poco conocido entre el gran público. Porque las otras grandes contendientes hablan más de mundos afroamericanos e hindúes: Moonlight, de Barry Jenkins; El nacimiento de una nación, de Nate Parker, que él mismo escribió y protagoniza; Lion, de Garth Davis, y Loving, de Jeff Nichols (cineasta llamado a convertirse en un clásico).
Otra cosa muy distinta será su repercusión en la taquilla: solo El renacido, de Alejandro González Iñárritu, que el año pasado ganó las estatuillas de Hollywood a Mejor dirección, actor y fotografía, estuvo entre las 10 más vistas. En españa, al menos, el resto quedó en manos de franquicias y películas de animación . En EEUU y Canadá, ni eso: hasta el puesto 22º de los filmes con mayor recaudación en 2016 no hay un título de autor, y es Sully, de Clint Eastwood. En 2017 no cambiarán las cosas, aunque queden esperanzas en Dunkerque, el drama bélico con el que Christopher Nolan recrea la famosa retirada aliada de 1940 del puerto francés, y en Song to Song, un repaso a la escena musical de Austin (Texas), dirigida por Terrence Malick. Ambas películas son carne de festival, como Happy End, de Michael Haneke, un drama familiar que acontece en el Calais de los campamentos de refugiados, o Zama, de la argentina Lucrecia Martel.
Peor va la lucha por equiparar el porcentaje de directores y directoras en Hollywood. Ese impulso en realidad está naciendo desde Europa y desde festivales como Cannes. En los Oscar, Toni Erdmann, la tragicomedia alemana de la cineasta Maren Ade, es la favorita al premio a mejor filme de habla no inglesa (tras arrasar en los premios del cine europeo), y podría colarse en otros apartados, como la brasileña Aquarius, sustentada en la prodigiosa interpretación de Sonia Braga.
La escuadra española
Si el año pasado muchos consagrados españoles estrenaron trabajo (Rodríguez, Almodóvar, Bayona, Trueba, Paco León, Calparsoro, García Velilla, Bollaín...), esta temporada el peso de mantener la cuota de mercado está repartido entre veteranos y jóvenes. Por un lado se estrenarán Oro, de Agustín Díaz Yanes, que colabora de nuevo con Arturo Pérez-Reverte para narrar las aventuras de una expedición española que en el siglo XVI se internó en el Amazonas a la búsqueda de El Dorado; El guardián invisible, de Fernando González Molina, que adapta la novela homónima de Dolores Redondo que abre la trilogía del Baztán; Abracadabra, de Pablo Berger, una comedia, según su creador, "mágica e hipnótica"; El bar, de Alex de la Iglesia, versión siglo XXI de El ángel exterminador en un bar de Madrid, e Incierta gloria, con la que Agustí Villaronga vuelve a la Guerra Civil y sus consecuencias. Entre las apuestas más riesgosas estarán los dramas El móvil, de Manuel Martín Cuenca; Morir, de Fernando Franco, y La llamada, de Javier Calvo y Javier Ambrossi, autores del musical teatral que ahora salta a la pantalla, sobre las andanzas de una joven a la que se le aparece Dios en un campamento católico.
Para acabar, la pareja ganadora del Oscar, Javier Bardem y Penélope Cruz, acaban de regresar de Colombia de rodar, bajo la dirección de Fernando León Escobar, la historia real de amor entre el narcotraficante más famoso de la historia y la periodista Virginia Vallejo. A mediados de año estarán juntos otra vez, como protagonistas de un drama familiar de viticultores, del iraní Asghar Farhadi.
Otro cóctel arriesgado para 2017.
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