Malabarismo y antisemitismo

John Kerry y Boric
John Kerry y Boric.

Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile

El Presidente en un acto circense pretende satisfacer las dos almas que conforman su coalición, y tal vez, las dos almas que habitan en su propio interior. De otro modo no se explica el agravio a EE.UU. con el affaire Kerry en su reciente gira. Tampoco sus palabras criticando la posición de dicho país respecto a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, o su alianza con el mundo libre, en particular con Israel, única democracia de Medio Oriente. Boric intentó esbozar un discurso antiimperialista contrastando su supuesto liderazgo progresista con la vieja imagen antiamericana que postulan quienes apoyan su coalición, particularmente el Partido Comunista. Ello fue incluso evidente al intentar sutilmente diferenciar a EE.UU. de Canadá, pese a la estrecha cercanía de idearios valóricos de ambos países, al punto que Canadá y el propio Justin Trudeau, comparten con EE.UU., el noble apoyo a Israel.

Como todo acto de equilibrio extremo, Boric quedó expuesto. No basta ser joven y repetir como mantra un discurso antiamericano, para erigirse en paladín de la libertad, los DD.HH. y el progresismo. La retórica debe ir acompañada de pruebas concretas, y en eso está en deuda. Basta recordar que nunca ha repudiado el antisemitismo de Daniel Jadue, e incluso minimizó la relevancia del anuario escolar en que los compañeros de Jadue daban cuenta de su perfil antisemita obsequiándole un “judío” para “practicar tiro al blanco”. En otras palabras, en su cosmovisión política, el antisemitismo es aceptable o al menos indiferente. Peor aún, si como retrata Hannah Arendt en “Los orígenes del totalitarismo”, se simpatiza con el judío como individuo, pero se lo desprecia como pueblo o nación.

Otro ejemplo de la inusual tolerancia con quienes propagan el antisemitismo en Chile es la participación en el gobierno (Ministerio de Salud) del principal impulsor de discursos de odio antijudíos en Chile y compañero de ruta de Jadue, Pablo Jofré Leal. Un millonario honorario financia a este defensor de Maduro, del régimen chiita de Irán, de los grupos terroristas Hamas y Hezbolá, de la invasión rusa en Ucrania, y una larga lista de supuestas causas “anti imperialistas”. Un mínimo chequeo de antecedentes en Google hubiera bastado para vetar su designación.

Ello nos reconduce a una inquietud mayor. Mientras Boric efectuaba malabarismos en EE.UU., Maduro visitaba Irán y un avión de la Guardia Revolucionaria de ese país con matrícula venezolana era sorprendido en Ezeiza, Argentina, con agentes iraníes de alto rango sancionados por proveer armas a grupos terroristas. A la luz de las dos almas que cohabitan en nuestro Presidente, pareciera que el eje Irán - Venezuela podría encontrar también en Chile, un terreno y gobierno fértil para sus propósitos. Al menos por ahora el silencio cómplice ante el antisemitismo y la presencia de Jofré Leal desde su cómoda oficina en el Minsal así lo atestiguan.

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