La constitucionalización de la política
Kathya Araujo, una de las pocas voces femeninas reconocidas por su capacidad para entregar interpretaciones comprehensivas acerca de los dilemas que vive Chile, crisis incluida, alertaba a principios de año de que “la política volvió al electoralismo y no tenemos ningún proyecto para el futuro”.
Es cierto que a Chile le faltan hitos por cumplir dentro de la maratón electoral que viene realizando desde el pasado año ya que, a fines del 2021, tendrán lugar comicios para elegir consejeros regionales, parlamentarios y Presidente de la República. Pero el clima electoral, aún con los debates que podrán producir las candidaturas de una Lista del Pueblo que anunció sus intenciones de competir para “recuperar espacios políticos”, se verá crecientemente eclipsado por el interés que concitan los derroteros de la Convención Constituyente.
El estrépito de desórdenes callejeros en su instalación y las polémicas que rodean su debut arrojan dudas acerca de cómo administrará el año de plazo del que dispone para elaborar una Carta Fundamental. Mientras se avizora una discusión que no será fácil acerca del reglamento de su funcionamiento, le ha dado por echar leña al fuego del conflicto entre poderes al que viene asistiendo el país al insistir en pronunciarse sobre temas que le son exógenos como unos indultos que, por lo que vamos viendo, podrían superar ampliamente el marco de los hechos de violencia acaecidos en torno al 18-O. Debe sumarse a ello la pretensión de algunos de sus integrantes de revisar el quórum de dos tercios para la adopción de acuerdos que emergió del Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, suscrito por las distintas fuerzas políticas. Supuso el triunfo de la política si la entendemos como contraposición al uso indebido de la fuerza. Subestimar ese momento es el reflejo de un drama: la asimilación de toda posibilidad de pacto, algo propio de la democracia, con la idea de colusión.
Además de su carácter inédito, otras razones abonan el protagonismo de dicha instancia. En ella deberán tener lugar las conversaciones sobre los proyectos de futuro que reclama Araujo. La ilusión que concita como posible inicio de un nuevo ciclo va en directa relación con la ingente cantidad de asuntos que se espera que aborde. Ante ello, cabe preguntarse, ¿quedará algo sustantivo, durante la etapa de pre aprobación del texto constituyente, para la política contingente? Asistimos, de alguna forma, a la “constitucionalización” de la política por cuanto muchas decisiones se trasponen vía expectativas a la labor del órgano constitucional, proyectándose en diferido. Se trata de un fenómeno un tanto parecido a la fe en el tecnocratismo de la primera etapa concertacionista o a esa judicialización de la política donde los tribunales entran a resolver lo que debiera resolver la política.
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