Distorsiones en el mercado de combustibles
En Chile los impuestos al diésel explican el 24,2% del precio final, mientras que en el caso de la gasolina casi 46%. Esto genera una gran distorsión a nivel interno. Es una discusión de largo plazo que todos los gobiernos han evitado abordar.
En las últimas semanas se ha vuelto a instalar el debate por el incremento en los precios de las gasolinas, que se encuentran en torno a los $1.000 el litro (o incluso más).
Bajar impuestos específicos se ha mencionado, volver a perfeccionar el sistema de amortiguación también asoma. ¿Qué dicen los datos? Según el documento "Precios de la energía e impuestos" de la IEA del tercer trimestre, entre los países Ocde, las personas en Chile pagan menos impuestos por combustibles como porcentaje del precio final de estos.
De acuerdo con el estudio, en la composición del precio que pagan los consumidores por la gasolina, 45,9% corresponde a impuestos (específico e IVA), lo que lo convierte en el séptimo país con la menor relevancia de los gravámenes en el valor final, de un grupo de 35 naciones y lejos del promedio de 53,6%.
Al analizar el diésel, el escenario es aún más marcado, ya que sólo el 24,2% del precio final en Chile corresponde a impuestos, casi la mitad del promedio del bloque (47,1%).
Con esto, además, nuestro país paga el segundo precio más bajo por litro de diésel, siendo superado solamente por EEUU, uno de los principales productores mundiales.
Esta es una polémica que vuelve cada cierto tiempo, pero que el gobierno tiene poco que hacer, más allá de un sistema imperfecto de amortiguador. El precio ha subido por factores internacionales, así como también por un mayor valor del dólar, aspectos que no puede controlar.
Ante este escenario, se debe consignar que el sistema de cobro de impuestos específicos a los distintos medios de transporte está distorsionado. Algunos pagan más, otros menos e incluso otros no o reciben importantes devoluciones.
Lo correcto sería repensar la lógica con que se opta por tener impuestos específicos, al tiempo de cerrar las brechas tributarias, por ejemplo, entre diésel (más contaminante) y gasolina.
Lamentablemente, esta es una revisión que todos los gobiernos han postergado y han optado por adoptar medidas paliativas de corto plazo con sistemas de suavización que diluyen el efecto en un horizonte más extenso.
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