Cambio Climático: Chile también puede hacer la diferencia
Hace unos meses, Chile entregó su contribución a las Naciones Unidas para enfrentar el cambio climático. Así lo hicieron también los otros más de 140 países miembros de la Convención de Cambio Climático. Hoy se negocia cuán vinculantes son estas contribuciones nacionales, cómo se monitorearán, cuánto más se podría hacer y cuánto financiamiento estará disponible para las acciones a implementar.
Sin embargo, al mirar y tratar de entender lo que está pasando en París, es esencial tener claro lo siguiente: el trabajo multilateral en torno a cambio climático ha adquirido una fuerza y formas que sobrepasan por lejos lo que se está mirando en las negociaciones formales. Va más allá del Protocolo de Kioto, a través de las más variadas expresiones y con un ímpetu imparable.
Se han lanzado en París decenas de iniciativas que en las siguientes décadas contribuirán de manera importante a transformar los sectores energético, transporte y agrícola-forestal para que sean pilares de una economía baja en carbono. Esto complementa un trabajo de muchos programas ya en curso y que tienen diversas formas de colaboración entre distintos países. Ejemplos de las iniciativas lanzadas o reforzadas en París incluyen: La “Campaña Global de Eficiencia 100/100/100/100”, cuyo objetivo contemplado para París consiste en agrupar 100 países, 100 gobiernos locales, 100 empresas y 100 instituciones financieras, fuertemente comprometidas con el tema; la “Iniciativa Global de Economía de Combustibles”, a cargo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que tiene por objeto reducir en un 50% el consumo promedio de la flota mundial de vehículos particulares para antes de 2050 (objetivo “50by50”). La iniciativa “RE100” que contempla reunir a 100 grandes empresas influyentes en torno a un objetivo del 100% de energía renovable para antes de 2050 (en suministro de electricidad). Con 23 compromisos hoy día, esta iniciativa tiene como objetivo reunir 100 compromisos en París.
Chile participará en iniciativas donde puede hacer la diferencia. Una de ellas es la Alianza Internacional Solar, que busca generar una plataforma común para la cooperación entre países ricos en el recurso solar. La Alianza fue convocada por India y Francia e incluye a 120 países que declararon su compromiso para promover la energía solar a través de políticas, proyectos y programas innovadores, generación de capacidades, para movilizar US$100.000 MM en inversión.
Otra iniciativa es la Coalición de Liderazgo de Precio al Carbono, liderada por el Banco Mundial, que aspira a catalizar acciones hacia una implementación de un precio al carbono en el mundo. Se lanzó con un panel de líderes en el que participó la Presidenta Bachelet junto a otras autoridades, incluyendo el primer ministro de Canadá, la canciller de Alemania, el Presidente de México, y el gobernador de California. Estos líderes serán “embajadores” del tema en el mundo, con el objetivo de promover este tipo de instrumentos hacia una economía futura más productiva, competitiva y baja en emisiones de carbono.
También hay que considerar el Pacto de los Alcaldes, movimiento europeo en el que participan las autoridades locales y regionales que han asumido el compromiso voluntario de mejorar la eficiencia energética y utilizar fuentes de energía renovable en sus territorios. Con su compromisos, los firmantes de este pacto se han propuesto superar el objetivo de la Unión Europea de reducir en un 20 % las emisiones de CO2 antes de 2020. Esta organización visitó Chile para invitar al gobierno y a los alcaldes a formar parte de esta importante iniciativa local. En París participó una decena de alcaldes chilenos en el evento.
Lo que viene ahora para todos es cumplir no sólo con los compromisos de las contribuciones nacionales y el acuerdo formal que salga de las negociaciones, sino también participar con fuerza en las iniciativas mencionadas. El cambio climático es un problema global que tiene que ser enfrentado con mucha colaboración y mucho impulso entre todos. No podemos faltar. Debemos ver esto como una gran oportunidad. Los beneficios quizás no se verán durante los primeros meses o años de esta transformación, pero sí vendrán a mediano y largo plazo. Una economía baja en carbono no solo es resiliente frente en el tema ambiental, sino también es económicamente más fuerte, ya que los intereses de la sociedad, local, nacional y global van en esta dirección.
Chile tiene ahora el desafío de implementar su contribución nacional, y para ello, junto con evaluar en profundidad las medidas más plausibles de realizar, en particular en el sector energía (principalmente generación eléctrica, minería y transportes), debe buscar las formas para financiar dichas medidas. Siendo considerado ahora un país de ingresos medio-altos pero no exento de restricciones presupuestarias como las que actualmente experimenta, debe ser lo suficientemente creativo para acceder a fuentes de financiamiento internacional en materia de cambio climático, que le permitan cumplir con sus compromisos en la materia y dar apoyo a políticas que tienen también un objetivo de crecimiento sustentable y bajo en emisiones. Una de ellas es la Política Energética 2050, entre cuyos objetivos de largo plazo está el aporte que puede hacer el sector energía a una economía baja en carbono.
*Jefa División de Desarrollo Sustentable Ministerio de Energía.
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