Cinco inolvidables cambios de gabinete que desarmaron al equipo político
Ya que la hora de la verdad está al caer, que las apuestas y nombres se siguen cruzando, y que La Moneda ya no puede más de tanta presión acumulada, es un buen momento para recordar algunas de las veces en que no hubo otra solución que cambiar al equipo de ministros políticos en distintos gobiernos, desde 1994. En algunos casos, las formas no se cuidaron mucho.
A olvidarse de eufemismos mezquinos como "paso al costado", "puso su cargo a disposición", "gracias, Presidente por este privilegio", "le agradezco su entrega y compromiso". Suficiente. Basta. Cuando a una o a uno lo sacan del elenco en un cambio de gabinete, sea solo, acompañado o escoltado, siempre es malo: se pierde la pega y se pierde poder. Salvo, salvo, si es para un upgrade a una cartera más 'sexy' -como dijera alguna vez Evelyn Matthei- o para lanzarse a la jungla electoral, sea parlamentaria o presidencial.
Ya que la hora de la verdad está al caer, que las apuestas y nombres se siguen cruzando, y que La Moneda ya no puede más de tanta presión acumulada que parece -mencionando a "Chernobyl"- reactor nuclear inestable, es un buen momento para recordar cinco cambios de gabinete que sí alcanzaron al equipo de ministros políticos en distintos gobiernos desde 1994. En algunos, las formas no se cuidaron mucho.
2015: Don Francisco se lleva la primicia de Bachelet
Voy a contarle algo: hace algunas horas les pedí la renuncia a todos los ministros, y me voy a dar 72 horas para tomar la decisión de quiénes se quedan y quiénes se van.
Bien podría surtir un museo la cantidad y variedad de memes que retrataron por redes sociales el estupor facial de Don Francisco al escuchar a la Presidenta Michelle Bachelet esa noche del 6 de mayo del 2015. Se rompía así la sacra regla de "los cambios de gabinete se hacen, no se anuncian", con un inédito sentido del espectáculo, pero a la altura de la gravedad de la crisis que entonces carcomía Palacio, y que obligó a desmontar el equipo político.
El Caso Caval ya había perforado la popularidad de Bachelet. Su hijo Sebastián Dávalos se había trenzado en una riña con su hijo político y ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo. El ambiente era denso, volaban trascendidos sobre improperios y apodos como "galán rural". Cuando aparecieron antecedentes de que el joven y bien vestido jefe de gabinete no escapaba al club de los emisores de boletas (en su caso a una empresa de Giorgio Martelli, antes recaudador de la campaña electoral de la gobernante), llegó la hora de caer.
El saldo: no sobrevivió ningún ministro político. Peñailillo tuvo que salir de Interior; fue reemplazado por el DC Jorge Burgos y no se le ha vuelto a ver en política activa. De la Segegob salió el PS Álvaro Elizalde y entró el también PS Marcelo Díaz, en un episodio más de la guerra personal que ambos libran desde sus tiempos universitarios hasta hoy, a raíz de la interminable elección socialista.
De la Segpres salió Ximena Rincón (la sucedió el PPD Jorge Insunza) y se fue a Trabajo. De Trabajo salió Javiera Blanco para irse a Justicia a reemplazar a José Antonio Gómez, porque éste debió partir a Defensa a sustituir a Burgos. ¿Que nunca cambian a los ministros de Hacienda? Pues no, porque también tuvo que irse Alberto Arenas (lo reemplazó Rodrigo Valdés). Si hablamos de cambios de gabinete traumáticos, insólitos y profundos, este más que merece abrir este recuento.
1994: La humillación dieciochera a Germán Corrrea
Cuando ser removido del cargo va acompañado de una humillación a estadio lleno, pues tanto peor. En la enciclopedia de defenestraciones ministeriales no se puede ignorar la que sufrió en 1994 otro ministro del Interior, el socialista Germán Correa, quien alcanzó a ocupar esa oficina durante seis meses y nueve días. En el papel era el jefe de un comité político que completaban el PPD Víctor Manuel Rebolledo en la Segegob y el DC Genaro Arriagada en la Segpres; el problema es que en los hechos mandaba este último, el único de esa 'troika' que era íntimo del silente mandatario.
A Correa, que había dejado la jefatura del PS para asumir ese cargo, le costaba comunicarse con el Presidente y a veces pasaban días sin que le concediera audencia a través de sus edecanes. Frei tampoco era, ni es, de muchas palabras. A poco andar las pugnas de poder eran comidillo habitual. Sus subsecretarios, como el DC Jorge Rodríguez (Desarrollo Regional), lo desafiaban contradiciendo sus declaraciones. Arriagada, junto a Edmundo Pérez Yoma y Carlos Figueroa, entre otros, eran los verdaderos consejeros presidenciales.
