La distancia que crece entre cubanos y estadounidenses

Cuba

La llegada de Donald Trump dio un giro de 180 grados en la política de acercamiento entre EEUU y la isla. Aunque siguen abiertas las embajadas, gran parte de los lazos construidos en la administración de Barack Obama fueron arrancados a punta de decretos.




Tras salir victorioso en las presidenciales de 2016, Donald Trump afirmó en su primer tuit sobre Cuba que si el país no estaba dispuesto "a dar un mejor trato al pueblo cubano, cubanoamericano y a EEUU en su conjunto", daría por cerrado el trato que sellaron las administraciones de Barack Obama y Raúl Castro y que permitió un histórico acercamiento entre los viejos rivales. Un año más tarde se pudo comprobar que el tono amenazante en las palabras del mandatario se traducirían en políticas que han ido cerrando las puertas al intercambio comercial, turístico y personal entre cubanos y estadounidenses.

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Aunque la isla rebelde del Caribe no representa la amenaza de los años de la Guerra Fría y la Crisis de los Misiles, aún es un tema candente en la primera potencia mundial. "No sólo está el debate entre cubanos en el exilio y simpatizantes de la revolución, sino en general entre los norteamericanos. Algunos creen que EEUU debería levantar el embargo económico con un país tan cercano, pero los más influyentes en la visión de Trump consideran que Cuba sigue siendo un régimen autoritario y que la apertura ha sido limitada", explica a PULSO el politólogo y doctor en Relaciones Internacionales, Carlos Romero.

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Tras el cambio de mando, la Casa Blanca anunció en febrero la revisión de toda la política con el gobierno castrista, que concluyó en junio con el anuncio de una serie de medidas que abrieron un nuevo proceso de alejamiento entre las naciones separadas por menos de 150 kilómetros de mar.

Marcha atrás

"El año pasado, les prometí ser una voz contra la represión y una voz por la libertad del pueblo cubano. Salieron y votaron. Y aquí estoy, como prometí", señalaba Trump en el discurso que ofreció en Miami, en presencia de veteranos de la invasión de la Bahía de Cochinos, donde hizo públicos sus decretos. "Ha nacido una nueva política. Doy por cancelado el acuerdo de Obama. No apoyaremos al monopolio militar que oprime a los cubanos", subrayó.

En esa oportunidad se informó de la prohibición de toda transacción comercial con el conglomerado militar, mientras se aumentaba el control a los viajes de estadounidenses a la isla.

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"Las decisiones del presidente Trump desconocen el apoyo de amplios sectores estadounidenses, incluyendo la mayoría de la emigración cubana, al levantamiento del bloqueo y a la normalización de las relaciones y sólo satisfacen los intereses de un grupo de origen cubano del sur de Florida, cada vez más aislado y minoritario", respondía semanas más tarde Raúl Castro.

Pero los reclamos fueron ignorados. En octubre se expulsó de EEUU a 15 diplomáticos cubanos, en respuesta al episodio del ataque sónico, que según la Casa Blanca habría perpetrado el gobierno isleño a su embajada en La Habana.

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Pero este mes aterrizaron las políticas más agresivas. Washington prohibió los viajes "persona a persona" que instaló Obama y que permitían a los ciudadanos viajar a Cuba por nueve razones diferentes. Ahora, sólo pueden hacerse visitas grupales con un representante de la institución que organiza el viaje, la cual debe estar en línea con las leyes estadounidenses y tienen la obligación de presentar un plan detallado de sus actividades.

En materia comercial, las empresas norteamericanas ya no tienen autorización para invertir en la Zona Económica Especial de Mariel. Además, personas naturales y jurídicas ya no pueden realizar transacciones con un listado de 180 entidades cubanas, entre las que se incluye al gobierno.

El futuro

La retroexcavadora de Trump podría seguir arrasando con los lazos entre ambos países. De lo avanzado con Obama, sobreviven la apertura de las embajadas y el término de la política "Pies secos, pies mojados", que hasta hace poco daba beneficios a los cubanos exiliados, los llamados "gusanos" en la isla.

Sin embargo, no es lo más probable según Arturo López Levy, autor de "Raúl Castro y la Nueva Cuba: una visión de primer plano del cambio", quien plantea que "la profundización del distanciamiento podría ser perjudicial para el Presidente de EEUU, ya que intensificaría la inmigración ilegal (...) Trump tendrá que elegir entre su agenda migratoria o la agenda de los grupos pro embargo".

Por su parte, Cuba no ha tomado represalias, salvo la reducción de su personal diplomático en Washington, y no se espera que lo haga, por dos razones. Una de ellas interna, ya que el gobierno no quiere ser responsabilizado por quiebres con EEUU en miras del cambio de liderazgo que se avecina, y la otra es externa, pues el país ya no cuenta con el respaldo irrestricto que recibió de la Unión Soviética, ni con el apoyo de una vigorosa Venezuela.

Así, el futuro de los vínculos cubano-estadounidenses luce incierto. Pero una cosa es clara para Alejandro de la Fuente, director del Afro-Latin American Research Institute: "Más allá de los diferendos políticos están los cubanos de una y otra orilla, que han mantenido el contacto entre los dos países aún bajo las condiciones más adversas. Son primos, abuelos, vecinos y amigos que ninguna guerra, ni fría ni caliente, logró dividir de forma permanente. Esa es la plataforma del futuro".

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