El cobre y Cornershop: caminar y mascar chicle a la vez

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Interesante debate se ha producido sobre Cornershop, empresa vendida recientemente a Walmart y formada por los chilenos Juan Pablo Cuevas y Daniel Undurraga, y el sueco Oskar Hjertonsson. Comparto con Daniel Matamala que su historia resalta las virtudes del capitalismo: "Ideas nuevas les ganan a las viejas, y de paso todos ganamos: inversionistas y consumidores que valoramos un buen producto y lo premiamos con nuestro dinero".

Discrepo, sin embargo, con esa caricatura maniquea que ubica a "los Cornershops" en una esquina idealizada (merecidamente), hacia donde toda la economía chilena debiera dirigirse, y al resto del mundo empresarial nacional bajo el rótulo de "extractivista y rentista" en otra esquina estigmatizada (inmerecidamente), desde la cual debiera alejarse.

Chile debe caminar y mascar chicle a la vez

Por caminar me refiero a seguir profundizando nuestra competitividad en bienes plenamente vigentes en la economía global del siglo XXI, como el cobre, el litio, los productos forestales y los alimentos, y en servicios como el retail, la logística, el transporte aéreo y marítimo, las tecnologías de información y los servicios financieros. No es justo desconocer que hemos avanzado mucho en las últimas décadas, experimentando un fuerte aumento en la competitividad y productividad de estas industrias. La masiva inversión de empresas chilenas en el exterior es fiel reflejo de cómo nuestra economía ha sido capaz de generar valor en diversos sectores.

En el mascar chicle aludo a tener una economía con una mayor capacidad para crear emprendimientos, que, como Cornershop, se transforman en grandes empresas con innovación y gestión profesional. Algunos, con inusitada versatilidad, les atribuyen esa responsabilidad a los mismos empresarios que critican por su excesivo tamaño y concentración. Me parece que un capitalismo sano es más bien aquel donde son nuevos emprendedores los que crean y escalan esas nuevas empresas, en base a nuevos modelos de negocio y en industrias diversas.

Así se genera un mayor dinamismo económico, que además desafía a las grandes empresas a innovar para ser más competitivas, productivas, cercanas a sus clientes y sustentables, como, por ejemplo, desarrollando nuevas capacidades y tecnologías para proyectar la economía circular del reciclaje, desafío transversal a todo tipo de empresas.

Para acelerar la velocidad de este proceso, en Sofofa creemos que debemos avanzar en dos direcciones. La primera, nos la señaló Oskar en nuestro seminario sobre capital de riesgo: los inversionistas chilenos (institucionales, fondos de inversión y family offices) debemos evolucionar desde una cultura de control, números y protección frente los downsides de los emprendimientos, hacia una lógica que confía más en el emprendedor y su equipo, más tolerante a los riesgos e incluso fracasos, porque en un portfolio habrá éxitos que los compensarán con creces. Para ello, es fundamental la industria del capital de riesgo, pues representa el puente experto que conecta a inversionistas con emprendedores.

La segunda consiste en evolucionar hacia un marco regulatorio más simple, flexible y competitivo para la empresa que quiere crecer. La política ha optado por el camino fácil de establecer regímenes especiales solo para empresas pequeñas que se mantienen como tales.

La empresa grande y consolidada, por su parte, tiene mayor capacidad para gestionar la mayor complejidad y rigidez del actual marco regulatorio. La gran damnificada de las políticas públicas de los últimos años ha sido la empresa que quiere crecer. Es hora de enmendar el rumbo con un sistema tributario competitivo y simple y una legislación laboral flexible y coherente con la economía del siglo XXI.

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