Las lecciones para Brasil de la caída del imperio Batista
Después de que Eike Batista, una vez el hombre más rico de Brasil, se declarara en quiebra, los inversionistas se prepararon para una tormenta en el mercado de valores Bovespa.
A pesar de ser la mayor cesación de pagos corporativos de América Latina, los mercados bajaron su efervescencia, pues ya habían empezado a descontar de la insolvencia US$6 mil millones, desde que OGX, la empresa petrolera de Batista, revelara en julio que sus dos únicos pozos productores habían fracasado.
El hundimiento de OGX puso de relieve los problemas que afectan a la industria petrolera de Brasil.
Hoy la petrolera de Batista no es la única que lucha contra altos niveles de deuda y la caída de los ingresos. Otra firma es Petrobras, el gigante estatal que sorprendió al mundo en 2010 con la mayor oferta de acciones. Tres años después, sus acciones han perdido 30% su valor y su deuda ha llegado a US$185.000 millones.
El gobierno tiene en sí la culpa de cortar las alas de la industria. El sector de los recursos naturales es en realidad un símbolo más amplio del atraso de la reforma que ha obstaculizado a Brasil desde que Dilma Rousseff asumió la presidencia en 2011.
Ni una subasta de petróleo se celebró entre 2008 y 2013. Cuando finalmente se llevó a cabo este año, las reglas bizantinas que exigió Petrobras para operar cualquier campo disuadió a muchas empresas extranjeras de participar. Además, se le exige a la empresa vender el petróleo refinado por debajo de los precios comerciales para ayudar a frenar la inflación, por lo que las pérdidas para la empresa son enormes.
En lugar de la microgestión de la industria, se debe permitir que las empresas petroleras -nacionales y extranjeros- prosperen para después gravarlas, y así aprovechar una parte de sus ganancias.
En un momento de descenso del crecimiento, Brasil no puede permitirse el lujo de perder su estatus de país petrolero de América Latina. Sin embargo, como México se embarca en una ambiciosa reorganización de su sector energético, la supremacía de Brasil se ve cada vez más en riesgo. No es demasiado tarde para cambiar de rumbo, pero el gobierno debe demostrar que ha aprendido las lecciones de la caída del señor Batista.
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© The Financial Times Ltd, 2011.
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