China tiene un poder de fuego limitado para contrarrestar los aranceles estadounidenses
Aunque Beijing ya ha esgrimido las formas en que podría contraatacar a los gravámenes de Trump, esas represalias corren el riesgo de convertirse en un boomerang. “Utilizar estas herramientas a discreción no tiene sentido. Tienes que estar conduciendo hacia un resultado, que es algún tipo de negociación”, comentó Logan Wright, jefe de Investigación de Mercados de China en Rhodium Group, un think tank con sede en Nueva York.
SINGAPUR- En las semanas transcurridas desde las elecciones ganadas por Donald Trump, China ha hecho alarde de las formas en que podría devolver el golpe a Estados Unidos en caso de una nueva guerra comercial con este país, desde limitar los metales necesarios para los productos de uso cotidiano, hasta castigar a las empresas estadounidenses que hacen negocios en China.
Pero utilizar estas herramientas con demasiada agresividad puede ser contraproducente para Beijing.
El gran peligro es que arremeter contra las empresas occidentales y restringir las exportaciones de minerales esenciales y otros productos básicos sólo animará a Estados Unidos y a sus aliados a redoblar sus esfuerzos para desvincular sus economías de China.
Esto supondría un problema para Beijing, mientras siga aferrada a un modelo económico que depende en gran medida de la venta de sus productos a los consumidores occidentales.
Aunque China puede infligir dolor a Estados Unidos con las herramientas económicas que dispone, es más probable que las utilice con moderación, según los analistas. En su lugar, Beijing podría utilizar las medidas para forzar conversaciones para negociar una tregua con Donald Trump en caso de que cumpla su promesa de imponer aranceles del 60% a las importaciones chinas.
“Utilizar estas herramientas a discreción no tiene sentido. Tienes que estar conduciendo hacia un resultado, que es algún tipo de negociación”, comentó Logan Wright, jefe de Investigación de Mercados de China en Rhodium Group, un think tank con sede en Nueva York.
Cuando Trump comenzó a golpear las importaciones chinas con aranceles en 2018, Beijing respondió elevando aranceles propios sobre las importaciones de productos estadounidenses como alimentos, productos químicos y textiles.
Con un choque comercial más intenso que se avecina, Beijing ha estado mostrando las herramientas que ha perfeccionado desde la guerra comercial durante el primer gobierno de Trump, las que cree que son más efectivas que una escalada de aranceles tit-for-tat (en represalia).
En diciembre, Beijing endureció los controles sobre las exportaciones de materias primas utilizadas en la fabricación de electrónica avanzada y baterías, y en otros campos de alta tecnología. Esta medida respondía a la decisión de la administración Biden de recortar el acceso de China a determinados chips de memoria utilizados en inteligencia artificial. Beijing también ha ampliado los controles sobre las piezas utilizadas en la fabricación de drones, que han resultado vitales para la defensa de Ucrania frente a la invasión a gran escala de Rusia.
China también ha anunciado una investigación antimonopolio de Nvidia, el gigante estadounidense del chip, alegando que podría haber violado los términos de una aprobación condicional que recibió de Beijing en 2020 para su adquisición de una empresa israelí de redes.
Beijing también mantiene una “lista de entidades no confiables” de empresas que se enfrentan a obstáculos adicionales para hacer negocios en China. En septiembre, dijo que estaba considerando incluir en la lista a PVH, propietaria de Calvin Klein y Tommy Hilfiger, debido a los informes de que la empresa estadounidense había boicoteado los productos de algodón procedentes de la región china de Xinjiang, donde se acusa a China de utilizar trabajos forzados en sus fábricas. Beijing niega estas acusaciones.
Sin embargo, según los analistas, esta combinación de restricciones a las exportaciones y de empresas estadounidenses como objetivo, no es un conjunto de contramedidas tan potente.
Aunque China domina la producción y refinado de minerales críticos, no es el único proveedor mundial. El año pasado, Estados Unidos importó más galio en bruto de Canadá que de China, y su principal proveedor de germanio procesado fue Alemania, según datos de la Oficina del Censo. Ambos minerales son fundamentales para la producción de semiconductores, sistemas de misiles y células solares.
La hegemonía de China en este sector se debe en parte a su capacidad para abastecer los mercados mundiales a precios bajos, lo que hace que a sus rivales les resulte poco rentable invertir en una producción alternativa. Pero el control de las exportaciones puede hacer subir el precio de mercado y cambiar el cálculo.
“Cuanto más difícil es obtener estos minerales, más se invierte en su procesamiento”, afirmó Matthew Gertken, estratega geopolítico jefe de BCA Research.
