Columna de José Manuel Correa: “Transformación sostenible: el valor del propósito”.
"Es claro que la idea de medición en base netamente al valor financiero ha quedado desfasada ante las realidades y preocupaciones de la ciudadanía de hoy, y que en la actualidad pesa mucho más el propósito de una empresa y el impacto que esta es capaz de generar en beneficio de la sociedad.".
Con la urgencia de transitar hacia industrias cada vez más sustentables y un quehacer más productivo y amigable con el medioambiente, es inevitable mirar en retrospectiva hacia aquel periodo en que las limitaciones tecnológicas impedían contribuir con aspectos como la disminución de emisiones o el aprovechamiento de combustibles, por mencionar algunos, en sectores productivos cuya actividad industrial tuvo consecuencias nocivas para las personas y el planeta.
De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indicó que, de no aplicar acciones sustentables más ambiciosas, las proyecciones a 2050 sostienen que las emisiones globales de gases de efecto invernadero se elevarán en 50% respecto a 2020. Esto se explicaría, en parte, por el incremento de 70% en las emisiones de CO2 relacionadas con la generación de energía, lo que podría aumentar hasta 6°C la temperatura de la tierra. Sin embargo, esta misma organización indica que es posible tomar medidas que reviertan este escenario. Y para ello es crucial iniciar con un diagnóstico que revele el impacto de nuestras propias empresas e innovaciones.
Durante las últimas décadas, las empresas han demostrado sus intenciones de avanzar hacia nuevos modelos de negocio con prácticas de triple impacto, basadas en el ámbito social, económico y medioambiental. Los progresos han sido evidentes, y aunque no podemos desconocer las implicancias económicas de esta transformación, los beneficios que representa tanto para la comunidad como para el entorno hacen aún más patente la necesidad de gestar un cambio de paradigma en el que se reconozca la urgencia de avanzar hacia la sostenibilidad desde una mirada socialmente consciente, financieramente viable y ambientalmente ética.
El aporte del mundo privado y la sociedad civil es fundamental para perseguir aquellos objetivos, y considerando el rol preponderante que los emprendedores tienen como catalizadores de este cambio, en Endeavor nos unimos con Sistema B por segundo año consecutivo para impulsar la iniciativa “Chile Sostenible”. La invitación es a que tanto organizaciones como empresas y emprendimientos con interés en el desarrollo sostenible, se sometan a una autoevaluación para determinar su grado de sostenibilidad y, de esa manera, puedan gestionar el impacto económico, social y ambiental de sus operaciones para trabajar -desde sus respectivos ámbitos de acción- en oportunidades de mejora basadas en los pilares ESG.
En su primera versión, “Chile Sostenible” congregó a casi 300 empresas y organizaciones que decidieron autodiagnosticarse. De estas, un 81% correspondían a microempresas y el 48% provenía de la Región Metropolitana, lo que da cuenta de los desafíos que tenemos para sumar actores de todos los tamaños y todas las regiones en estas instancias. Solo así podremos propiciar la creación de un ecosistema de emprendimiento y negocios que consideren el triple impacto como parte esencial de su gestión económica y fortalecer la noción de que una empresa con futuro es una empresa con impacto.
Es claro que la idea de medición en base netamente al valor financiero ha quedado desfasada ante las realidades y preocupaciones de la ciudadanía de hoy, y que en la actualidad pesa mucho más el propósito de una empresa y el impacto que esta es capaz de generar en beneficio de la sociedad. Hoy contamos con las herramientas, los programas, y las tecnologías idóneas para transformarnos. Prestemos atención a las señales que nos brinda nuestro entorno social y sigamos creando valor en conjunto para un futuro más próspero.
* El autor es director ejecutivo de Endeavor Chile
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