Nadie está inmune a la máquina china
A Deng Xiaoping le gustaba citar el antiguo proverbio chino "tao guang yang hui", el cual se podría traducir como "esconde tu resplandor, espera tu momento". La idea era mantener las capacidades de China en secreto hasta el momento en el que fuera adecuado revelarlas. Hasta entonces, la prioridad era elevar los ingresos e integrar el país al sistema económico global.
Ahora China es la segunda economía más grande del mundo y, posiblemente, va camino a convertirse en la primera. En Xi Jinping tienen un líder cuya articulación del sueño chino -"el gran rejuvenecimiento de la nación china"- apunta explícitamente a volver a alcanzar la grandeza nacional. El tiempo de la falsa modestia, al parecer, se ha acabado.
El creciente sentimiento de China sobre sí mismo como un país merecedor de respeto ha sido notorio desde 2008. La crisis de Lehman impactó en su confianza en el capitalismo de mercado en general, y en la infalibilidad de Estados Unidos en particular. Recientemente, el proceso ha ido más allá. China está imponiendo más influencia sobre ejecutivos corporativos extranjeros, líderes nacionales y periodistas. En palabras de Orville Schell, director del Centro de Relaciones entre Estados Unidos y China en la Sociedad Asia, Beijing ha acelerado su "máquina gravitacional", ejerciendo una atracción más fuerte sobre aquellos con quienes trata.
El plan de Deng para un despegue económico se basó en atraer capital y tecnología extranjera. A medida que China se enriquece, deja de ser claro quién necesita más a quién. Beijing está desafiando a las compañías extranjeras a prácticas que hasta hace poco podrían haber sido consideradas aceptables. Este año, Tim Cook, el director ejecutivo de Apple, se vio forzado a disculparse por la "arrogancia" de su compañía al aplicar un programa de garantía para reparar sus iPhone 4s. Las compañías de lácteos, incluyendo a Danone, han sido multadas por emplear prácticas supuestamente anticompetitivas. El ejemplo más reciente es GlaxoSmithKline, que fue severamente reprendido por supuestamente sobornar a médicos y hospitales para prescribir sus medicamentos. Sir Andrew Witty, director ejecutivo, ya ha indicado que considerará bajar el precio de los productos de GSK.
Las compañías extranjeras antes tenían un poder de negociación considerable, pero la nueva realidad parece ser que China -el mayor y más creciente mercado de consumidores del mundo-, tiene ahora el poder decisivo.
Los CEO no son los únicos que sienten la fuerza de la máquina gravitacional de China. Gran Bretaña fue excluída por un año después de que el primer ministro David Cameron osara reunirse con el Dalai Lama. En abril, cuando a François Hollande, presidente de Francia, se le concedió una visita oficial a Beijing, parte de su comitiva apenas escondió su alegría por superar a los británicos. Lo que ellos no dijeron fue que, a diferencia de su predecesor Nicolas Sarkozy, él se había abstenido de reunirse con el Dalai Lama.
Cameron parece haber aprendido el juego. En su visita a la capital de China de este mes él fue el decoro mismo. Apenas mencionó los derechos humanos. Durante su viaje, un periodista británico de Bloomberg, una agencia de noticias que publicó un artículo que exponía la supuesta riqueza de la familia de Xi, fue excluido de una conferencia de prensa. Desde Downing Street se elevó una "profunda preocupación" por la interferencia, pero de todas formas la conferencia de prensa se hizo sin el periodista.
Otros medios que osaron investigar la riqueza de líderes chinos han tenido problemas renovando las visas chinas para sus periodistas. Pero ni siquiera las universidades estarían inmunes. Chen Guangcheng, el abogado y activista ciego que escapó a Estados Unidos de la persecución, acusó a la New York University de terminar su beca de investigación anticipadamente debido a presiones de Beijing. NYU, que inauguró recientemente un campus en Shanghai, niega la acusación.
El ejemplo más obvio de la creciente potencia de China vino el mes pasado con su declaración sobre una zona de identificación de defensa que cubría espacio aéreo que incluye islas disputadas con Japón. A pesar de que Washington criticó la forma abrupta con la cual la zona fue anunciada, ha dicho a las aerolíneas estadounidenses que cumplan con las reglas que la gobiernan.
Cada vez más, China está dictando los términos bajo los cuales negocia con sus interlocutores. Esto es esperable, naturalmente, para un estado que por dos milenios estuvo acostumbrado a ser tratado como el poder preeminente. Lo que no significa, de ninguna forma, que el resto del mundo lo aceptará fácilmente.
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© The Financial Times Ltd, 2011.
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