La capacidad de reimaginar la educación superior
Por Julio Castro, Rector de la Universidad Andrés Bello.
Estamos cerrando uno de los años más complejos en décadas y, a pesar de los avances y la efectividad de varias vacunas contra el Covid-19, aún existe una incertidumbre importante respecto de lo que nos deparará el próximo. En cuanto a la educación superior, tuvimos que adaptar nuestra labor formativa sobre la marcha y, sin duda, la enseñanza y el aprendizaje nunca serán lo mismo que antes de la pandemia.
En 2020 las estructuras tradicionales de enseñanza quedaron relegadas ya que -impulsados por una situación extraordinaria- tuvimos que adoptar aceleradamente nuevas tecnologías y dar espacio al aprendizaje virtual.
El salto de la presencialidad a la virtualidad significó un desgaste considerable tanto para estudiantes como académicos. Como es de esperar con un cambio de esta magnitud en tan poco tiempo, no es un proceso fácil de adoptar.
El componente emocional y psíquico de la comunidad, afectado ya por la situación a nivel mundial, es un aspecto que las instituciones debimos abordar con mucha fuerza y que seguramente seguirá siendo una prioridad mientras estemos aún inmersos en contexto de pandemia.
Cada plantel ha debido innovar, rápida y eficazmente. En esa línea, quienes mejor lograron superar este desafío fueron aquellas que de alguna forma ya tenían las plataformas y herramientas y, además, fueron capaces de poner en marcha planes de contingencia.
Innovadoras iniciativas como las prácticas bajo la modalidad de teleatención; el uso de simuladores en las distintas carreras; la aplicación de metodologías Hyflex para las áreas de la salud; la utilización de aplicaciones para enriquecer la comunicación y evaluación de los estudiantes, en otras, fueron herramientas que varias instituciones, entre ellas UNAB, lograron poner en marcha para mantener su compromiso con cada uno de sus estudiantes y lograr los aprendizajes correspondientes.
Claramente ante este nuevo escenario son varias las lecciones, tantas como instituciones de educación superior existen en el país, pero quizás la más importante y transversal es que demostramos que podemos adaptarnos y ser más ágiles de lo que pensábamos antes de esta crisis. Hoy tenemos que pensar nuestro sistema desde una óptica diferente, que nos dé libertad para innovar y flexibilidad para reaccionar adecuadamente a los cambios. Es un desafío no solo para cada institución, sino también para nuestros reguladores y autoridades.
Está claro que nada volverá a ser como antes. Pensar cómo viene el 2021 abre nuevos desafíos y reflexiones para modernizar nuestras propuestas formativas, como en qué forma se estructurarán los programas de formación, para qué y cuán necesaria es la presencialidad, cuanta flexibilidad se puede dar al currículum en este nuevo contexto de aprendizaje, de qué forma el uso de recursos tecnológicos son efectivos para el logro de los aprendizajes de los estudiantes.
Por último, me gustaría terminar con una mirada positiva y que debería ser nuestro propósito para el año que está por comenzar, la cual fue dada por la Asociación de Universidades del Commonwealth, quienes destacan que la pandemia es una oportunidad para reimaginar la educación, encontrar nuevas formas de trabajar colaborativamente y fortalecer las relaciones que sobrepasan las fronteras.
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