Un colombiano contra natura
Y de repente un velocista nacido en el país de los escarabajos escaladores: Fernando Gaviria rompe moldes ganando al embalaje.
Históricamente, Colombia ha sido tierra de escaladores, de los ciclistas escarabajos, que desde sus primeras pedaladas ascienden las escarpadas montañas andinas. Aún se recuerdan los 80, con Lucho Herrera, Fabio Parra, Oliverio Rincón. Y ahora a Quintana. Sin embargo, durante la primera semana del Giro, irrumpió una excepción: Fernando Gaviria (Antioquia, 1994) se coló en el embalaje de los sprínters y sumó dos victorias y un segundo lugar. Por eso lidera por puntos. Sus seis triunfos en la temporada le hacen el velocista del momento.
El ciclista de 22 años, oriundo de La Ceja, un pueblo cercano al aeropuerto de Rionegro, el punto de llegada a Medellín, destacó en el ciclismo en pista, donde ganó medallas mundiales juveniles y absolutas. Proviene de una familia de corredores: su padre, José Hernando, y su tío, Óscar, fueron ciclistas de ruta; su hermana mayor, Juliana, es parte de la selección de su país y en 2012 ganó la Copa del Mundo en keirin.
Paradójicamente, Fernando no ha podido ser profeta con los colores de su patria. En Río 2016 era favorito para el oro, pero por la dejadez de la federación fue abandonado un día en el aeropuerto de Rionegro, vio interrumpida su preparación y apenas logró un diploma. Algo parecido le había pasado en el Mundial de Londres (2014), desamparado por los directivos en el lobby de un hotel.
Su renuncia al combinado colombiano encontró alivio en el profesionalismo. Y algo de gloria.
Aunque la expectativa colombiana está en Nairo Quintana, que busca su segundo Giro, Gaviria ha sabido robarse protagonismo. A comienzos de año avisó contra los mejores velocistas del mundo.
En una etapa de la Tirreno Adriático libró un mano a mano memorable con el eslovaco Peter Sagan, del que salió victorioso. También obtuvo otras tres victorias de etapa y culminó en el top-5 de la Milán San Remo. Al Misil, como se le conoce por su potencia, no le gusta su apodo: "No me gusta que me digan Misil porque vivimos en un país que ha sido marcado por la guerra y las armas".
Sin tener las características de un velocista natural, Gaviria rompe todos los paradigmas. Alcanza en los sprints una potencia de 1.200 vatios y tiene el umbral anaeróbico en el 94% de su potencia máxima. Martín Cochise Rodríguez, para muchos el mejor pedalista colombiano de todos los tiempos, lo elogia: "Es muy talentoso. Competir en pista y ruta es complicado, pero está preparado para ganar en cualquier terreno. En la pista adquirió reflejos y velocidad, y ahora está sacándole provecho en la carretera". Y añade: "Estamos ante un ciclista prodigioso y completo que puede ser el próximo Cavendish". El propio británico, rey de la especialidad, ganador de 48 etapas entre las tres grandes vueltas, avala al colombiano: "La forma en que destruyó a sus oponentes en el Tour de San Luis en 2016 fue verdaderamente aterrador. Es una joven superestrella".
La llegada de Gaviria al equipo belga Quick Step, en 2015, lo dio un impulso definitivo. "Es un corredor que tiene mucha confianza y buenas piernas, tiene un don especial", afirma el español Joxean Fernández, Matxin, cazatalentos del equipo y artífice de su fichaje. El director deportivo, Davide Bramati, lo refrenda: "No escondemos que hay fe en él, de lo que es capaz".
Santiago Botero, campeón mundial de contrarreloj en 2002, se une a los elogios: "Es un corredor con una proyección enorme, rápido, inteligente, sagaz a la hora de enfrentar retos. Ha crecido de manera desproporcionada en los últimos años. Y eso que en Colombia, al tener un terreno montañoso, se destacan escaladores".
"Mi hermano Óscar ganó clásicas regionales, metas volantes, por ahí hay genética de esprínter en la familia", comenta José Hernando, el padre del rara avis, quien ya cedió a sus deseos de que Fernando practicara patinaje por los peligros de la bicicleta. De repente, a Colombia le salió un sprinter entre tanto escarabajo.
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