Más inversión: clave para PIB sobre 3% los próximos años
Por Jorge Selaive. El diferenciador de las distintas proyecciones de crecimiento para los próximos años está en la expansión de la inversión privada y en su persistencia. Que crezca un 3% en 2018 tiene no sólo efecto en el PIB, sino también en el ánimo de los inversionistas y en las expectativas.
Ha comenzado la subasta por el crecimiento de la economía en 2018. Quién da más es la consigna en un escenario externo que se ha tornado bastante favorable (hasta ahora). La recuperación en el precio de las materias primas mantiene las economías exportadoras de commodities con viento de cola, al menos en lo que respecta a expectativas.
Se han corregido al alza las proyecciones de crecimiento de un conjunto amplio de economías. Aquello comenzó a mediados de 2017, y en el caso de Chile ha sido algo más intensa la mejora en la proyección de crecimiento para este año y el próximo, al encontrarnos con un cambio de Gobierno que ha colocado justamente el crecimiento económico como una prioridad. La principal diferencia entre las distintas proyecciones de crecimiento no reside en el dinamismo del consumo privado o en el impulso externo. Tampoco en algún rol del gasto público, pues hay consenso en que las condiciones para tener activismo fiscal los próximos años son bastante limitadas ante un compromiso de consolidación.
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El diferenciador de las distintas proyecciones para los próximos años está en la expansión de la inversión privada. No sólo entre aquellos que consideran un crecimiento del PIB sobre o bajo 3% para 2018, sino también una recuperación persistente para los siguientes años. Que la inversión crezca 3% en 2018 o que lo haga al doble tiene consecuencias en la expansión del PIB, pero también en el ánimo de los inversionistas, expectativas y, finalmente, en el destrabe de los círculos virtuosos que estuvieron ausentes los últimos cinco años.
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Por ahora, es posible catastrar inversiones relevantes este 2018, pero consistentes con una expansión de la inversión total en torno a 3%. Para tener más inversión deberíamos comenzar a ver un adelantamiento de la inversión proyectada más allá de 2018 y/o el ingreso de nuevos proyectos, fenómenos que aún no ocurren. Efectivamente estamos observando alguna recuperación en la inversión habitacional, así como atisbos de mejora en las importaciones de maquinaría y equipos beneficiadas por el bajo tipo de cambio y un largo período sin reposición, todas en un contexto de mayores cifras de crecimiento que generan las buenas bases de comparación. Pero para crecer y satisfacer las visiones de PIB en o sobre 3% se requiere mucho más. Las decepciones pueden estar a la vuelta de la esquina (¿qué tal el segundo semestre 2018?), si los incentivos no se adecúan de manera concreta.
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Los ojos están puestos en la minería ante la recuperación en el precio del cobre. Demasiado peso se le estaría colocando a un sector que ya está realizando una enorme contribución a la inversión en 2018 con más de US$3 billones de inversión pública y privada. No tenemos nuevos mega proyectos como los iniciados en el pasado, pues la minería en Chile ha cambiado, tanto por la menor ley del mineral, los mayores costos de extracción, las exigencias medioambientales y comunitarias como por el tratamiento tributario. Demasiadas cosas han llevado a que Chile no sea el destino favorito para realizar inversiones en mega proyectos mineros.
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La inversión en otros bienes y servicios transables está deprimida, y aunque tiene enorme potencial como el visto en los '90, sufre de pérdidas significativas de competitividad. Mayor productividad y sofisticación que toma tiempo en generarse, pero que además lidia coyunturalmente con una apreciación del peso y mayores costos en la mano de obra. Cuesta ver incrementos relevantes en la inversión de sectores tradicionales y no tradicionales transables no mineros, a pesar de la recuperación en la demanda externa que estarían enfrentando.
La tarea entonces para recuperar el crecimiento estaría en redoblar los incentivos y estímulos a la inversión. La rebaja del impuesto de primera categoría hasta 25% es una medida bienvenida pero puede ser insuficiente. Colocar el impuesto corporativo al nivel promedio de los países OCDE empareja la cancha, pero parece necesario desequilibrarla a nuestro favor. Una rebaja significativamente mayor podría colocar en jaque la situación fiscal sin medidas compensatorias que tendrían que venir por el lado de los impuestos a las personas, y cuesta ver espacio político para aquello.
Qué tenemos a la mano. Nuestro sistema de aprobación ambiental, a pesar de haber sido mejorado, aún cruje, y cabe poca duda que requiere perfeccionamientos. Aquello sería prioritario para vitalizar el ingreso de proyectos y mitigar incertidumbres. Asimismo, la depreciación instantánea estimula la inversión en capital fijo, y la experiencia internacional da cuenta de aumentos en la inversión. En algún momento esta iniciativa fue parte de la última Reforma Tributaria, pero dejada de lado equivocadamente. Finalmente, es deseable pensar desde ahora en un mecanismo tributario que estimule la retención y reinversión de utilidades. Sin volver al marco tributario anterior, introducir exenciones o beneficios, con costo en recaudación tributaria acotado, pero que permitan dinamizar ciertas inversiones.
*El autor es economista jefe BBVA (@jselaive).
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