La pobre infraestructura de EEUU también presenta desafíos
El verano boreal pasado India tuvo el mayor corte de luz de la historia humana, que afectó a 600 millones de personas. Entonces me molestó cuando mi madrastra de origen indio -de visita en EEUU- dijo que la costa Este de Estados Unidos, incluyendo Washington, estaba “tan mal como India”. Luego hubo una tormenta que dejó a 6 millones de hogares estadounidenses sin electricidad por días en pleno calor. Y el mes pasado el huracán Sandy dejó a 10 millones de hogares tiritando. Los meteorólogos pronostican un duro y frío diciembre que probablemente causará apagones.
Es difícil determinar con precisión la fecha en la cual los estadounidenses desarrollaron un fatalismo indio acerca de la decreciente calidad de su infraestructura. Cuando mi madre británica pasó varios meses en Estados Unidos en los ’50, era deslumbrantemente futurista. Había aire acondicionado, un congelador en cada refrigerador, luces de neón y una carretera abierta donde incluso la clase trabajadora podía acceder a manejar. Pero poco a poco durante los últimos 30 años, la primera infraestructura realmente moderna ha mostrado su edad. Ha quedado famélica debido a una generación de baja inversión. Y los estadounidenses se han adaptado.
En algún punto en los próximos 12 meses, descubriremos si Estados Unidos tiene la disposición a llevar su infraestructura al siglo 21. Si todo sale bien, el Congreso tomará medidas para evitar el abismo fiscal antes del 1 de enero. Como parte del acuerdo, los legisladores activarán una nueva bomba de tiempo para fines de 2013, antes de la cual tendrán que alcanzar una mayor oferta o caer en otro abismo fiscal. La probabilidad es que el Congreso contraiga el ya magro presupuesto federal en inversión. La esperanza, como lo pone Brookings Institution Metropolitan Center, es que el Congreso “recortará la inversión” en vez de hacer algo más duro.
Hay tres motivos para preocuparse. Primero, hay notablemente poca indignación sobre la dilapidación en la red eléctrica, carreteras públicas, aeropuertos locales y cursos de agua. Esto significa que los legisladores sentirán presiones más fuertes en otras direcciones, como defender el bajo nivel existente de impuestos a las ganancias de capital, por ejemplo, o mantener los presupuestos de defensa que crean empleos. Es difícil volar localmente de manera frecuente en Estados Unidos y no enfrentar fuertes retrasos o cancelaciones.
Una gran cantidad de problemas en los vuelos locales estadounidenses podrían resolverse al construir NextGen, que vería a Estados Unidos cambiar desde su red de radares de la segunda guerra mundial a un sistema de rastreo satelital. El acuerdo existente está construido en un modelo hub, donde las aerolíneas canalizan cada recorrido a través de sedes regionales. Cada paralización en el hub puede tener un efecto en el calendario completo. NextGen haría más seguro volar. Pero el Congreso tiene poco estómago para la propuesta, que representaría al menos US$25 mil millones.
Segundo, la mayoría de los estadounidenses están inconscientes de cuán lejos su país ha caído respecto del resto del mundo. Según el informe de competitividad del World Economic Forum, la infraestructura de EEUU se ubica por debajo del lugar 20 en la mayoría de sus nueve categorías y por debajo de 30 en cuanto a calidad del transporte aéreo y abastecimiento de electricidad. Estados Unidos dio nacimiento a internet, el tipo de red descentralizada que la red eléctrica de Estados Unidos necesita de manera desesperada. Aún así, según la OCDE, el promedio de velocidad de internet en EEUU es de apenas un décimo de la velocidad en países como Corea del Sur y Alemania. En una era donde la supercarretera de las tecnologías de información ya no es sólo un slogan, esto no es broma. El incipiente emprendedor estadounidense puede sobrevivir al tráfico paralizado. Pero un internet lento puede ser terrible.
Tercero, sería mucho pedir a Washington en su actual estado de polarización, que dé luz verde a un ambicioso plan de infraestructura. Según la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles, Estados Unidos necesita gastar US$2.200 millones en la próxima década simplemente para mantener la calidad existente de infraestructura. Bajo el presupuesto actual, Washington gastará menos de la mitad de ese monto. Necesita un acto de fe asumir que duplicará, en vez de caer fuertemente, cuando se necesite articular una negociación fiscal bipartidista.
En una salida de la tradición de su partido, muchos republicanos ahora se oponen ideológicamente a cualquier rol federal serio en infraestructura y quieren descentralizarlo para los estados. También es mucho imaginar al Congreso estableciendo un banco público de infraestructura, como el presidente Barack Obama ha pedido. El banco usaría US$10 mil millones en capital semilla para proyectos interestatales -parecido al Banco de Inversión Europeo. Las probabilidades son que permanezca en carpeta.
Construir puentes, ocasionalmente a cualquier parte, fue alguna vez un propósito bipartidista. A medida que Estados Unidos avanza hacia un consecuente ajuste de cuentas con su futuro fiscal, vale la pena recordar que Washington buscará establecer parámetros de presupuesto federal por muchos años más. Antes que los legisladores lo hagan, debieran tomar un viaje al este asiático -por ejemplo, desde JFK a Changi, o Chek Lap Kok, o a cualquier otro aeropuerto- y sentir la diferencia. Aunque habrían ignorado las condiciones medievales a su alrededor, podrían ir por el nuevo aeropuerto de Nueva Delhi y viajar por el metro de esa ciudad, que tiene aire acondicionado. Mi madrastra se deleitaría en darles la bienvenida con una taza de té chai masala y mostrarles su rechazo a la red eléctrica estadounidense.
COPY RIGHT FINANCIAL TIMES
© The Financial Times Ltd, 2011.
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