¿Y cuándo miraremos al Estado?


Desigualdad y abusos son dos de las palabras más repetidas en las explicaciones del llamado estallido social que comenzó el 18 de octubre, y cuyas consecuencias nos acompañarán por muchos años. Es evidente que hay problemas que resolver y que cuando se trata de buscar el bien común y el bienestar general del país, todos hemos estado disponibles a hacer mayores esfuerzos. Pero para que esos esfuerzos sean fructíferos, el debate hay que depurarlo de las consignas y privilegiar el análisis y la reflexión basada en datos.

Comencemos por la desigualdad, que según la consigna ha aumentado. Lo desmienten los hechos y la cantidad de gente que vive bajo la línea de la pobreza, que ha caído desde más de 40% a principios de los noventa, a menos de 10% hoy. También, las cifras publicadas por el académico de la UC Claudio Sapelli, en su libro Chile: ¿más equitativo?, que demuestra que las generaciones más jóvenes tienen una distribución del ingreso sustancialmente más equitativa que las mayores. La equidad entre los jóvenes de 25 a 34 años ya pasó al promedio de la OCDE, lo que contrasta con la alta presencia de personas de esa generación en las manifestaciones. El índice Gini (que mide la desigualdad de un país y cuyo valor se mueve entre 0, cuando todos ganan lo mismo, y 1, cuando solo una persona se lo lleva todo), es de 0,5 para nuestro país. Dicho nivel no es distinto al de Francia o Australia y es más equitativo que el de Gran Bretaña, Italia o Alemania. ¿Dónde radica entonces hoy el problema de la distribución de los ingresos en Chile? Está en que después de impuestos y transferencias, en Chile no se reduce la desigualdad (ese índice cae de 0,5 a 0,47), mientras que, por ejemplo, en Alemania sí ocurre (el Gini disminuye de 0,51 a 0,29).

Hay varias hipótesis para explicar ese fenómeno. Por una parte están los que piensan que por ser el gasto fiscal chileno más reducido que el del promedio de la OCDE, luego de atender necesidades como las de obras públicas o de defensa, no quedan recursos suficientes para la redistribución. Otros plantean que nuestro sistema tributario no sería suficientemente progresivo, faltando una mayor "justicia tributaria", a pesar de que luego de la última reforma la recaudación del impuesto a la renta se acercó a la del IVA y que en Chile la carga tributaria por renta se extrae solo del 24% de los mayores ingresos (en la OCDE el 80% de los ingresos más altos contribuyen). El impuesto a la renta en Chile no recauda más, en parte, porque el porcentaje de la población sobre la cual se aplica es muy reducido.

Existe una tercera hipótesis, que surge de una pregunta simple: ¿cómo es posible que luego de recaudar un 20% del PIB, el Estado no sea capaz de mejorar la distribución de los ingresos a través del gasto social? Ello refleja un evidente problema de eficiencia y focalización del gasto público.

Las cuentas de las diferentes instituciones estatales detallan poco el uso de los recursos, no se publican benchmarks y es necesario bucear en fuentes diversas, segregadas y poco transparentes para intentar sacar conclusiones.

Un dato para el caso de la salud: con recursos per cápita similares, el sector privado es capaz de entregar más atenciones por paciente (26 versus 19) y sin listas de espera. Fonasa, con más de 13 millones de beneficiarios (casi el triple de las isapres), debiera reflejar economías de escala que no se ven por ningún lado. Por su parte, el Sistema Nacional de Servicios de Salud (SNSS) elevó su gasto entre el 2011 y 2015 en un 9,2% real anual, pero las prestaciones solo aumentaron un 5%, disminuyendo la eficiencia en 14,7%.

En nuestro país, un 5,4% del PIB se dedica a educación, glosa proporcionalmente mayor a la de países como Alemania o Suiza, mientras nuestras instituciones públicas de educación superior cobran los segundos aranceles más altos, solo superados por los EE.UU.

En la actual coyuntura, cabe preguntarse si debemos aumentar el énfasis en redistribución, a través de un Estado muy ineficiente, o poner el foco en recuperar el crecimiento y el empleo. Esta semana en una entrevista, el ministro de Hacienda dijo: "Un sistema tributario progresivo es importante, pero parece aún más importante cómo el Estado canaliza recursos monetarios a los sectores que más lo necesitan". Exigirles más recursos a los privados para entregárselos a un sector público ineficaz puede llevarnos incluso a retroceder en el Gini, sobre todo si la mayor carga tributaria frena el ya alicaído crecimiento. Antes de darle más pega al aparato público, urge su reforma.

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