El sueño imposible de Arturo Vidal

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El centrocampista chileno del Bayern vuelve a medirse al Madrid, el equipo en el que ambicionó jugar. Ancelotti le quiso fichar en 2015 para unirle a Alonso.




Cuando Arturo Vidal fichó por la Juventus en 2011 pronunció una frase que desencajó al departamento de comunicación del club turinés y provocó un incendio en la hinchada. "Es un nuevo paso en mi carrera", dijo; "un escalón para llegar al Real Madrid".

Los seguidores del Colo-Colo le llamaba Celia por su parecido con Celia Cruz, la reina de la salsa. A Vidal nunca le importó. Venía de San Joaquín, una barriada paupérrima, y estaba furiosamente resuelto a ser futbolista profesional para sacar a su madre y a sus hermanos de la miseria. Como por entonces era imposible imaginar nada más opulento en el mundo del fútbol que el Madrid de los galácticos, el muchacho se figuró vestido de blanco. En 2007 le contrató el Leverkusen. Allí encontró un amigo que agitó sus ensoñaciones: Jupp Heynckes, el entrenador, le estimuló a perseguir ese objetivo. Le faltó poco para alcanzarlo.

El Madrid acababa de ganar la Décima en junio de 2014, cuando Florentino Pérez y Carlo Ancelotti se reunieron a tratar el fichaje de la pieza que más necesitaba el equipo: un centrocampista. El presidente dijo que el Madrid debía fichar al mejor centrocampista del mundo y señaló a Toni Kroos. El entrenador apuntó que el Madrid debía contratar al mejor centrocampista del mundo "para" el Madrid. Pequeño matiz. Propuso al interior de la Juve, el chileno Arturo Vidal.

Ancelotti vislumbró un mediocampo con Alonso como mediocentro y Vidal con Di María —o Modric— en los carriles interiores. El club le ofreció otro plan: Kroos como mediocentro, y James y Modric como interiores.

Al año siguiente el Madrid jugó la eliminatoria de semifinales de Champions contra la Juve. En Turín todavía recuerdan la charla que mantuvo Vidal con Buffon, Marchisio y Bonucci antes de viajar a Chamartín a disputar la vuelta. Había llegado borracho a un entrenamiento y Massimiliano Allegri, el técnico, estuvo a punto de marginarlo. El compromiso con los capitanes le sirvió de acicate. En el Bernabéu hizo un partidazo. Pasó la Juventus. El Madrid no ganó títulos importantes ese año. Ancelotti fue destituido.

Triángulo de volantes

"Hoy Ancelotti es el mejor entrenador del mundo", dice Vidal, que, a punto de cumplir 30 años, parece haber encontrado su lugar en Múnich junto al técnico que un día imaginó que la mejor solución para sostener la extravagante delantera que componen Bale, Benzema y Cristiano pasaba él. Ancelotti creía que Alonso era el mejor filtro posible para sus centrales y que Vidal y Di María eran la clase de atletas capaces de cubrir el gigantesco prado a la espalda de los puntas.

El Bayern que recibirá al Madrid el próximo miércoles en la ida de los cuartos de final de la Champions presenta un esquema es diferente. Allí, Robben y Ribéry volantean mejor que Cristiano y Bale. El equipo mastica más las jugadas. Alonso disimula su veteranía porque no tiene tanto campo que cubrir y a Vidal no parecen mermarle los años. Thiago, el tercer vértice del triángulo, encargado del último pase, descubre allí su hábitat ideal.

Los excesos, aunque muy esporádicos, no han cesado. El Bayern le efectúa controles de sangre periódicos. Él se revuelve. El pisco es una debilidad congénita. Su tío murió de hipotermia, intoxicado, en una calle de Santiago. Su padre, Erasmo, confesó en El Mercurio que vive al límite: "Mi hijo sabe que tomo. A él no le gusta verme así. Yo le digo: 'Hijo, ¿qué voy a hacer?' ¡Mi papá era alcohólico también!".

Sus compañeros le describen como un joven tierno y generoso. Inofensivo hasta que pisa el campo. Allí, según demostró el sábado, es capaz de tirarse de cabeza a robar un balón de los pies de Dembélé. Ante un Allianz Arena enloquecido, Arturo Vidal patentó el tackle craneal.

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