El “todo o nada” del Presidente

Ninth Summit of the Americas in Los Angeles
REUTERS/Mike Blake

Es una mala noticia para el país que el gobierno enfrente el próximo plebiscito en una lógica inflexible de apruebo-rechazo, desestimando las propuestas para bajar los quórums de la actual Constitución o explorar vías alternativas en caso de que se imponga el Rechazo.


Llamó la atención el duro reproche que el Presidente de la República formuló respecto de la reforma constitucional propuesta por un grupo de senadores de la Democracia Cristiana, mediante la cual se buscan reducir los quórums de reforma de la actual Constitución, para dejarlos en 4/7.

Al respecto, el Jefe de Estado dijo que “se demoraron un poco”, pues “la Constitución lleva más de 30 años, entonces que no lo vengan a plantear ahora (...) antes del plebiscito”. También formuló duros reparos a la oposición, ante los anuncios que ha hecho el sector para que en caso de que gane el Rechazo, igualmente se deba emprender un camino de reformas constitucionales. “La derecha rechaza, está en su derecho, es totalmente legítimo, pero que no le digan a la gente que acá hay terceras vías”.

A juzgar por el tono de estas declaraciones, se va despejando que el Mandatario y su coalición, en su afán de asegurar que triunfe la nueva carta, desestimarán cualquier camino alternativo que no se enmarque en la lógica Apruebo-Rechazo. Esta postura, que si bien puede tener sentido desde una perspectiva estrictamente electoral -abrir otras vías a partir del Rechazo o buscar eventuales reformas a través de la actual Constitución algunos lo podrían interpretar como un debilitamiento del Apruebo-, para el país representa en cambio una señal muy desfavorable que desde el gobierno el referéndum se enfrentará en una lógica de “todo o nada”. Lo dijo también el propio Mandatario: “Lo que se juega el 4 de septiembre son dos posiciones: aprobar o rechazar”.

Esta postura representa ciertamente un giro con lo que el propio Jefe de Estado había declarado solo hace algunas semanas, cuando dijo que era obligación del gobierno ponerse en todos los escenarios, es decir, dio a entender que el Ejecutivo también estaba considerando alguna estrategia en caso de que ganara el Rechazo. Al cerrar las vías para tender con la oposición y con la centroizquierda distante del Apruebo algún tipo de acuerdo que dé salidas en caso de que la propuesta de la Convención no sea aprobada -y sin que ni siquiera se valore el hito político que supone allanar el camino para hacer reformas dentro de la actual Constitución-, se profundiza la lógica de polarización y pone en entredicho la ecuanimidad que le corresponde al gobierno en este proceso. Esto último sobre todo cuando el propio Presidente y algunos ministros de su gabinete han señalado que la actual Constitución representa un obstáculo para llevar a cabo determinadas reformas comprometidas en el programa de gobierno, afirmación que de paso también podría leerse como un intervencionismo encubierto en favor del Apruebo.

La Moneda parece no advertir que su estrategia de “todo o nada” no solo tensiona aún más el ya complejo proceso constituyente, sino que también le quita soporte a la alternativa de “aprobar para reformar”, que aparece como una frase sin contenido cuando el llamado que se formula es a aferrarse incondicionalmente al Apruebo, sin mencionar qué aspectos deberían en ese caso reformarse.

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