El balance de Sebastián Piñera

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Pese a ser el político de derecha electoralmente más exitoso de la historia de Chile, sus severas falencias en la gestión política explican las fallas de su gobierno y el estado actual de su sector.


Hoy el Presidente Sebastián Piñera entregará la banda presidencial a Gabriel Boric, poniendo término a cuatro años de gobierno, que inició en marzo de 2018, cuando llegó a la Presidencia prometiendo “tiempos mejores” y con el número más altos de votos recibidos hasta entonces por un candidato a la Presidencia de la República, desde Eduardo Frei Ruiz-Tagle en 1993. Fue, además, la segunda vez que llegaba al poder, tras su primer periodo entre 2010 y 2014. Sin embargo, al dejar La Moneda lo hace con el nivel más bajo de aprobación de un Presidente en la historia reciente y con un país radicalmente distinto al que recibió y en proceso de elaborar una nueva Constitución. Durante este periodo no solo tuvo que enfrentar el estallido social de 2019, sino también los efectos sanitarios y económicos de la peor pandemia que ha afectado a la humanidad en más de un siglo.

Son precisamente esos dos acontecimientos los que dan cuenta de la paradoja del presidente saliente. Sebastián Piñera es el político más exitoso de la derecha en términos de rendimiento electoral. Ninguna otra figura del sector ha ganado en dos oportunidades una elección presidencial. Pero sus fortalezas como candidato contrastan con su pobre capacidad de gestión política que explican mucho de los problemas que tuvo que enfrentar. Es cierto que sería injusto atribuirle toda la responsabilidad del 18-O, pero no lo es reconocer que hubo un excesivo triunfalismo y una desconexión de parte de su gobierno con la situación que atravesaba el país, que impidió adelantarse a los hechos. Sólo días antes en una entrevista al Financial Times aseguró que Chile era un “oasis” en la región. Todo ello sumado a la lenta reacción ante los acontecimientos, terminó alterando el rumbo de una administración, marcada por la confusión y las actitudes erráticas.

A lo largo de su carrera, Sebastián Piñera ha mostrado capacidad de gestión. Lo hizo con el manejo de la reconstrucción tras el terremoto de 2010, al que tuvo que hacer frente recién asumido y con la operación para rescatar a los 33 mineros de la Mina San José. Y lo volvió a hacer en su respuesta a la pandemia, al adelantarse en el aseguramiento de las vacunas, incluso antes de que estas hubieran sido desarrolladas. Eso permitió llevar a cabo un exitoso proceso de vacunación en la población que no solo tiene a Chile en los primeros puestos del mundo en porcentaje de población inoculada, sino también es visto con admiración por la comunidad internacional. Pero si en eso el Presidente saliente goza de reconocimiento, en el ámbito político exhibe deficiencias que terminaron ahondando la peor crisis política que ha enfrentado el país desde el retorno a la democracia, al ser incapaz incluso de ordenar a su sector en el Congreso.

Piñera no logró ofrecer una respuesta efectiva y un proyecto movilizador para su sector, y terminó cediendo ante una oposición que logró imponer su agenda tras el 18-0. Fue, además, incapaz de asumir el liderazgo de su coalición, más indispensable que nunca considerando el clima político que atravesaba el país. El hecho de que no solo deba entregar la banda a una figura de la oposición -como ya le pasó en 2014-, sino sobre todo la situación en que entrega el país y la profunda división política en que dejó a la centroderecha, son prueba de ello.

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