La hoja de ruta para la nueva oposición: desde cónclaves hasta renovación de directivas
El último aliento de la recta final, que se acentuó tras el debate de Anatel del 10 de diciembre, no fue suficiente para amarrar un triunfo.
Pese al ambiente ganador que en la semana previa a la segunda vuelta experimentó la Alianza, ahora el conglomerado deberá volver a cruzar la dolorosa vereda para instalarse una vez más en la oposición.
Pero los primeros síntomas de que el panorama iba encaminado hacia ello venían desde las elecciones municipales de 2012, en que el oficialismo sufrió un duro revés, que se agudizó en las parlamentarias, con una brusca caída en su representación en la Cámara de Diputados.
La derrota dejará una batería de lecciones en el sector, donde quieren entender cómo es que, teniendo el gobierno en sus manos, y la visibilidad que ello implica, la Alianza no fue capaz de capitalizar sus logros y aterrizarlos en respaldo a su opción presidencial, con un apoyo que resultó esquivo a la hora de obtener resultados favorables en los comicios.
La UDI apareció como el partido más golpeado en sus últimos tres cara a cara en las urnas. Sin ir más lejos, en la parlamentaria del pasado 17 de noviembre experimentó un frenazo en su trayectoria de alza sostenida en número de diputados y tras 12 años volverá a bajar del umbral de 30 escaños en la Cámara, lo que coincide con un momento en que figuras históricas del partido, como el senador Jovino Novoa, el actual ministro de Interior, Andrés Chadwick, y Pablo Longueira, los denominados “coroneles” de la UDI, resolvieron dar un paso al costado de la primera línea partidaria.
Por el contrario, la generación más joven, formada bajo la “vieja escuela” UDI, como Ernesto Silva o seguidores del estilo “cosista” de Joaquín Lavín han ido consolidando su liderazgo y desde ya demandan un giro. O al menos un remezón sobre el cual poder proyectarse.
¿El primer paso? Establecer un congreso ideológico para actualizar los ejes de la UDI para los próximos 10 a 20 años, fijando posiciones en discusiones por reformas en políticas públicas como salud o educación, donde el gremialismo ha mostrado una defensa valórica.
Incluso en el cambio al sistema binominal, donde su aliado en la coalición, Renovación Nacional, ya se ha abierto e incluso ha encabezado la búsqueda de consensos para su modificación.
Como punto de partida, en la colectividad que lidera el diputado Patricio Melero ya llegaron al diagnóstico de que no existe la extrema pobreza que sustentó algo como la “UDI Popular” levantada en los ‘90.
Hoy, en cambio, se estima que el partido debe volverse “la voz” de la clase media, de sus aspiraciones y también de sus demandas. El propio Novoa lo dejó entrever en una entrevista a El Mercurio: “Los movimientos sociales no tienen por qué estar capitalizados por la izquierda”.
Esta es la discusión que asoma como el paso natural tras el consejo directivo ampliado fijado para el próximo 10 y 11 de enero en las Termas de Cauquenes, donde se abordarán las sucesivas derrotas y será la primera medición de fuerzas internas en la UDI.
El panorama para RN, en cambio, no será menos complejo, con una lucha fratricida por el monopolio del poder, que irá acompañado de una batería de presidenciables como Manuel José Ossandón, Alberto Espina y Andrés Allamand.
Si a simple vista ese escenario parece tener una variedad a la hora de elegir, puede convertirse a la vez en un arma de doble filo al provocarse una dispersión de fuerzas internas en el partido que encabeza Carlos Larraín, quien dejará la primera línea tras varios períodos al mando de la colectividad.
Con todo, Renovación verá su plantilla senatorial reforzada para el próximo período legislativo tras los triunfos de Allamand y Ossandón en Santiago Poniente y Oriente, bastiones históricos de la UDI durante dos décadas.
Así, hay quienes pronostican que podría haber un cambio de roles al interior de la Alianza, con RN recuperando el protagonismo que ostentó a comienzos de los ‘90, época dominada por la democracia de los acuerdos.
DEFINICIONES CLAVE
En ese contexto es que las recetas para volver a ser oposición tras cuatro años en el gobierno salen a la luz. Si durante los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet la Alianza se posicionó con estratégica dureza, ahora el panorama podría ser distinto, debido a la minoría que tendrá en ambas cámaras.
Durante las últimas dos administraciones de la Concertación, la Alianza se estableció con un despliegue fiscalizador que forzó sendos acuerdos en más de una ocasión, como el pacto para modernizar el Estado que selló Lagos con Longueira tras el caso MOP-Gate.
Ahora, hay quienes adelantan una oposición excesivamente dura en un escenario con un gobierno que dé un giro a la izquierda, y que según dicen en la derecha, podría darse una confrontación ideológica de tal nivel que terminaría por polarizar al país.
Así, en la definición de roles al interior de la Alianza, hay quienes plantean que la UDI está dispuesta a hacer el gasto de ser una oposición dura en los primeros dos años de gobierno de Bachelet y luego pasar la cuenta.
Otros, en cambio, apuestan por abrir espacio para forjar acuerdos en algunas materias ante una Concertación que incluyó al Partido Comunista en las filas de la Nueva Mayoría.
El aterrizaje del PC es uno de los puntos más sensibles para la Alianza y han enfocado desde hace meses su discurso en duras críticas hacia la sociedad de la Concertación con el partido de Guillermo Teillier, lo que podría replicarse a partir de marzo de 2014 como estrategia ya desde la vereda de la oposición.
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