El fin de la Nueva Mayoría: protagonistas del Gobierno hacen su balance al cierre
Pese a que impulsaron cambios que pensaban beneficiarían a la gente, el bloque no se pudo proyectar. Según quienes participaron del proceso, la falta de buena gestión, el caudillismo y la ausencia de convivencia fueron sus grandes errores. Pero creen que hay temas que no se abordaron bien, como el empleo y la delincuencia.
EL 27 DE MARZO DE 2013, Michelle Bachelet anunció su intención de ser candidata presidencial. Lo hizo diciendo que trabajaría "para conducir el próximo gobierno, el primer gobierno de una nueva mayoría social", sentando las bases de la Nueva Mayoría, coalición -aunque fue definida oficialmente como un "acuerdo político programático"- que triunfó con un programa de profundas reformas sociales, pero que no pudo sostenerse en el tiempo: duró sólo un periodo y en los próximos días será desarmada definitivamente.
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La contradicción entre impulsar grandes cambios para la gente y perder en la primera elección hace que los protagonistas del bloque se pregunten qué ocurrió, en qué fallaron y qué deberían hacer mejor. Y ante esa interrogante, encuentran diversas respuestas.
El diputado Osvaldo Andrade, quien dirigió el PS al momento de crear la NM, afirma que estos cuatro años les enseñaron que a un buen programa, hay que agregarle gestión idónea, "porque las buenas ideas, cuando se hacen mal, se transforman en malas ideas".
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"El programa de Bachelet era extraordinariamente notable porque pesquisó soluciones estructurales para problemas de fondo, como la sociedad desigual y abusiva. Pero probablemente perdimos adhesión porque eso fue gestionado de modo equívoco. Juntar ideas con gestión es la lección más importante de mi Gobierno", dice.
El senador Jaime Quintana, presidente del PPD durante 2013, destaca los avances de Bachelet, pero advierte que el caudillismo les pasó la cuenta. "Hubo áreas del Gobierno que fueron entregadas a partidos o parlamentarios, y en algunos territorios, el control que tenían algunos parlamentarios de gobierno fue un retroceso. Estos cuatro años nos deben permitir reaprender formas de gobierno, no de caudillismos ni clientelismos. No podemos llegar al Gobierno e instalar cofradías completas de amigos", dice, y ejemplifica con el agro, donde "la gestión fue una de las más desastrosas".
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Además, y pese a que reitera que fue una buena experiencia de trabajo entre los partidos, plantea que "es discutible si en el futuro se necesitan coaliciones tan estables durante el tiempo".
En tanto, el actual presidente del PR, Ernesto Velasco, cree que la principal falla de la coalición estuvo en la relación entre los partidos. Asegura que "falló la convivencia, el tener un espacio de diálogo político y coordinación eficiente que procesara las diferencias, que fuera capaz de poner unidad en los asuntos del gobierno y eso es un tema de fondo".
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A su juicio, cada colectividad tiene el derecho a tener una visión de cómo hacer política, "pero cuando eres gobierno, tienes la responsabilidad de sintetizarlas en mínimos comunes. No había amistad cívica y capacidad de procesar diferencias de forma más razonable, lo que afectó la coherencia política, la imagen, la credibilidad y la gobernanza".
El rol de la DC
Sin duda, uno de los actores más disconformes por cómo funcionó la administración Bachelet fue la DC. En numerosas veces plantearon diferencias con el contenido de las reformas y con la influencia del PC, e incluso, en 2016 algunos de sus miembros plantearon que las desavenencias se debieron a que no habían leído el programa de gobierno.
Ese es, a juicio del senador Alejandro Navarro, el principal error del Gobierno. "La primera lección es que la construcción de un programa de gobierno debe contar con la lectura y compresión de todos los miembros de la coalición. Es inconcebible que en el ejercicio de un gobierno, un partido de la coalición diga que no ha leído el programa. Por lo tanto, para construir una coalición es importante el antes, el durante y el después", argumenta.
Por contraparte, para el mundo democratacristiano, el problema está en que se resintieron las relaciones, lo que ahora deben superar. La senadora Ximena Rincón, quien fue ministra de la Sepgres y del Trabajo, señala que "para aspirar a más de un gobierno necesitamos recomponer las confianzas. Las confianzas están perdidas".
Otros protagonistas piden también rescatar los aspectos positivos del período, para replicarlos en un futuro gobierno de la centroizquierda. El ex ministro de Energía, Máximo Pacheco (PS), dice que en su sector "se hizo un tremendo avance para tener más competencia, menores precios y una matriz energética más limpia", lo que era muy demandado por los empresarios cuando Bachelet estaba en campaña.
"También hubo un trabajo conjunto entre el sector público y privado para desarrollar iniciativas, y para adelante hay que entender que el mundo actual es de colaboración y cooperación. Estas transformaciones se hicieron con diálogo, participación y con el concurso transversal de los distintos sectores políticos, no es una transformación que sólo fue impulsada por la NM, sino que sus bancadas construyeron acuerdos con otros sectores y esa es una lección muy importante", comenta.
Pero también existen deudas que no fueron abordadas, pese a las transformaciones. Juan Andrés Lagos, vocero del PC, cuenta que "también se debían enfrentar temas duros que afectan a la población, como la precarización del empleo". En la práctica, añade, eso se tradujo en un desempleo que afectó al electorado de la centroizquierda, "y eso implicó que muchas personas a pesar de no tener un compromiso con la derecha, pensaron que un gobierno de derecha les puede resolver esa situación".
Pero su análisis es más crudo aún. Asegura que tampoco abordaron "lo del crimen organizado, el narcotráfico y lavado de dinero, que redundan en la seguridad ciudadana democrática. Debimos ser más enfáticos en combatir esos flagelos, no sólo en lo preventivo, sino que también en el fortalecimiento del Estado en su batalla contra".
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