La crisis de talento de las grandes petroleras: los altos salarios ya no bastan

he pool of new petroleum engineers has shrunk to its smallest size since before the shale boom. PHOTO: TREVOR PAULHUS FOR THE WALL STREET JOURNAL
La reserva de nuevos ingenieros de petróleo se ha reducido a su tamaño más pequeño desde antes del auge del esquisto bituminoso. FOTO: TREVOR PAULHUS / THE WALL STREET JOURNAL

Las empresas energéticas se esfuerzan por atraer ingenieros, mientras los jóvenes trabajadores se inquietan por el clima y el empleo. Entre 2016 y 2021 -periodo en el que el precio del crudo Brent casi se duplicó-, el número de graduados en ingeniería petrolera se redujo a menos de la mitad, según el Departamento de Educación de Estados Unidos.


Buenas noticias del sector petrolero: abundan los puestos de trabajo y los salarios se disparan.

La mala noticia es que los jóvenes siguen sin estar interesados.

Aunque las empresas petroleras y de gas registran beneficios récord, el sector se enfrenta a una sequía de talento cada vez mayor.

En las universidades de EE.UU., el número de nuevos estudiantes para los programas de ingeniería petrolera se ha reducido al mínimo desde antes de que comenzara el boom del fracking, hace más de una década. Las universidades europeas, que históricamente han proporcionado muchos de los ingenieros a las empresas que operan en Medio Oriente y Asia, están experimentando tendencias similares.

Los estudiantes y los trabajadores jóvenes altamente cualificados están preocupados por el papel de la industria en el cambio climático, así como por la seguridad del empleo a largo plazo, dado que las economías mundiales están abandonando los combustibles fósiles en favor de otras fuentes de energía, según ejecutivos, analistas y profesores.

Esta tendencia supone un cambio radical con respecto a ciclos anteriores, en los que la mano de obra del sector fluctuaba con las subidas y bajadas de los precios del petróleo.

Entre 2016 y 2021 -periodo en el que el precio del crudo Brent casi se duplicó-, el número de graduados en ingeniería petrolera se redujo a menos de la mitad, según el Departamento de Educación de Estados Unidos.

De acuerdo a Lloyd Heinze, profesor de la Universidad Tecnológica de Texas, el número de estudiantes universitarios de ingeniería petrolera ha descendido un 75% desde 2014.

Es una tendencia que ha continuado, incluso cuando otros estudios recientes han demostrado que el graduado promedio gana un 40% más que un compañero con un título en informática.

Esto hace que los estudiantes, como Hayden Gregg, estén muy solicitados.

Este nativo de Kansas City, Mo., de 21 años, estudia ingeniería petrolera en la Escuela de Minas de Colorado. Según un responsable de la universidad, su promoción de 36 estudiantes es inferior a las de 200 que había en los años anteriores al desplome de los precios del petróleo a mediados de la década de 2010.

“A la gente le preocupa no tener trabajo dentro de 10 o 20 años”, afirmó Gregg.

Animado por sus compañeros de departamento y por una visita al corazón del petróleo y el gas de Texas, se convenció de que el sector ofrece un abanico de posibilidades de ingeniería en su transición a una combinación más amplia de fuentes de energía.

“Aunque el petróleo y el gas desaparezcan, puedo emplear mis conocimientos en otros campos de la ingeniería”, aseguró.

Jennifer Miskimins, directora del Departamento de Ingeniería Petrolera de la Escuela de Minas de Colorado, dijo que la promoción de Gregg se está beneficiando de un repunte en la contratación en la industria petrolera y que muchos han conseguido buenas prácticas. “Son un producto muy codiciado”, sostuvo. “Creo que esta promoción va a estar muy bien situada”, agregó.

Las empresas de petróleo y gas están invirtiendo dinero en becas y otros programas diseñados para cultivar una nueva generación de talentos. Gran parte de la atención se centra en las carreras de cuello blanco que tienden a atraer a los graduados universitarios, pero la tendencia es ampliamente cierta entre los trabajadores de cuello azul de la industria también.

