China: los nuevos líderes del gigante asiático enfrentan complejos desafíos




Cuando el hombre a cargo de gobernar China durante la próxima década habló sobre sus nuevos temas por primera vez el 15 de noviembre, su discurso fue muy libre de los viciados eslóganes políticos favorecidos por el saliente presidente chino Hu Jintao.

En un mandarín sin acento, Xi Jinping mencionó la palabra “socialismo” sólo una vez y usó una significativa parte de su corto discurso para criticar al partido comunista que lidera.

“Nuestro partido enfrenta muchos desafíos severos y hay muchos problemas acuciantes dentro del partido que deben resolverse”, afirmó Xi a la nación en un discurso televisado. El nuevo liderazgo debe “efectivamente lidiar con temas importantes dentro del partido; mejorar formalmente el estilo de trabajo del partido y mantener vínculos cercanos con la gente”.

Este discurso fue una admisión notablemente franca de los enormes problemas que enfrenta el partido autoritario que ha liderado la nación más poblada del mundo desde 1949. En un claro intento por diferenciarse de su tecnocrático predecesor, Xi dijo que el partido debe hacer “grandes esfuerzos” para evitar un “indebido énfasis en la formalidad y burocracia”.

Xi insistió en la necesidad de poner freno a la rampante corrupción y a los sobornos dentro del partido y el gobierno y mejorar los servicios sociales y la protección con el medioambiente.

Desde que la locura de la revolución cultural de Mao Zedong terminó con su muerte en 1976, el país ha sido testigo de uno de los períodos más impresionantes de crecimiento económico en la historia.

La última década en particular vio a la economía china crecer rápidamente, avanzando desde ser la sexta mayor economía mundial a la segunda, acompañado por baja inflación y un entorno internacional benigno, por lo menos desde la perspectiva de Beijing.

La mayoría de los académicos y funcionarios de gobierno en China coinciden en que Xi y su entrante administración no tendrán el lujo de tales fuerzas empujando hacia su dirección. Esto es en parte porque la administración de Hu Jintao, pese a estar a cargo de lo que quizás es el mayor período de prosperidad en siglos, no intentó seriamente poner en marcha reformas económicas y políticas que pusieran a la economía en un camino más sostenible.

“Hu (Jintao) y su equipo serán recordados por la transición de la República Popular China desde una potencia regional a una global, pero merecen poco crédito por eso; iba a suceder sin importar quien gobernara el país”, escriben Derek Scissors y Dean Cheng, de Heritage Foundation, en Washington. “Su década al mando de la República Popular China debiera ser vista ampliamente como una de oportunidades perdidas, incluso fracaso”.

Argumentan que, en 2002, cuando Hu y sus colegas tomaron el poder, China se jactaba de un crecimiento sostenible de más de 8%, la desigualdad de ingresos parecía ser manejable, la inversión y el consumo estaban bastante equilibrados y el sistema bancario había sufrido una revisión luego de tambalearse al borde de la insolvencia cinco años antes.

Este año se espera que la economía haya crecido sólo sobre 7,5%, su ritmo más lento desde 1999, y la inversión supera por lejos al consumo como porcentaje del PIB.

En respuesta a la crisis financiera mundial de 2008, Beijing ordenó a los bancos estatales inundar la economía con crédito barato para apuntalar el crecimiento, llevando a una enorme expansión del crédito que los economistas temen finalmente no sea pagado.

Gracias al enorme sobreconsumo de agua, carbón y otros recursos, y al descarado descuido por las leyes y regulaciones medioambientales, China es sin duda uno de los países más contaminados del mundo, con preocupaciones medioambientales convirtiéndose en una causa cada vez más habitual de manifestaciones y desórdenes.

El creciente consenso entre los economistas es que el modelo de crecimiento orientado hacia las exportaciones y a la inversión que ha sustentado a China por más de tres décadas se está quedando sin fuerza y se requieren grandes reformas para que el crecimiento continúe.

