Los nuevos líderes asiáticos revuelven una olla de enemistades
Dentro de una rápida sucesión, los tres gigantes del noreste de Asia han elegido nuevos líderes. Xi Jimping fue elegido como el futuro presidente de China en noviembre. Shinzo Abe ha ganado su segunda oportunidad como primer ministro de Japón. Y la semana pasada, Corea del Sur eligió una nueva presidenta. Si se cuenta a Kim Jong-un, que se hizo cargo de Corea del Norte tras la muerte de su padre el año pasado, esto se suma a los nuevos líderes de una de las regiones más tensas del planeta. El potencial para una crisis diplomática, o peor, es alto.
Para advertir los tiempos difíciles que se aproximan, Kim, el joven de 29 años instalado en Pyongyang, celebró el carnaval regional de elecciones, selección y dinastía de sucesión de la única manera en que sabía hacerlo: lanzando al cielo un gran cohete. Al día siguiente, las fuerzas armadas de China, ahora oficialmente bajo el control de Xi, enviaron aviones de vigilancia en lo que Tokio dijo fue la primera violación a su espacio aéreo desde 1958. Al pie del jardín de la diplomacia asiática yacen las grietas de la historia no resueltas. No sólo la memoria del colonialismo y la guerra yacen tras cada confrontación. Está encarnada en los propios líderes que ahora dirigen los países respectivos.
Kim es el bisnieto de Kim II sung, venerado fundador de Corea del Norte, cuyo culto personal viene de su supuesto rol decisivo en liberar la península del colonialismo japonés. Xi es el hijo de Xi Jinping, el héroe revolucionario del partido comunista cuyo legado está reflejado en su lucha por sacar a los japoneses de China.
Abe es el nieto de Nobusuke Kishi, un miembro del gabinete durante el tiempo de guerra que ayudó a que los japoneses ocupasen Manchuria. Es un linaje familiar potente, donde nietos y bisnietos ponen en juego el linaje de sus ancestros.
En Corea del Sur, al triunvirato se le unirá Park Geun-hye, la centroderechista que ganó las elecciones presidenciales la semana pasada. Ella también acarrea grandes ecos históricos. Es la hija de Park Chung-hee. El líder autoritario, desde 1961 hasta su asesinato en 1979, supervisó el increíble crecimiento económico surcoreano. El venció a su rival liberal Moon Jae-in, hijo de un refugiado norcoreano, que fue un estudiante aprisionado durante el régimen de Park.
Las relaciones bilaterales entre las cuatro naciones son fuertes e impredecibles por decir lo menos y tres, en particular, deben ser vigiladas de cerca.
La primera es la que existe entre Seúl y Pyongyang. Los vínculos se han deteriorado bajo el gobierno del presidente de Corea del Sur Lee Myung-bak, que ha tomado una línea fuerte contra Corea del Norte en contraste con la política ligera de su predecesor. La respuesta del Norte ha sido crecientemente beligerante. Pyongyang estancó buques navales, mató 46 marinos, disparó artillería contra las islas surcoreanas y probó una segunda arma nuclear. La postura de Lee es vista como un fracaso. Nuevamente, la política suave trajo pocos beneficios y una prueba nuclear.
Sin embargo, Park está esperando adoptar una posición menos rígida. Ella podría lograr un “Nixon en China” al usar su nacionalismo como manera de encubrir más flexibilidad. Sin embargo, pese a cualquier cosa que haga Corea del Sur, tiene pocas esperanzas de que Pyongyang vaya a frenar su programa nuclear.
La próxima relación potencialmente problemática es entre Corea del Sur y Japón. Lee comenzó su período hace cinco años con un enfoque conciliador. Los dos bandos firmaron un acuerdo bilateral. Impulsados por Washington, han llegado a un acuerdo de compartir inteligencia militar. La historia intervino. Lee se convenció de que Japón no había actuado correctamente en el pasado. Visitó las islas Dokdo controladas por Corea, conocidas como Takeshim en Japón, que también las reclaman. Sugirió que si el emperador japonés quiere visitar Corea debería disculparse primero por la guerra.
Con Abe a cargo, las relaciones podrían empeorar. Él duda que el ejército imperial nipón adquirió esclavos sexuales de Corea a escala industrial. Si presiona para un reformulación de las disculpas de Kono en 1993, el sentimiento en Corea del Sur se verá inflamado. Washington quiere que estos dos grandes aliados en la región cooperen, sobre todo en temas de seguridad. Podría verse decepcionado.
La relación más volátil de todas es entre China y Japón. La causa más próxima es la disputa sobre las islas inhabitadas Senkaku, controladas por Tokio pero reclamadas por Beijing que las llaman Diaoyu. China dice que Japón les robó las islas en 1890 y las debió haber devuelto luego de la segunda guerra mundial. Japón dice que eran tierra de nadie cuando las encontraron y han sido de ellos desde entonces. Beijing quiere las islas como parte de lo que ven como recuperación de la humillación histórica. Estratégicamente, quiere romper las primeras cadenas de islas para que la marina pueda recorrer el pacífico.
Las profundas marcas históricas son aún más peligrosas. China mostró signos de querer apretar a Japón hasta que cruja. Abe quiere destrozar la constitución pacífica de Japón y enseñarle a los niños nipones que su país no debería ser señalado con especial crítica sobre la guerra. Quiere gastar más en las fuerzas armadas. Incluso tiene un asesor que dice que Japón podría ganar una guerra naval contra China si se realiza ahora. El noreste asiático no se ha visto tan peligroso en años.
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© The Financial Times Ltd, 2011.
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