El camino cuesta arriba de Obama a un segundo mandato




El fin de semana, la campaña de Obama agregó un signo de exclamación a su lema, que ahora es “¡Hacia adelante!”. Es probablemente demasiado tarde para aparecer con algo más convincente. “Me imagino que es mejor que hacia atrás”, dijo Bruce Springsteen luego que el presidente le pidiera escribir una canción sobre este tema. “No es mucho con lo que avanzar”.

Obama nunca iba a redescubrir la alquimia inédita de 2008. En ese entonces, era joven, afroamericano, estaba emocionado y no era de Washington. Él ofreció a un Estados Unidos desmoralizado la oportunidad de mostrarle al mundo que podía renovarse. Su cambio más resonante es que ahora es normal tener un presidente afroamericano en la Casa Blanca. Sigue siendo una hazaña extraordinaria. Pero ya pasó.

Como presidente, Obama difícilmente podría haber hecho campaña nuevamente sobre el tema del cambio (excepto al hablar acerca de luchar por el control del Capitolio a manos de los republicanos). Tampoco, dada la continua debilidad de la recuperación, podría imitar el “Morning in America” de Ronald Reagan. Todo lo que podía hacer era prometer a los votantes que la economía se enmendaría y convencerlos de que Mitt Romney, por el contrario, no lo haría. El resto es música.

Aún así, no pudo hacer un trabajo menos inspirador. Quizás la revelación más asombrosa de las últimas nueve semanas es que Obama ya no es un buen paladín. Dado que el gobierno hoy en día está en permanente campaña, esto no trae buenos presagios de cómo se comportará en un segundo mandato. De hecho, la soporífera forma en la cual ha buscado atraer al electorado da razones para preocuparse de que un segundo mandato no sería muy distinto de los últimos años.

Primero, Obama ha mostrado poca capacidad de moldear su mensaje sobre la economía, dejando de lado la oferta de una visión general de futuro. Como un comentarista lo dice, el presidente quiere “tranquilizar las abstracciones”, lo cual tiende a separarlo de los oyentes. Luego de que Bill Clinton lo opacara en la convención en Charlotte, Obama catalogó a su predecesor como su “explicador en jefe”. Él sigue teniendo problemas en hablar de economía en términos concretos.

Esto es realmente preocupante debido al abismo fiscal que se avecina. Muchos demócratas, incluyendo a Obama, creen que su reelección haría borrón y cuenta nueva y le permitiría alcanzar un acuerdo con los republicanos -basados en algo similar al plan Simpson-Bowls que implica un ratio de tres a uno de recortes de gasto federal a incrementos tributarios. Obama varias veces ha reasegurado a los votantes que el abismo se evitará fácilmente dado que la fiebre republicana se romperá tras la elección.

Aún así, el presidente no explica por qué los republicanos entenderán la lógica del compromiso, cuando se negaron a hacerlo durante el auge de su poder en 2009. En vez de emerger fresco de la tormenta, persuadió sólo a tres para votar por su estímulo. La última vez que cualquier republicano en cualquiera de las cámaras del congreso votó por un alza en los impuestos fue en 1990. Es poco probable esperar que de repente cambien en el evento de una estrecha victoria de Obama en la cual la economía ha sido el tema más débil.

Segundo, las habilidades del equipo de Obama no están mejorando. Los candidatos demócratas en los estados indecisos se quejan de que la campaña de Obama casi nunca permite a los candidatos locales precederlo en las elecciones -un favor habitualmente dispensado  por George W. Bush y Bill Clinton. La campaña de Obama también ha intentado evitar que las autoridades demócratas hablen en los medios sin su permiso. “La campaña quiere controlar todo lo que decimos pero se niega a hacer nada por nosotros a cambio”, dijo el veterano presidente de uno de los condados más disputados en el estado indeciso de Ohio. “Es un acercamiento bastante egoísta”.

La mayoría de la gente en Washington asume que sólo fue la intransigencia republicana la que evitó llegar a acuerdo durante el drama del techo de la deuda de agosto del año pasado. Pero Obama también ha hecho una mala jugada. El presidente casi no hizo esfuerzos por construir confianza con sus interlocutores republicanos -y muy poco por nutrir lazos con miembros de su propio partido. Como Neera Tanden, directora del Centre for American Progress, un think tank liberal, dijo la semana pasada: “Es sorprendente que él esté en política porque realmente no le gusta la gente”. Tanden después dijo que realmente lamentaba sus declaraciones.

Finalmente, la cada vez peor polarización estadounidense ha forzado a la campaña de Obama a buscar una estrategia “arcoíris” enfocada en grupos específicos, como las mujeres solteras, latinos y estudiantes universitarios. Obama prometió trascender de las divisiones “estado azul/estado rojo” en 2004 que lo lanzó a la prominencia. Pero Estados Unidos está mucho más dividido ahora de lo que estaba entonces. Difícilmente se puede culpar de esto a Obama. Pero esto augura gravemente que esta elección probablemente mostrará la división racial más pronunciada de la historia reciente estadounidense. Casi dos tercios de los trabajadores blancos dice que votará por Romney, mientras hasta tres cuartos de los latinos y más de 90% de los afroamericanos votará por Obama.

Muchos blancos que votan contra Obama creen apasionadamente que él es anti-americano. Ellos dominan la base republicana y estarán listos para castigar a cualquier congresista que recorte un acuerdo con Obama, lo cual apuntará a cualquiera que haya acordado cualquier tipo de incremento de impuestos. Una cantidad desagradablemente alta todavía se niega a creer que Obama nació en EEUU. Como un trabajador del espectáculo, Springsteen debiera cambiar el ritmo la próxima vez que haga un evento de Obama. Es tiempo de cantar “Born in the USA”.

*El autor es comentarista de Financial Times en Washington

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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