Además, como ha demostrado la capacidad de Rusia para eludir las sanciones occidentales, los terceros países suelen estar dispuestos a actuar como intermediarios en el comercio mundial, lo que permite a los compradores ansiosos eludir los esfuerzos de los vendedores por imponer restricciones a las ventas a un país concreto. Si China se pusiera dura con las exportaciones de minerales a Estados Unidos, las empresas estadounidenses podrían conseguir lo que necesitan a través de las reexportaciones de terceros países, sostuvo Gertken.
Ahora bien, castigar a las empresas estadounidenses que hacen negocios en China tampoco es la potente amenaza que alguna vez fue. La lentitud de la economía china y su empeño en eliminar las marcas occidentales en favor de sus rivales nacionales hacen que muchas empresas estadounidenses tengan dificultades en ese país. Como resultado, China se ha vuelto menos importante para las firmas estadounidenses de lo que era.
En diciembre, General Motors anunció que en el cuarto trimestre tendría que hacer frente a gastos no monetarios por valor de más de US$ 5.000 millones. La debilidad de su negocio en China obligará al fabricante a cerrar plantas y ofrecer menos modelos allí.
Si Beijing presionara a las compañías estadounidenses que operan en China, esa medida podría hacer reflexionar al segundo gobierno de Trump, sobre todo si asustara al mercado bursátil. Pero también podría persuadir a las empresas estadounidenses a reducir su presencia en China y disuadir a otras nuevas de invertir.
“Cada movimiento agresivo de China acelera los esfuerzos de diversificación y desvinculación de las firmas estadounidenses”, advirtió Craig Singleton, investigador principal de China en la Fundación no partidista para la Defensa de las Democracias. “Es un ciclo que se refuerza a sí mismo, como la propia espiral económica china: las acciones de Beijing acaban debilitando aún más su posición”, agregó.
Pero Beijing tiene otras opciones. Hay muchas formas en que China podría tomar represalias utilizando productos de bajo valor y baja tecnología, comentó Martin Lynge Rasmussen, estratega senior de Exante Data, una firma de investigación. Tal es el dominio de China en los productos manufacturados de uso cotidiano -piensen en tornillos, pernos, cables de carga-, que tiene el potencial de ser francamente molesto para los consumidores estadounidenses. Eso podría ser políticamente costoso para Trump.
“Hay muchas cosas que China podría eliminar sin apenas costo interno”, aseguró.
China también podría dejar que su moneda se debilitara frente al dólar, lo que daría a sus exportaciones una ventaja en los mercados mundiales y en Estados Unidos, y ayudaría a compensar el aumento de los aranceles. Pero esta medida podría provocar una fuga de capitales de China, algo que Beijing quiere evitar. La mayoría de los economistas creen que la capital podría tolerar una devaluación limitada y controlada, pero no una fuerte caída del yuan.
Por último, Beijing tiene la opción nuclear de vender a precio de saldo sus enormes tenencias de bonos del Tesoro estadounidense. China es el segundo mayor tenedor extranjero de bonos del Tesoro de Estados Unidos después de Japón, con US$ 760.000 millones en octubre, aunque algunos expertos creen que el tamaño real de su cartera de bonos del Tesoro y otros activos estadounidenses es mucho mayor, tal vez hasta la mitad de sus US$3,6 billones en reservas oficiales. Algunos dicen que Beijing podría plantearse un escenario tan extremo si un conflicto comercial se agravara drásticamente y tratara de provocar un caos financiero como respuesta.
Sin embargo, los economistas señalan que la Reserva Federal podría intervenir para estabilizar el mercado de bonos con compras abiertas, tal como lo hizo en 2020. Entonces compró US$ 1 billón de bonos del Tesoro descargados por bancos centrales extranjeros e inversionistas del sector privado desesperados por conseguir efectivo al comienzo de la pandemia. Una venta forzosa también dejaría a Beijing con un montón de dólares que tendría que reciclar en algún otro activo. Venderlos y comprar yuanes haría subir el valor de su propia moneda.
En general, según los analistas, Beijing debe ser consciente de cómo serán vistos por el resto del mundo sus esfuerzos por devolver el golpe a Estados Unidos. Al igual que algunos países manifiestan su malestar por su dependencia del dólar y del sistema financiero estadounidense, otros podrían mirar con recelo su dependencia de China para los productos manufacturados.
“En última instancia, son tus clientes. Tienes que conseguir que te sigan comprando”, manifestó Wright, de Rhodium. “De un modo u otro, Beijing tiene incentivos para frenar la escalada”, añadió.
-Traducido del inglés por Pulso.
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