Al despuntar septiembre y con el certificado de defunción del comité político en plena redacción, el círculo de Frei inicia el casting para los nuevos ministros. Pero no les alcanza el tiempo, y el Presidente ha de resignarse a encabezar las sucesivas ceremonias de Fiestas Patrias junto a un ministro del Interior con fecha de vencimiento. Lo que ocurre, los incómodos monosílabos que intercambian ambos a bordo de la carroza que los lleva al Te Deum la mañana del "18", los reprodujo Ascanio Cavallo en la Historia Oculta de la Transición (Capítulo 25, La Guillotina de Fiestas Patrias):
-Cómo se mueve esta carroza.
-Sí, es como inestable.
-Como gelatina.
-Claro.
-¿Sabes que mi padre usó esta misma?
-No me digas.
-Hace 30 años. Increíble cómo pasa el tiempo.
Dos días después, Correa es uno de los últimos en enterarse, apenas minutos antes de que Frei lo llame a su despacho, de que ha sido destituido. A solas, le reclama por las formas, de por qué no se lo dijo antes. El Presidente le dice que otros socialistas han venido a criticarlo. Le ofrece otro cargo. Correa lo rechaza y un par de días después el PS, tan PS para sus cosas, le hace un acto de desagravio.
También cae Rebolledo; ocho años después, siendo diputado, se verá envuelto en el Caso Coimas, y el juez Carlos Aránguiz lo condenará por soborno. Después intentará regresar al Congreso. No lo logrará. Interior queda en manos de Figueroa, y la Segegob en las de José Joaquín Brunner.
2002: García pierde el duelo con Insulza y Eyzaguirre
El comité político del Presidente Ricardo Lagos al comenzar el 2000 alcanzó a durar intacto algo menos de un año y diez meses. El line-up era José Miguel Insulza (PS) en Interior, el fallecido Claudio Huepe (DC) en la Segegob y Álvaro García (PPD) en la Segpres. Patricio Navia escribió entonces una columna titulada "Shiny Happy People" -como la canción de R.E.M.- caricaturizándolos:
Por las mañanas Alvaro García sale a trotar y luego se toma un desayuno de frutas, granola y yogur dietético. Huepe, chileno de la vieja guardia, parte el día con café y pan con mantequilla. Insulza, si pudiera, se levantaría por las mañanas, saldría al bosque a buscar algún puma salvaje, lo cazaría con sus propias manos y antes de comérselo crudo, bebería la sangre. A menos que la meditación y el yoga tengan efectos desconocidos en la política palaciega, Insulza terminará arrasando con los otros dos ministros políticos.
Y eso fue más o menos lo que pasó. Eso sí, García -por años cercano a Lagos-, enfrentó además otro obstáculo insalvable en el ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre. Los roces y tensiones se exacerbaron durante y después del escándalo conocido entonces como Caso Indemnizaciones, cuando se conoció que ejecutivos de empresas públicas, partiendo por la Empresa Nacional del Petróleo, ENAP, renunciaban a éstas con altísimos finiquitos sin tope.
Uno de ellos era el entonces DC Álvaro García Álamos, padre del ministro, quien se había retirado de ENAP con cerca de $192 millones de la época. No quería devolverlos porque eran dineros legales. La polémica se extendió ruidosamente y agudizó los conflictos entre los ministros y los partidos de gobierno. Entre medio, o mejor dicho sobre los ministros, estaba además el entonces todopoderoso y mítico Segundo Piso de Ernesto Ottone.
Al comenzar el 2002, y con otros conflictos de por medio, finalmente Insulza y Eyzaguirre ganaron la pulsada, y el mandatario, que ya había masticado el desenlace, cambió a García por el DC Mario Fernández.
2006 y 2008: Bachelet y sus ministros desechables
El récord que tenía Correa como el jefe de Interior más fugaz de la transición se lo quitó el DC Andrés Zaldívar al comenzar el entonces triunfal primer semestre de la Presidenta Bachelet, Parte I. Él había sido derrotado por su archirrival Guido Girardi en la senatorial de Santiago Poniente, luego había trabajado en la campaña presidencial y la mandataria lo puso a la cabeza del gabinete. En el comité político lo secundaban Paulina Veloso (Segpres) y Ricardo Lagos Weber (Segegob).
Solo alcanzó a llegar a los cuatro meses y tres días. Casi desde el comienzo circuló el zumbido de rumores de que no lograba congeniar con la mandataria, quien, en cambio, tenía un trato casi familiar con el vocero Lagos Weber. Comenzaron a chocar, y los asesores presidenciales empezaron a comentar fuera de micrófono a la prensa que el histórico DC "no tenía liderazgo político", que era "un problema", y nunca dejaron de hacer ver que Bachelet estudiaba cambiarlo.
La crisis detonada por las protestas de los estudiantes secundarios -la denominada "Revolución Pingüina"- le puso rápidamente la lápida, porque lo culparon de no haberla previsto y de no haberla manejado mejor. El ministro, por su parte, no estaba a gusto en un esquema de gobierno que le era ajeno y que levantaba críticas de sus partidos, partiendo por el suyo. Finalmente tuvo que dejar su cargo en julio.
