Teólogo y vaticanista italiano: "En pocas horas, el Papa se ha presentado como un gran reformador"
"Vi una fuerza revolucionaria en querer a su lado en el balcón a Agostino Vallini, el obispo vicario de Roma. Como para decir: "Estamos en el mismo nivel".
Paolo Rodari, teólogo y vaticanista del diario romano La Repubblica, es autor del libro Ataque a Ratzinger sobre las deformaciones informativas del caso Vatileaks y uno de los más destacados expertos en temas de Iglesia en la prensa italiana. Rodari fue uno de los pocos vaticanistas que señalaron en los días previos que el cardenal argentino Jorge Bergoglio tenía una posibilidad de convertirse en el nuevo Papa, aunque confiesa que la decisión de los cardenales lo sorprendió, como a todos los analistas más respetados de temas vaticanos.
Usted había subrayado -entre pocos- que podía haber una segunda oportunidad para Bergoglio tras el cónclave de 2005. ¿Por qué?
Fue sólo una sensación. Me parecía demasiado raro su silencio. Había tenido tantos votos frente a Benedicto XVI como para quedarse callado al llegar a Roma. Tiene un perfil muy espiritual, entonces la actitud reservada podía pegar con su personalidad. Pero me parecía inusual que alguien tan importante y respetado no defendiera, por ejemplo, la renuncia del Papa emérito o no dejara caer algo de cara al cónclave. Pero finalmente no pensaba que saldría.
¿Fue una sorpresa?
Sí, no me lo esperaba. Pero sobre todo fue una sorpresa por sus primeros gestos. En pocas horas ya se ha presentado como un gran reformador. Hay que ver si a las palabras siguen los hechos.
¿Se refiere al nombre?
Por supuesto fue una elección muy simbólica la del pobre de Asís, el santo del Evangelio humilde, de los orígenes. Pero sobre todo vi una fuerza revolucionaria en querer a su lado en el balcón de San Pedro a Agostino Vallini, el obispo vicario (suplente) de Roma. Como para decir: "Estamos en el mismo nivel, somos pares tú y yo". Nunca había pasado que el Papa y el vicario se asomaran juntos. Por eso, creo que es el detalle rompedor que más consecuencias puede llevar.
¿Por ejemplo, la mayor colegialidad entre obispos y Papa que quería el Concilio Vaticano II?
Poniéndose en el mismo plan del obispo suplente de Roma pide un gobierno más horizontal. También se porta como un obispo: además de hacer el Papa con los grandes viajes, los encuentros, creo que guiará de cerca la diócesis. En su homilía a los cardenales, en italiano, sin leer, parecía casi un párroco. Recuerda a Albino Luciani, Juan Pablo I, que en sus pocos días de pontificado hizo lo mismo.
¿Qué pasó con el gran favorito, Angelo Scola?
El arzobispo de Milán probablemente ha pagado el hecho de que no todos los italianos lo aman y de que representa una Iglesia muy fuerte, muy presente en la sociedad, que interviene en las cuestiones. Creo que quisieron imprimir un cambio de otro tipo.
¿De tipo geopolítico quizás? ¿En el sentido de abrirse al otro lado de océano, donde los fieles son más?
Primero, sobre todo en el sentido de buscar una Iglesia más de las bases. El factor geopolítico lo veo más bien al revés: los cardenales europeos ya cuentan poco, ya no tienen peso suficiente como para elevar a la silla pontificia a su Papa. Europa e Italia ya no son el centro de la cristiandad. La elección de un Pontífice "del final del mundo" sella la situación dramática de la fe en nuestros países.
¿Le parece que elegir, al cabo de ocho años, el que había quedado segundo represente una especie de "revancha" tras la renuncia de Benedicto XVI, como han interpretado algunos vaticanistas?
No creo. Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio nunca se sintieron antagonistas o contrapuestos. Se colocan en la misma línea de la ortodoxia. A mí me parece más una desautorización a un grupo de gobierno alrededor de Benedicto. Es decir, una admisión de que estos ocho años fueron un fracaso desde el punto de vista de sus colaboradores. Esta es la ruptura más profunda que le toca representar y marcar a Bergoglio.
Pronto irá a visitar a su predecesor en el Castel Gandolfo. ¿Qué relación tendrán ahora?
Yo creo que el carácter de Joseph Ratzinger, tímido, apartado y su afán de retirarse en la segunda línea, lo llevarán lejos de los focos y alejado del Palacio Apostólico. No hay preocupaciones en este sentido.
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