China como fuente de inspiración
Hace dos semanas tuve el privilegio de participar en la 7° versión de la Asia Copper Week, en Shanghai, que reunió a más de 2000 personas, cerca de 60 líderes de 100 importantes compañías y decenas de países.
Los principales ejecutivos de empresas mineras discutieron sobre el futuro de la actividad, inversiones, mercados y temas ambientales.
Más que hacer un resumen sobre los tópicos más destacados, quisiera hacer una reflexión sobre el desarrollo tan diferente entre Chile y China, 40 años después de que este último país iniciara su política estatal para transformarse en una potencia mundial.
En 1993 integré una delegación del Ministerio de Minería y Prochile a China, que tenía entre sus objetivos vender tecnología chilena. Más allá de la ingenuidad del propósito, nos dimos cuenta que en ámbitos como las fundiciones, nuestro país estaba más avanzado.
Hoy, 25 años después, China nos vende su tecnología. Es sorprendente un cambio tan radical en un tiempo tan corto, explicado por el acelerado desarrollo chino, pero mucho más, por nuestra falta de visión en ese momento.
El tamaño de la población china explica parte, pero no toda la historia. De hecho, ésta era prácticamente la misma antes del despegue. Lo diferenciador ha sido la voluntad política de abrirse a la inversión y a los mecanismos del mercado, en función de una estrategia de desarrollo nacional.
En nuestro caso, habiendo muchos avances en el periodo, es evidente el retroceso en áreas claves, lo que nos ha pasado la cuenta por un déficit de valor agregado en la estructura de nuestras exportaciones, y en la dificultad para responder a los nuevos desafíos de la competitividad.
La incapacidad para pensar en el largo plazo y para aumentar nuestro gasto en I+D, más allá de los discursos de todos, no es casual.
Por otra parte, se ha perdido parte de la capacidad y calidad en el aparato del Estado, actor clave para una articulación eficiente con el sector privado y así poder coordinar acciones y recursos para enfrentar desafíos cada vez complejos, más globales y sistémicos, imposibles de resolver solo por acciones individuales.El fracaso de la inversión de Maersk es el mejor ejemplo.
Sin embargo, cabe destacar iniciativas como el Programa Nacional de Minería Alta Ley, Valor Minero y la recientemente impulsada por Cesco en Shanghái, que asumen una parte de la responsabilidad al tratar de articular a los sectores, públicos, privados y organismos estatales, para poner en la agenda pública los temas del desarrollo minero de largo plazo.
Si este esfuerzo continua, y el gobierno de turno continúa otorgándole el respaldo necesario, podremos finalmente avanzar en las metas que nos hemos propuesto y conseguir, tal vez, el reconocimiento de otros como potencia minera mundial.
Que China sea nuestra fuente de inspiración. Ya comprendimos que con visión y voluntad todo se puede.
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