Belinda Tato: "La movilidad siempre será el gran punto de conflicto entre los ciudadanos"
Si una ciudad fuera una empresa, sus principales stakholders serían sus habitantes. Especialmente si se toma en cuenta que a ellos les afecta cualquier cambio urbanístico en términos de transporte, calidad de vida, medioambiente y entretención.
Por eso, el norte de la entidad española Ecosistema Urbano es lograr que cualquier iniciativa que se realice en una ciudad, se geste teniendo como uno de sus pilares fundamentales la opinión y participación ciudadana. Para explicar un poco más el concepto, Belinda Tato, co-fundadora de Ecosistema Urbano fue una de las principales invitadas de la International Conference on City Sciences 2016, que la Universidad del Desarrollo (UDD) realizó en Santiago, en conjunto con la U. Complutense de Madrid, la Tongji University de Beijing y Telefónica I+D.
Tato es profesora de Harvard GSD, y su enfoque se define como de “diseño social urbano” que busca mejorar la auto-organización de los ciudadanos, la interacción social dentro de las comunidades y su relación con el medio ambiente. Ecosistema Urbano ha realizado proyectos no sólo en España, sino también en Noruega, Dinamarca, Italia, Francia y China. Para ello, elaboraron un sistema inteligente que recoge las opiniones de diversas formas, para luego analizarlas junto a otros factores y proponer iniciativas.
Según la arquitecta, independiente del lugar en que se encuentren, las urbes y sus habitantes tienen varios elementos en común. “Las ciudades enfrentan siempre una serie de complejidades que no sólo se pueden abordar desde el punto de vista de la infraestructura. No vale la pena sólo invertir en ese ítem. También es clave incluir el componente participación. Y hoy, con las tecnologías existentes no podemos obviar a los ciudadanos. Hay que incorporarlos, escuchar sus opiniones y procesarlas”, asegura Belinda Tato.
Pero en una ciudad con 2 millones de habitantes, pueden existir 2 millones de ideas diferentes…
-Es verdad. Por eso la opinión es uno de los canales de información y es clave combinarlos con conversaciones con profesionales especializados en urbanismo, con las escuelas, lugares públicos, etc.; además de analizar el equipamiento, la movilidad y los espacios comunes, de tal forma de indagar cuáles son realmente las necesidades y carencias.
Suena bonito, pero ¿es difícil en la práctica?
-Lo que hay que generar es la cultura de la participación y luego, el gran reto es la forma de trasladar las ideas de los ciudadanos a la toma de decisiones. Porque a veces salen muchas ideas, incluso contradictorias. Entonces, hay que gestionarlas. Pero sobre todo hacer que el proceso sea transparente y abierto. Eso genera una actitud más colaborativa.
¿Este sistema funciona de la misma forma para todas las ciudades, según su cultura, o a veces hay que dejar de lado un poco la participación?
-¡Siempre tiene que haber participación!, o si no, ningún proyecto tiene sentido. Efectivamente hay algunas ciudades y comunidades que son diferentes, pero en general hay poca cultura de la participación. Yo vengo de España donde durante años a la gente no se le preguntaba nada, por lo tanto es difícil elaborar las preguntas y que la gente nos sea reactiva. Se deben generar puentes de conversación y de forma transparente.
¿Hay un denominador común en lo que las personas en las ciudades piden o necesitan?
-Lo más recurrente es la movilidad. Siempre será un punto de conflicto entre los ciudadanos, porque claramente una ciudad tiene que tener un sistema público de transporte cada vez mejor, pero en muchas urbes hay una gran cultura del transporte privado. Hay ciudadanos muy apegados a sus autos, por lo que hay que tratar de crear políticas más eficientes al respecto. Por otro lado están los espacios públicos, el cual es el paradigma de una sociedad democrática, donde las personas deben moverse de forma libre, gratuita y desprejuiciada. Y para que éste exista, debe estar bien resuelta la movilidad.
¿Hay ciudades más fáciles que otras para mejorar ambos aspectos?
-Así es. Por lo general es más fácil cuando hay mayor densidad. Las ciudades tienden a expandirse bajo ciertos contextos, pero lo ideal es que sean más densas. O sea, que primero crezcan por dentro y hacia arriba, y luego, si es necesario, se expanda hacia los lados.
En Chile existe una fuerte cultura de vivir en casas y tener automóviles.
-Eso se puede mejorar con modelos habitacionales y viviendas que puedan incorporar el espacio público dentro de los edificios o bien un modelo híbrido entre lo privado y lo público, entre otras cosas. Pero sobre todo, haciendo números. Hay que demostrar a la sociedad que no se puede seguir con el modelo expansivo porque trae costos que no son sostenibles. Quizá no se puede cambiar la mentalidad de un día para otro, pero sí generar nuevos modelos. Una ciudad funciona bien con muchos espacios públicos.
¿Y la tendencia del teletrabajo podría ayudar también?
-En realidad, estamos todo el tiempo teletrabajando con el celular (ríe). En algún momento se pensó que con internet se iba a minimizar la movilidad. Pero eso no ha sido así, es más la ha multiplicado. Hoy estamos todos mucho más conectados y viajamos mucho más. Entonces, el teletrabajo no es la solución. Nos vamos a seguir moviendo.
Inmigración
¿Qué opina del fenómeno de la inmigración con respecto a la conformación de ciudades?
-Es un tema muy complejo y eminentemente político. Es cosa de ver algunas experiencias como las de París, donde se han formado verdaderos guetos. Pero creo que lo principal para solucionarlo son las políticas de integración.
¿Por ejemplo?
-Siempre me ha llamado la atención lo que se hace en EEUU, donde el Estado se preocupa de crear instancias para que todos los niños tengan igualdad de condiciones con respecto al acceso al idioma inglés y a un cierto nivel cultural. Y aprender el idioma es uno de los grandes pasos para la integración. Pero para eso se necesitan recursos. Invertir en educación y temas sociales y así tener una sociedad equilibarada.
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