“Asegurar la sustentabilidad del crecimiento es un desafío enorme”, plantea Zhang Bin, investigador de economía en la Academia Social china de Ciencias Sociales. “La contribución de la manufactura al crecimiento económico ya está alcanzando sus límites entonces necesitamos concentrarnos en el desarrollo de servicios esenciales en cambio”.

Agrega que una de las principales prioridades del nuevo gobierno será mejorar los servicios sociales, una tarea que la administración Hu intentó con diversos grados de éxito.

“El gobierno está básicamente ausente de proveer bienes públicos y las leyes y regulaciones son deficientes. El gobierno necesita poner mucha más inversión en temas como seguridad alimentaria, ciencia, educación, salud, resolver problemas de la vivienda; esto es lo que llamamos una falta de programa”, señala Zhang Bin.

Mientras la administración Hu por lo menos intentó remediar la paradoja de ser una nación socialista que lucha por entregar servicios sociales básicos, en el área más fundamental de la reforma política ni siquiera trataron de remover el statu quo.

En respuesta a las crecientes demandas de un gobierno más transparente por parte de un público cada vez más rico y mejor informado, el partido respondió mayormente con una combinación de represión y políticas de corto plazo para mantener a la economía a flote.

En los últimos años, el presupuesto de seguridad local, que incluye dinero para temas como policía, tribunales y tropas paramilitares, ha excedido el presupuesto militar oficial. China gasta más en reprimir amenazas internas que protegiéndose contra enemigos externos.

“En los próximos 10 años la mayor crisis para el gobierno será una de legitimidad”, dice Wu Qiang, profesor de política de Tsinghua University. “¿Puede el partido introducir la democracia dentro de sí mismo o será derrocado por una fuerza exterior? Esa es la mayor pregunta que enfrenta”.

Varios analistas e incluso algunos funcionarios de gobierno creen que Xi tiene el deseo y posiblemente la autoridad para introducir fuertes reformas políticas en los próximos años, pero hasta el momento hay poca evidencia sólida que apoye esta teoría.

El discurso inaugural de Xi se enfocó en la importancia de mejorar la vida de la gente a través de más ingresos, mejores servicios sociales y mejores condiciones de vida, pero no hubo mención de dar a la gente una mayor voz sobre quién los gobierna y cómo. En el corto discurso tampoco hubo directa mención a cómo Xi intenta lidiar con el resto del mundo en momentos en que China parece cada vez más asertiva e incluso amenazando a muchos de sus vecinos.

Repetidamente enfatizó el “gran renacimiento de la nación china” y la necesidad de ese país de “tener una posición más firme y poderosa entre todas las naciones”.

Muchos académicos chinos argumentan que el aparato de política exterior de Beijing es un desastre y que necesita una revisión urgente.

“Si tomamos el Mar del Sur de China como un ejemplo, podemos ver que las petroleras, autoridades de vigilancia marítima e incluso las fuerzas armadas están ejerciendo influencia sobre la política exterior china ahí”, afirma Zhu Feng, profesor de relaciones internacionales en la Peking University. “El mayor desafío para China en la próxima década será si puede o no coordinar a los grupos de intereses locales para que tengan una política exterior más efectiva”.

El mundo debiera esperar que Xi y su equipo estén dispuestos a navegar ese viaje y desarrollen las reformas políticas, económicas y de relaciones exteriores que se necesitan de forma urgente para combatir los problemas que enfrentan.

COPY RIGHT FINANCIAL TIMES

© The Financial Times Ltd, 2011.

Debes saber

¿Qué ha pasado?
Este año el Partido Comunista Chino realizó un cambio único en una década en su cúpula. Sin embargo, con la corrupción, temas medioambientales y menor crecimiento, los líderes, cuando comiencen a gobernar en marzo, enfrentan una serie de desafíos.

¿Por qué ha pasado?
En 2002, cuando Hu Jintao tomó el poder, China se jactaba de un crecimiento de más de 8%, con menor desigualdad, inversión y consumo equilibrados, pero ahora las condiciones son diferentes.

¿Qué consecuencias tiene?
El gobierno entrante deberá realizar una serie de grandes reformas para asegurar un crecimiento sostenible en el largo plazo. Una de las prioridades será mejorar los servicios sociales.

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