Gran parte del éxito se debe a que el sector es cada vez más dinámico y creativo, y requiere empleados capaces de dirigir proyectos de captura de carbono, hidrógeno y geotermia, explicó Barbara Burger, que desempeñó varios cargos directivos en Chevron y ahora es asesora principal en el banco de inversiones Lazard.

Parte del reto, señaló, es que hay más empresas de nueva creación y de rápido crecimiento en esos campos, que no llevan el mismo bagaje que los gigantes que obtienen la mayor parte de sus beneficios de los combustibles fósiles.

“Hay una competencia que probablemente no existía hace 15 años”, indicó Burger.

Burger asistió hace poco a un acto organizado por Fervo Energy, una empresa emergente que utiliza las técnicas de perforación horizontal y fracturación hidráulica del auge del esquisto para explotar pozos geotérmicos destinados a la generación de electricidad. Alrededor del 60% de los empleados de Fervo trabajaban antes en empresas de petróleo y gas.

Para atraer a los trabajadores, dijo, las empresas de petróleo y gas tienen que articular mejor sus estrategias de transición energética, incluidos los esfuerzos para crear nuevos negocios o reducir las emisiones.

“Es un gancho para los empleados actuales y futuros”, comentó Burger. “Quieren saber que hay futuro en las empresas reales, los sectores y los conjuntos de aptitudes que tienen”, añadió.

La escasez de talentos representa un problema a largo plazo, en un momento en que la seguridad energética -en gran medida dependiente de los combustibles fósiles en un futuro previsible- es cada vez más una prioridad mundial. Desde la invasión rusa de Ucrania el año pasado, Europa busca desesperadamente nuevos suministros de petróleo y gas, aunque países de todo el mundo intentan mantener el combustible a precios asequibles.

Darian Kane-Stolz cuenta que, mientras crecía en Nueva York, siempre le preocupó el cambio climático. Enseñaba a sus vecinos a reciclar.

Cuando Kane-Stolz, de 25 años, se matriculó en la Universidad de Texas en Austin hace siete años, pensó que entrar en el programa de ingeniería petrolera era coherente con su deseo de tener un impacto positivo en el planeta.

Ahora trabaja como ingeniera de BP en la puesta en marcha de pozos en el Golfo de México, y manifiesta que la actitud hacia el sector ha cambiado drásticamente en su grupo. Antes de salir con sus amigos, a veces prepara temas de conversación por si alguien ataca al sector.

“No cabe duda de que existe una percepción negativa”, reconocio Kane-Stolz.

BP puso en marcha este año un nuevo programa de becas de US$ 4 millones con universidades estadounidenses para que los estudiantes conozcan la industria energética. También señaló el año pasado que planeaba duplicar el tamaño de su programa de aprendizaje a 2.000 personas esta década.

“Para alcanzar nuestro objetivo de reimaginar la energía, necesitamos los talentos más brillantes”, declaró un representante de BP.

Mientras tanto, la Universidad de Texas (UT), alma mater de Kane-Stolz, está trabajando en la creación de un nuevo máster, sin la palabra “petróleo”, para captar a un grupo más amplio de estudiantes que sigan queriendo trabajar en ingeniería relacionada con la energía, dijo Jon E. Olson, jefe del departamento de petróleo y geociencias de la UT.

Otras universidades están poniendo fin a sus carreras de ingeniería petrolera o cambiándolas de nombre. El Imperial College de Londres -antigua sede de la Royal School of Mines- cerró su programa el año pasado y lo sustituyó por otro de geoenergía con aprendizaje automático y ciencia de datos.

Los analistas y los directivos de las empresas afirmaron que un flujo constante de talentos es fundamental para que las empresas construyan la infraestructura necesaria para frenar las emisiones y desarrollar negocios de energías limpias y bajas emisiones de carbono.

“Uno de los recursos más escasos en este momento parece ser la gente”, sostuvo Aslak Hellestø, asesor comercial de Northern Lights, un proyecto de captura y almacenamiento de carbono frente a la costa de Noruega operado por las compañías energéticas europeas Equinor, Shell y TotalEnergies.

“Se trata de una tecnología innovadora y no podemos permitirnos intentarlo y fracasar”, aseguró. “Necesitamos jóvenes con ideas nuevas y mentes brillantes para hacerlo bien a la primera”, concluyó Hellestø.

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