Facticidad y economicismo: amenazas para una centroderecha política
Por Hugo Herrera, profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales
Cuando hace década y media se empezó a hablar de la fragilidad ideológica de la centroderecha, se replicó que los ideales naturales del sector estaban claros: crecimiento económico, libertad de emprender, mérito. Porfiaba la inconsciencia respecto de la importancia de un discurso político, capaz de entender, por ejemplo, el significado de la integración social o de la división del poder entre un Estado fuerte y un mercado vigoroso. Tampoco se tomaba en serio la necesidad de corregir el abultado expediente de abusos económicos.
La triste historia es conocida (aunque los modestos resultados de las últimas primarias contribuyan al olvido en algunos): dos gobiernos de Piñera acabados en fracaso. Lo que ha seguido, en ambos casos, es llamativamente parecido. Más que liderazgos de partido, se busca un independiente: varones de edad media, arribados de abajo (nunca tan abajo), gracias a su empeño y afecto a los negocios, atraen irresistiblemente a empresarios de la plaza, como despertando sus instintos de padrinos respecto del escogido de turno: otrora Golborne, hoy Sichel.
Daña al sistema político y la derecha que ésta se vea -cuatro veces en cuatro elecciones seguidas- cooptada por empresarios. Probablemente parte importante de la pérdida de legitimidad de las instituciones, de la crisis en la que se halla ese sector y la desconfianza hacia él se deban a la influencia de los grupos económicos sobre la derecha, a través de empresarios en modo campaña, de operadores fácticos en los partidos y de centros de estudios funcionales, como LyD y la FPP.
Pero el daño no acaba aquí. Porque si los empresarios tienen su ámbito natural en la actividad económica, sus competencias políticas son muchas veces discutibles. La falencia deviene ejemplar en el programa del candidato que escogieron esta vez. Luego de un “diagnóstico” breve y algo simplista de la compleja situación actual y previo a las propuestas concretas, el discurso de la candidatura consiste en dos “principios” y cuatro “pilares”. Aquí todo o casi todo se vuelve economía neoliberal. Así, por ejemplo, los “principios” son: la “libertad de emprender, trabajar y elegir” y la “solidaridad”, reducida ésta eminentemente a que las “políticas públicas” se orienten a “la eficiencia y la productividad, combatir los abusos, los monopolios y las externalidades negativas, fomentar el emprendimiento”. Nada hay de justificación política de las instituciones amenazadas por la izquierda radical; ni una línea dedicada a entender al pueblo: esa enorme fuerza social que es la base de legitimidad de las instituciones y el principio de las crisis políticas.
Si la derecha quiere contribuir a articular un orden político eficaz, el primer paso necesario es que sus liderazgos se vuelvan políticamente conscientes e independientes -fuera de dudas razonables- de la contaminación de intereses económicos y del funesto reduccionismo economicista.
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