A su sucesor, el también experimentado y también DC Belisario Velasco, no le fue mejor. Sobrevivió a la crisis estudiantil, pero al año siguiente, 2007, se vino encima el descalabro del Transantiago. Primero fue la polémica de si la Presidenta sabía o no que no iba a funcionar, o si, como dijo ella alguna vez, había sido su intuición. Luego vino la reyerta por el financiamiento.
Velasco recordaría después más de alguna vez que entonces convocaban a reuniones del comité político sin él. Al final, el jefe de Interior se quejaría que Bachelet demoraba concederle reuniones que él le pedía, hasta que renunció a comienzos de enero de 2008.
2012: La noche negra de Hinzpeter
Y ya que está por terminar un ciclo del equipo ministerial de Piñera, qué mejor que recordar cómo se las arregló en su primer cuatrienio. Debutó con una formación encabezada por un hombre de confianza -pero no un par- suyo como Rodrigo Hinzpeter (entonces RN) en Interior; la UDI Ena von Baer en Segegob, y el gremialista-pero-no-militante UDI Cristián Larroulet en la Segpres.
Hinzpeter era entonces el elegido para suceder al mandatario: se solía repetir el pretendido paralelo con el Presidente Manuel Montt y su ministro Antonio Varas, y en sus primeros meses le dio una inolvidable entrevista a Alberto Fuguet en Qué Pasa, en que admitía que le gustaría que alguna vez hubiese una "quizás una callecita, un pasaje" con su nombre.
Se teorizó mucho en campaña sobre el modelo de comité político a aplicar y las ventajas de éste, pero la verdad es que Von Baer era una concesión a la UDI (Larroulet la apuntaló por un tiempo, aunque después arrojó la toalla), porque ella acababa de perder por nariz la senatorial, y el hoy jefe del Segundo Piso era número puesto porque había confeccionado el gabinete junto a María Luisa Brahm y Piñera.
El equipo nunca logró funcionar bien. A poco andar Hinzpeter y su subsecretario Rodrigo Ubilla cortaron relaciones con la vocera por críticas a su gestión, y ésta también comenzó a tener problemas con el Segundo Piso. Si no cayó antes, en parte, fue por la presión de Jovino Novoa -que una vez fue a La Moneda a defenderla- y del entonces jefe UDI Juan Antonio Coloma. Por eso mismo, en paralelo ese partido comenzó a cuestionar al jefe de Interior, quien pregonaba una "nueva derecha" más liberal que chocaba con los gremialistas: si caía la vocera, tenía que caer también él.
Además, a Hinzpeter le había salido al camino el fugaz fenónemo de Laurence Golborne después del rescate de los 33 mineros. Se llevaban tan mal que una vez le dieron una entrevista conjunta a Qué Pasa para desmentir esos rumores: en las primeras preguntas, los dos se comenzaron a culpar de quién tenía más trajes en el ropero.
Von Baer finalmente salió del gabinete en julio de 2011, siete días después de desmentir el cambio de gabinete en un punto de prensa. La UDI ganó el pulso y entonces llegó a la vocería Andrés Chadwick. Hinzpeter sobrevivió a ese hito, pero desde entonces comenzó a caer muy lentamente: el histórico UDI fue rápidamente apodado "triministro" y entre ambos comenzó una pugna de poder.
Los vaivenes en la relación del Presidente con su entonces número dos, y el estilo y la personalidad de éste hicieron el resto. Hinzpeter era conocido por preferir leer y almorzar solo antes que enfracarse en negociaciones y contubernios políticos con los que Chadwick parecía lidiar de memoria. El asunto subió de intensidad: una vez el UDI no negó rumores que daban a su rival por renunciado.
Para entonces, la estrella de Hinzpeter se apagaba y también el sueño de la sucesión presidencial. Piñera una vez aprovechó un acto con escolares en el Salón Montt Varas (el mismo donde juran y renuncian los ministros), para decirles a los estudiantes, apuntando los retratos de ambos:
Ahí está el Presidente Montt. Y ahí está su ministro Varas, que quiso ser Presidente, pero no pudo.
Muchos creyeron que la alusión era para Joaquín Lavín. Pero no: era para Hinzpeter.
Los conflictos entre el Presidente y él fueron escalando. En una ocasión se les oyó discutir en voz más que alta desde el Patio de Los Cañones. En otra, el gobernante lo retó a gritos por no saberse los nombres de las calles del centro de Santiago, durante una reunión en presencia de la hoy vocera Cecilia Pérez. Pero el mandatario no lo sacaba, y eso que a Hinzpeter le tocaron dos acusaciones constitucionales. Años después, el Presidente confesaría que debió hacerlo mucho antes.
Finalmente lo decidió la dura derrota electoral de las municipales del 2012, cuando todo un cóctel de celebración quedó ahí, desaprovechado, en las dependencias de Palacio. "¿Dónde está Hinzpeter?" exclamaba, molesto, el Presidente. Cinco días después, Piñera sinceró las cosas, puso a Chadwick en Interior, a Pérez en la vocería y a Hinzpeter en Defensa.
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