El cambio del modelo y las palabras vacías
El planeta tiene que descarbonizarse al 2050 y las emisiones de Chile deben reducirse a la mitad en esta década. Según la reaseguradora suiza Swiss Re, nuestro país perderá entre 8 a 27% de su PIB al 2050 por desastres climáticos
Pareciera que para algunos basta decir que el modelo debe transitar del extractivismo hacia la sustentabilidad, o que, al ir contra el neoliberalismo imperante los problemas del país, simplemente, desaparecerán. Ocurre que los problemas no se resuelven con palabras vacías. Para iniciar la revolución energética, el ministro Pacheco consideró el diagnóstico sobre la falta de competencia en el sistema eléctrico chileno, generando reformas profundamente pro mercado, se estableció un impuesto verde y se promulgó una ley que estableció una meta de energías renovables. Y el mundo entero se benefició por la disminución de los precios en las energías limpias. No es coincidencia que Chile haya sido tres veces elegido el mejor mercado renovable del mundo, y que hoy se esté instalando tanta energía renovable como toda la instalada en la década anterior.
Al concebir al cambio climático como una amenaza al país, es coherente que cada presupuesto sea creado desde una mirada climática, que cada obra pública fortalezca la resiliencia sistémica y las compras públicas apunten hacia una descarbonización hacia 2050. Cada elección debe ser una elección climática y el gran desafío será conciliar la transición ecológica sin replicar los errores del pasado.
Para cumplir las metas de descarbonización global se requiere el doble de cobre, y probablemente 10 veces más litio, y si bien Chile extrae 2,4 kg de material por cada dólar de PIB generado, es probable que la transición ecológica siga presionando esta extracción.
Así, el cobre deberá ser extraído con energía 100% renovable; las mineras, reemplazar sus combustibles por hidrógeno verde y el petróleo usado en maquinaria deberá pagar un impuesto asociado a la contaminación que genera. Todo lo anterior, sin intervenir espacios periglaciares y con una huella hídrica notoriamente menor a la que ha presionado a los ecosistemas de Atacama. Si no estaremos resolviendo un problema creando otro.
Quienes dicen preocuparse por el futuro del país deben proponer cómo enfrentamos el desafío climático, pero cuando pasas tiempo declarándote anti algo, y no pro nada, terminas con poco que ofrecer. El tiempo se acaba y no podemos darnos el lujo de no avanzar los próximos cuatro años. Sea cual sea el gobierno elegido, debe centrar esta prioridad en todas sus propuestas programáticas.
Entonces, al ver programas presidenciales con cambios hacia un modelo más verde, pero sin detalles de cómo lograrlo, aparecen preguntas sobre si las propuestas se basan en convicciones o en ingeniería electoral.
La encuesta IPSOS PUCV indicó que 59% de los votantes priorizarán campañas presidenciales con foco en lo ambiental, y la reciente elección de constituyentes fue un anticipo de un evidente voto verde que emana de una ciudadanía que percibe la urgencia de la amenaza. Es responsabilidad -con los chilenos de hoy y del futuro- presentar campañas a la atura de este desafío climático.
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