Fernando del Sol y su paso con Edelnor por el Capítulo 11: “Es el mejor lugar para estar en el mundo”
El empresario recuerda el exitoso proceso que vivió con la eléctrica en Estados Unidos el año 2001 donde logró darle “aire” a la compañía que adquirió en US$ 4,5 millones y con US$ 340 millones en deuda, que luego vendió a la belga Tractebel. Hoy es Engie.
La Eléctrica Edelnor fue la segunda empresa extranjera en el mundo luego de la colombiana Chivor que se sometió al Capítulo 11 de la ley norteamericana, para reorganizarse en 2001 cuando valía US$4,5 millones y tenía deudas por US$340 millones. Hoy es Engie y tiene una valorización bursátil de más de US$1.000 millones.
La hazaña la realizó el empresario Fernando del Sol, conocido en el sector como el “salvador de Edelnor”. Actualmente es el presidente de Enlasa Generación, entre otros negocios. Tanto fue el éxito que tuvo la apuesta por la reorganización en Estados Unidos que fue caso de estudio en la universidad de Harvard, donde Del Sol fue a exponer en 2007. “Llegué por casualidad al Capítulo 11. Fui el segundo del mundo que lo hizo en una semana”, recuerda hoy el empresario.
A través del celular desde Zapallar, cuenta la historia de una reorganización que luego le permitió vender la empresa a Tractebel, belga con la que tenía una opción de compra por US$5,7 millones por el 82,5% que poseía de la eléctrica que en ese momento tenía 700 MW de capacidad, dos ciclos combinados y mantenía el 20% del gasoducto Norandino.
Al igual que Latam, Edelnor había perdido sus principales clientes, las distribuidoras de Arica, Iquique y Antofagasta, cuenta Del Sol, y con eso, no contaba con los recursos necesarios para pagar la deuda de US$340 millones que vencía en septiembre de 2001 y que estaba en manos de 2.800 acreedores. Eso lo sabía cuando el 31 de diciembre de 2001 adquiere Edelnor de manos de la norteamericana Mirant. “Por eso la compré muy barata”, recalca y añade que los extranjeros se la vendieron ese día “porque así la quiebra no se producía en el año tributario de Estados Unidos y así no le afectaban los coverants”.
Por eso en enero mismo comenzó a identificar a sus acreedores y supo que más del 50% estaban en el país del norte y viajó para allá. En uno de esos viajes conoció a un abogado del prestigioso bufete neoyorquino Cleary, Gottlieb, Steen & Hamilton, los mismos que 18 años después serían los abogados de Latam en su periplo por reorganizar la compañía bajo el Capítulo 11.
En el trayecto hacia EE.UU, relata del Sol, conoció la historia de la eléctrica colombiana Chivor, filial de AES, que acabada de acudir ante un tribunal de Nueva York para acogerse al Capítulo 11 de la legislación de quiebras de EE.UU. “El Capítulo 11 es el mejor lugar para estar en el mundo”, señala. Esto, porque “le da aire” a la compañía para poder buscar la forma de sobrevivir. “Solo por estar en el Capítulo 11, se congela a todos los acreedores que estén bajo leyes norteamericanas para que ellos puedan cobrar. Así, hay espacio para negociar de manera ordenada ante un juez que es experto en esta materia”, recalca.
En el proceso se exige el diseño de un presupuesto “muy exigente” que se presenta ante el juez. El proceso que diseñó para Edelnor duró cuatro meses, ya que formalmente entró en agosto, y en noviembre ya tenía la reorganización lista. Pero recalca que su caso fue excepcional, pues ya contaba con trabajo adelantado. “Yo empecé a ver a los acreedores desde enero y en agosto entré al Capítulo 11. Latam se metió recién a buscar a sus acreedores, por eso el proceso es distinto. Ellos tienen 120 días para negociar y presentar un proyecto de cómo será Latam y los acreedores tienen que votar por tal proyecto”, detalla.
Por eso, indica, es imposible decir cuánto se puede extender el proceso de la aerolínea, incógnita que, a su juicio, hace que sea relevante que todos los gobiernos donde Latam opera, aporten en los US$2.000 millones que necesita como capital de trabajo para sobrevivir durante esta reorganización. “Porque si quiebra Latam, perjudica a todos esos países donde la gente será la más afectada”, indica. “En Bogotá, por ejemplo, no hay carreteras como en Chile. Las carreteras son pésimas e ir de un lugar a otro toma horas. Además, si quiebra Avianca o Latam, todos los trabajadores de ese país no podrán viajar. Ese daño es el que hay que evitar”, señala.
Y añade que el gran problema de Chile es que no se entiende el concepto de empresa como una organización global. “Acá Latam son los Cueto, pero en Estados Unidos es una organización global donde todos, los acreedores, trabajadores, pilotos, ejecutivos y directores están primero que los accionistas”, dice.
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