Un siglo en la memoria: muere Günter Grass, el escritor alemán más político y controvertido

El autor más representativo de la historia de Alemania del siglo XX falleció ayer, a los 87 años, tras padecer problemas respiratorios.




Juntó un puñado de esquirlas de bombas y granadas. Estaban desparramadas cerca de su hogar, en Dánzing. Günter Grass era el niño que recogió esos trozos de guerra y luego cambió por estampillas de correo y láminas de colores para jugar.

"Quien no recuerda con exactitud se aproxima a veces, sin embargo, a la verdad un poco más, aunque sea por senderos torcidos", anotó un Günter Grass de 80 años sobre ese recuerdo de infancia que estampó en su libro de memorias Pelando la cebolla, de 2007.

El ejemplar encendió la polémica sobre su relación con la guerra y Alemania. Pero no precisamente por la frágil imagen de un menor inclinándose al suelo en busca de un objeto extraño.

"Fui seducido por Hitler; creer en él no cansaba, era facilísimo", anotó Grass en su autobiografía. Tras décadas de ejercer el rol de conciencia política de Alemania, el escritor revelaba su participación en la décima división de tanques Frundsberg de las temibles Waffen-SS, cuando tenía 17 años.

Tras la confesión de su paso por las Juventudes Hitlerianas, el escándalo estalló y el autor de memorables novelas como El tambor de hojalata y Mi siglo, premio Nobel de Literatura y Príncipe de Asturias, tuvo que salir a dar explicaciones ante la prensa y la intelectualidad internacional que lo tildaba de "escritor nazi".

Ayer era otro el panorama, luego de su muerte a los 87 años, tras ingresar el domingo al hospital por problemas respiratorios. "Günter Grass fue un literato mundial. Su legado literario se ubicará junto al de Goethe", señaló la ministra de Cultura alemana, Monika Grütters.

Su última aparición pública fue el 28 de marzo, en el estreno de una versión teatral de El tambor de hojalata en el teatro Thalia de Hamburgo. El adiós al narrador, poeta y dibujante nacido en 1927 y criado en una familia católica de clase media, fue grandilocuente. "Murió Günter Grass, la conciencia crítica de la Alemania de posguerra", titulaba la BBC en su portal en internet. "Muere gran novelista y crítico social", señalaba el diario estadounidense The New York Times. "Un testigo incómodo del siglo XX", apuntó el diario español El País.

Este último medio visitó a Grass el pasado 21 de marzo en la ciudad de Lübeck, al norte de Alemania, donde falleció. En conversación con el periodista Juan Cruz, se mostró "jovial y alegre", pero "necesitaba ayudarse de un respirador".

En la entrevista se refirió a sus primeras obras, dijo sentirse más cerca de Albert Camus que de Heidegger, más próximo al mito de Sísifo que al razonamiento alemán. Y expresó su admiración por la obra de Goya.

"Toda la causa en el fondo es el dolor. Cada persona tiene su propia situación y yo me di cuenta de que no sólo podía expresarme artísticamente sino que tenía que tratar unos determinados temas, el de mi juventud, el de la capitulación absoluta de Alemania", dijo Grass, quien había terminado un nuevo libro, ahora inédito y póstumo. Un ejemplar con textos breves donde funde sus grandes pasiones: la narrativa y la poesía. El tema, insistió, es el dolor: "Es la principal causa que me hace trabajar y crear". Y luego puso el acento en los horrores de la Segunda Guerra Mundial: "Alemania es una historia sin terminar, porque el Holocausto y el genocidio, estos horribles crímenes, constituyen una historia que no acaba nunca".

Oskar en el siglo XXI

Arrastró una larga sucesión de controversias tras publicar su primera novela, El tambor de hojalata, en 1959.

Calificada de "pornográfico" y "blasfemo", el libro era eso y más. La historia es protagonizada por Oskar Matzerath, quien a los tres años decidió dejar de crecer y comenzó a comunicarse a través de un tambor. Oskar recuerda su vida desde un hospital y, a través de ella, repasa la historia de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

La novela fue adaptada al cine por el director alemán Volker Schlöndorff y recibió el premio Oscar a la Mejor Película Extranjera en 1980. "Grass escribe con furia, amor, desprecio, sentido de la comedia y de la tragedia y todo con una conciencia implacable", señaló sobre la novela el escritor John Irving. Respecto del protagonista, Grass especuló: "Oskar ahora sería un computer free, un hacker o algo así, y tendría que vencer otras resistencias".

Miembro del Grupo 47 junto con Heinrich Böll, con El tambor de hojalata Grass comenzó una trilogía sobre la memoria histórica que se completa con El gato y el ratón (1961) y Años de perro (1963). A fines de los 60 trabajó en la campaña de Willy Brandt, primer canciller de la Social Democracia Alemana, y en los 90 fue un opositor a la reunificación alemana, proceso que comparó con la anexión de Austria por Hitler.

En 1999 recibió el Premio Nobel, y tras la publicación de sus memorias, hubo quienes pidieron que lo devolviera. "En la Academia Sueca lo vimos como la cima del siglo XX. El fue el siglo XX, por lo menos después de Thomas Mann", dijo ayer Per Wästberg, miembro del jurado que otorga el Nobel.

"No tratamos el mismo tema, pero éramos amigos y nos apreciábamos mutuamente", señaló horas después de su muerte el escritor húngaro Imre Kertész. Un gesto de cordialidad. No pensaban lo mismo. Sobre todo después del 4 de abril de 2012. Grass volvía a la polémica tras publicar en el diario alemán Süddeutsche Zeitung el poema Lo que hay que decir, en el que acusaba a Israel de poner en peligro la paz mundial por su capacidad para producir bombas atómicas. Allí se preguntaba: "¿Por qué solo ahora lo digo,/ envejecido y con mi última tinta:/ Israel, potencia nuclear, pone en peligro/ una paz mundial ya de por sí quebradiza?". Controvertido y siempre con su pipa a mano su figura, a ratos en las sombras, quedará grabada en la historia de la literatura del siglo XX.

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