Bloomberg analiza a Chile: "Graves disturbios convulsionan el 'oasis' de Latinoamérica"

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Según el medios estadounidense, los manifestantes están dando voz a la frustración contra las instituciones chilenas, el modelo económico, la desigualdad y la red de seguridad social inadecuada.


Chile está en la mira de la prensa económica internacional. Y al análisis de The Economist, Financial Times y The Wall Street Journal, entre otros, se suma ahora Bloomberg.

En un artículo titulado en español "Graves disturbios convulsionan el "oasis" de Latinoamérica", la agencia abordó el estallido social, las medidas adoptadas por el gobierno y conversó con politólogos internacionales sobre las causas que detonaron las violentas manifestaciones.

A continuación el artículo completo:

Tan solo unas semanas antes de los peores disturbios civiles desde la vuelta a la democracia en Chile hace 29 años, el presidente Sebastián Piñera describía el país como "un verdadero oasis" en medio de la inestabilidad de Latinoamérica.

El inversor multimillonario convertido en político no es el único con una opinión tan positiva de un país que regularmente lidera las mediciones de prosperidad regional. Sin embargo, los disturbios con víctimas mortales de los últimos cuatro días muestran el abismo que existe entre la élite del ejemplar país andino y aquellos que se sienten abandonados.

Once personas murieron y unas 1.500 fueron arrestadas en una ola de incendios y disturbios que casi ha paralizado las ciudades chilenas y ha provocado disparos de las fuerzas de seguridad contra saqueadores enmascarados. El lunes, los mercados del país se desplomaban ya que parecía que la violencia iba a persistir.

Lo que comenzó como una protesta en contra de un aumento de 4 centavos en el precio del metro se convirtió rápidamente en un gran descontento por la desigualdad económica, las pensiones, la salud y la educación. Piñera dio marcha atrás al aumento de las tarifas, pero sus esfuerzos por mitigar la violencia sólo han conseguido intensificarla.

Las protestas, organizadas en las redes sociales, carecen de verdaderos líderes y abarcan un espectro que va desde la burguesía descontenta hasta anarquistas vestidos de negro.

"Las señales estaban allí todo el tiempo, pero nadie sabía cómo leerlas correctamente", dijo Robert Funk, profesor de política en el instituto de asuntos públicos de la Universidad de Chile. "En la comunidad académica hemos estado diciendo durante años que algo va a ceder. No es solo desigualdad. También es lo que los chilenos llaman abuso".

Tras una reacción combativa a las protestas inicialmente, el presidente adoptó un tono más conciliador. En un discurso televisado el lunes por la noche, Piñera pidió diálogo y dijo que el Gobierno estaba trabajando en un plan para reconstruir el país después de las violentas protestas. El Gobierno también está trabajando en medidas sociales que incluyen reducir el precio de los medicamentos, mejorar la atención médica y el sistema de pensiones, afirmó.

Los manifestantes están dando voz a la frustración contra las instituciones chilenas, el modelo económico, la desigualdad y la red de seguridad social inadecuada.

Por su parte, los politólogos que estudian Chile dicen que el descontento lleva años gestándose. Señalan los malos resultados del sistema de pensiones privatizado de Chile, en el que muchos se jubilan en la pobreza y hay una deuda personal abrumadora. La fuerza del dólar este año también ha significado aumentos en los precios de los servicios regulados, como la electricidad y el transporte.

Pero fue la subida de la tarifa del metro en la hora punta lo que lo desencadenó la ira. Un estudio de este año mostró que muchas personas en Santiago se enfrentan a desplazamientos para trabajar de hasta dos horas. La situación escaló rápidamente después de que el ministro de Economía, Juan Andrés Fontaine, sugiriese que los trabajadores deberían levantarse un poco antes si no querían pagar precios más altos.

"La culpa va para todos", dijo Jennifer Pribble, profesora asociada de ciencias políticas en la Universidad de Richmond en Virginia. "La clase política se ha mostrado totalmente reacia a la apertura de la política, a un diálogo responsable con el descontento ciudadano y a debatir un cambio más fundamental en el modelo social y económico.

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